La Guajira, con sus vientos de clase mundial y su sol inclemente, es el corazón de la apuesta colombiana por la transición energética. El departamento concentra el mayor potencial eólico del país y, en los últimos años, ha sido escenario de una oleada de inversiones y proyectos que prometen transformar la matriz energética nacional y llevar desarrollo a una región históricamente marginada.
Hoy, La Guajira cuenta con unos proyectos eólicos en marcha, que suman inversiones por más de US$2.500 millones y una capacidad instalada que podría aportar hasta el 13% de la energía nacional en los próximos años. Las empresas lideran iniciativas de gran escala, con cinco parques eólicos en construcción y una visión clara de sostenibilidad, impacto social y desarrollo local. La expectativa es alta: dotar de energía limpia a millones de usuarios, reducir la dependencia de fuentes fósiles y cumplir con los compromisos internacionales de reducción de emisiones.
Sin embargo, el avance no ha sido tan rápido ni tan sencillo como se esperaba. Solo dos parques eólicos han entrado en operación, mientras que la mayoría de los proyectos enfrenta retrasos por trámites de licencias ambientales, consultas previas con comunidades indígenas y obstáculos en la construcción de líneas de transmisión. El caso del proyecto Colectora, fundamental para evacuar la energía generada, es emblemático de las demoras que han frenado la entrada en operación de muchos parques.
La relación con las comunidades wayuu es otro punto clave. Si bien los proyectos traen oportunidades de empleo, inversión y acceso a servicios, también generan tensiones por el impacto en el territorio, la cultura y la autonomía indígena. La aceptación social es un reto que requiere diálogo, respeto y una distribución justa de los beneficios.
A pesar de estos desafíos, la energía eólica y renovable en La Guajira sigue siendo una promesa vigente. El potencial está ahí, el compromiso del gobierno y las empresas persiste, y la necesidad de una matriz energética más limpia y diversificada es innegable. Para que esta transición sea exitosa, es fundamental acelerar los procesos regulatorios, fortalecer la infraestructura y, sobre todo, garantizar que el desarrollo llegue de manera equitativa a quienes habitan el territorio.
La Guajira puede y debe ser el motor de la nueva energía de Colombia, pero el viento debe soplar a favor de todos. El reto es grande, pero el futuro de la energía limpia en el país bien lo merece.
Breiner Robledo Meza