Este 28 de julio, mientras el régimen de Nicolás Maduro se prepara para otra burla electoral, mi interés en Venezuela es nulo. No me interesa un país que se ha dejado atrapar por las garras del socialismo y el comunismo durante más de dos décadas. No me interesa un país donde las elecciones son una burla a la democracia, con una papeleta electoral que ridiculiza cualquier intento de cambio. ¿Cómo puede uno tomar en serio un proceso donde la imagen de Nicolás Maduro aparece veinte veces y un tal Edmundo González, un desconocido incluso hará para su propia familia, es el supuesto candidato opositor que casi ni se ve en la papeleta?
Venezuela es el reflejo más trágico de lo que un régimen totalitario puede hacer a una nación. Hugo Chávez fue quien inició esta debacle con promesas de justicia social que rápidamente se convirtieron en control absoluto del poder. Desde su llegada en 1999, el chavismo comenzó a corroer las instituciones democráticas, manipulando las leyes y asegurando que su permanencia en el poder fuera perpetua. Con su muerte, Nicolás Maduro heredó no solo el control del país, sino también un sistema ya podrido, dispuesto a todo para mantener su dominio.
El fraude electoral en Venezuela es un hecho consumado. La oposición, que debería ser el bastión de la esperanza, se presenta una vez más como una comparsa más del régimen. Han elegido a un candidato que no representa a nadie. Edmundo González, un ex diplomático que nunca mostró interés por su país ni por su gente, ahora se presenta como la alternativa, pero la realidad es que es solo una figura más en el teatro montado por el gobierno. La presencia simbólica de María Corina Machado, aunque inspiradora, no cambia la realidad de un proceso donde ni siquiera aparece en la papeleta.
Estoy en contra y no me interesa saber de una oposición que sigue participando en elecciones que saben que no van a ganar. Esto solo sirve para ilusionar a un pueblo que ha demostrado ser cobarde, permitiendo que le roben su país. Los venezolanos que ahora llenan las calles en apoyo a un candidato sin posibilidad de éxito están cayendo nuevamente en una trampa. Creen que con un poco de movilización popular lograrán lo que en años de lucha no han podido alcanzar. Este patrón de ilusión y desilusión ha marcado la historia reciente de Venezuela, y es hora de romperlo.
Lo más irritante es ver a líderes de derecha cómplices del comunismo como los conservadores y demócratas del mundo alentando a los venezolanos en este absurdo electoral. Todos sabemos que Nicolás Maduro y su banda de delincuentes no entregarán el poder si no es por la fuerza. Hablar de democracia en un país donde ésta ha sido exterminada es una farsa. La única solución viable parece ser un golpe de estado, respaldado por fuerzas internacionales como Estados Unidos y la OTAN. Solo una acción contundente y coordinada puede ofrecer alguna esperanza de cambio.
La realidad de Venezuela es desoladora. La dictadura socialista ha transformado al país más rico del continente en una cloaca. Con una tasa de pobreza del 91%, Venezuela es el resultado del sistema que el propio pueblo eligió vivir. Millones de venezolanos están ahora dispersos por el mundo, algunos mendigando, otros delinquiendo. Esta es la Venezuela que el mismo venezolano decidió forjar. No es solo la pobreza económica lo que asola al país, sino también una pobreza moral y social que ha permitido que un régimen corrupto y despótico mantenga su control.
Mi relación con Venezuela es personal. Mi madre y muchos de mi familia trabajaron allá por años cuando Venezuela tenía una mejor vida social y económica. Tengo hermanos del vecino país y conozco de cerca la decadencia que ha sufrido esa nación. Desde mi perspectiva en La Guajira, frontera con Venezuela, he observado durante más de 25 años las actitudes y comportamientos de un comunista y cómo han impactado a mi propia comunidad. He visto cómo el socialismo destruye no solo economías, sino también espíritus.
Este 28 de julio no me interesa lo que suceda en Venezuela. Mi mensaje es para los líderes políticos del continente: es hora de alistar las filas para derrocar a Maduro con un golpe de estado. No se puede esperar más de un pueblo que, al parecer, ha perdido el coraje de luchar por su libertad. El socialismo en Venezuela es una plaga que debe ser erradicada, y la única manera es tomar acción directa. A mis hermanos venezolanos, les digo que es momento de actuar, de unirse no solo en protesta, sino en acción contundente para recuperar su país.
Las elecciones, tal como están planteadas, son solo una cortina de humo. La verdadera batalla es por la libertad, y esa no se gana en las urnas, sino en las calles, en la resistencia diaria, en la voluntad inquebrantable de un pueblo decidido a cambiar su destino. No se trata solo de derrocar a un tirano, sino de reconstruir una nación desde sus cimientos, de sanar las heridas profundas que el chavismo ha infligido en el alma de los venezolanos.
Invito a los lectores a reflexionar sobre la situación de Venezuela y considerar que a veces, el cambio real no proviene de las urnas, sino de la acción decidida y coordinada. La historia no siempre se escribe con votos; a veces, se escribe con valentía. No podemos seguir permitiendo que un régimen tan corrupto y cruel continúe oprimiendo a un pueblo que merece mucho más. Es hora de dejar de lado las ilusiones y enfrentar la realidad con la firmeza que la situación exige.
Este 28 de julio, mientras el mundo observa otro capítulo en la triste historia de Venezuela, mi esperanza es que los venezolanos, tanto dentro como fuera del país, encuentren la fuerza y el coraje para luchar por un futuro mejor. Que este día sea el comienzo de un verdadero despertar, uno que no dependa de papeletas ni de promesas vacías, sino de la determinación de un pueblo a recuperar lo que es suyo por derecho: su libertad.
Luis Alejandro Tovar
actualmente venezuela es un completo chiste a nivel electoral desde 1999