ESCAPE: LA ANÉCDOTA DETRÁS DE LA HISTORIA

El Maestro Rafael Escalona solía decir que la anécdota que recoge la parafernalia de crear una canción, a veces resulta  más interesante que la canción misma. Esa declaración se la hizo a Godofredo Randall, el gringo que más sabe de vallenatos en el mundo. El marido de Chapy Medina-Randall. Y creo que detrás de la historia de la crónica titulada “ESCAPE” (publicada por Ojo Pelao’ Magazine en sus dos últimas ediciones) se esconden algunos detalles que resultan curiosos y que me voy a permitir compartir con usted, amable lector.

Lo primero que corresponde contar, es porque escribí esta historia en 2003. En ese momento yo era un “Inmigrante Latino” que intentaba adaptarse a “un mundo extraño y sombrío”, para utilizar una frase textual incluida en el relato. Mi condición de inmigrante tardío (tenía 42 años en ese entonces) dificultaba mi adaptación al nuevo mundo que había elegido. Aunque tenía buena trayectoria profesional y académica, no era fácil engranar en el nuevo sistema. Pero mis hijos Victoria Eugenia y Carlos Orlando tenían 11 y 9 años de edad, respectivamente. Estaban en la edad ideal para asimilar la nueva cultura americana sin renunciar a sus raíces hispanas. Eso me hizo recapacitar, antes de recular para Colombia, como lo había contemplado. Hoy, 20 años después de aquel intento, compruebo que valió la pena. Y en lugar de comprar un tiquete sin regreso, me desahogue escribiendo una crónica que titule “ESCAPE”, como una manera simbólica de escapar de esas tentaciones claudicantes, inspirado en un atrevimiento que tuve en la niñez.

Inicialmente la historia la compartí con mi círculo más cercano de familiares y amigos. Recuerdo que “Perico” Manjarrés fue uno de sus más entusiastas lectores. Hizo unos comentarios excelentes, inspirados en las especulaciones que a bien  tuvo inventarse. Como por ejemplo: “Fuiste muy benévolo con “Bombón de Leche” –Javier Romero-. Seguro que fue el quien te acuso con Lucy”. Y muchas otras conjeturas que hicieron de su editorial una excelente nota con sabor provinciano. También Uriel Ariza Urbina, uno de los mejores cronistas de Colombia, se solazo con la lectura de esta historia. A mi hermana María Teresa se le movieron las fibras más profundas de sus recuerdos infantiles y a mis hijos les produjo un terremoto emocional cuando supieron de primera mano la manera en que un niño provinciano vivió esa aventura. Y como ese niño era su padre, entonces la piel se les puso como de gallina.

Yo también guardo un especial afecto por esta historia, por ser una travesura de mi niñez que identifica mi carácter. Trate de plasmar en el papel esa experiencia con el mayor realismo que me fue posible transmitir, con la clandestina intención de no repetir aquella aventura, pues en esta ocasión no tendría quien me echara una “limpia” ni quien me devolviera al punto de partida para reiniciar la aventura de la vida. Escribir esta historia me hizo aliviar el alma y se convirtió en una semilla que propicio la germinación otras historias que han ocurrido en la adultez y en la lontananza de mis recuerdos.

Quise que las personas que fueron protagonistas de la historia, saborearan de primera mano este relato. Por intermedio de Javier Romero, le hice llegar a su madre, Lucy Ariza de Romero, esta crónica. Ella la leyó un par de años antes de su viaje a la eternidad. Mis condiscípulos cervantinos también han disfrutado mis nostálgicas remembranzas. Ellos hacen parte de una cofradía que hoy en día es un verdadero Club de Amigos, del cual me enorgullezco.

Y una nota final. Hoy, mientras participaba en una clase con mi colega Luis Betancur, Instructor Uruguayo de “Gold Coast Professional School of Construction” en Florida, USA,  me dijo que había esperado expectante la segunda parte de la historia “ESCAPE”, al igual que muchos otros amigos colombianos. Eso nos indica que esas historias pueden ocurrir en cualquier parte del mundo. Y la moraleja es que con su lectura podemos comparar la aventura de un niño de 12 años que vivió su infancia en el último tercio del Siglo XX y hacer el paralelo con un niño de la misma edad viviendo en el primer  tercio del Siglo XXI. Pero la nota no podía terminar sin contarles lo más nostálgico de la historia: Un día llegue a mi casa y encontré a mi Madre leyéndole a mi Padre esta historia que “Perico” Manjarrés les hizo llegar. Justo unos minutos antes, mi Mama había terminado de leer el párrafo final.  Mi Papa, que apenas estaba enjugando las lágrimas que le produjo escuchar el relato,  me abrazo con mucha fuerza. Como si con ese abrazo bien apretado intentara borrar de mi recuerdo los pencazos que me dio en Marzo de 1971.

Orlando Cuello Gámez

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