La canción se impone
La canción es el sostén de la música en todo el mundo cuyos variados intérpretes logran llevar los mensajes que hacen en distintos ritmos los autores y compositores, con los que llenan el mundo con sus textos y melodías los cuales terminan por construir unas identidades culturales.
Nuestra música vallenata ha tenido unos procesos acorde con los diversos cambios económicos, sociales y políticos, cuyas estructuras han variado al arrancar desde el sometimiento de lo rural que en su momento tuvo su protagonismo, el cual le dio unas formas en donde el feudo mandó con sus diversas expresiones primitivas para darle paso a la modernidad con una base urbana que con el paso del tiempo, generó una industrialización notable que la ha puesto desde sus formas análogas hasta llegar a las plataformas digitales, que la lleva a competir con tantas músicas del mundo.
Mientras muchas voces llenas de ortodoxismo luchan por sus raíces, otras con visiones adelantadas le dieron fuerza a la modernidad y nuevos aires con las que enfrentan el posmodernismo, que tiene muchas contradicciones y críticos, pero que ante la imponencia de nuevos ritmos y estribillos con la que se tomó al mundo, ha logrado mantenerse.
La música vallenata no ha sido ajena a todos estos procesos, y hoy más que ayer, dialoga con diversas músicas sin perder la presencia del acordeón, su caja y guacharaca, celosos guardianes que evitan su extinción. Dentro de esos cambios surgió una camada de creadores, que a pesar de las influencias de tantas músicas internas y otros vientos externos, cuyo hibridismo es evidente; han producido unas obras que mantienen vestigios de unas bases culturales que han servido para que los nuevos movimientos liderados por jóvenes que poco o nada les interesa volver al pasado, quienes hacen un vallenato al que le llueven censuras, pero que sirve para hacer voltear la mirada sobre el contenido del edificio existente que se mantiene lleno de éxitos y clasicismo.
Sus inicios
A sabiendas de los tantos creadores de gran valía que existían en nuestra música, los cuales disfrutaban las mieles del triunfo, con tan solo veinte años aparece a mitad de los años 70′, un creador que desde niño recibió la influencia musical de Julio Erazo Cuevas, un coloso del canto y la composición quien no dejaba de visitar a su amigo de vieja data Ubaldo Meneses Bermúdez, un telegrafista reconocido en esa región del río magdalena, quien tenía su hogar con Juanita Romero en La Gloria, Cesar, fundada el 8 de diciembre de 1800.
Es la tierra de Fernando Meneses Romero donde nació un once de noviembre de 1950. Allí aprendió desde sus primeros años a ver como se sembraba el arroz, a los pescadores lanzar sus inmensas atarrayas y hacer grandes pescas, la cría de ganado domesticado y otros salvajes. Es el mayor de ocho hermanos junto a Alfonso, Alberto, Rafael, fallecido, Ubaldo, Gloria, Sofía y Gustavo. Tiene su hogar con Ruby Arrázola del que nacieron tres hijos, Fernando, Mauricio y Berenice.
Sobre su infancia y adolescencia, Fernando Meneses Romero evoca esos tiempos vividos a plenitud, ‘Recuerdo mi infancia y parte de mi adolescencia en la que fui feliz, cuyo vínculo con la naturaleza era total. Mi pueblo ribereño y la casa palafitica de mis padres se besaban con el río Magdalena, cuya agua pasaba por debajo y hacía de ese paisaje novedoso y sorprendente en donde sentíamos el choque de los grandes maderos que traía el río con nuestra casa. Esos sonidos los he recordado siempre. Era un lugar bendecido por Dios por contar con muchas fuentes de agua, quebradas, riachuelos y arroyos por todas partes, razón está que la convirtió en una zona rica en agricultura, ganadería y pesca. Las faenas de natación junto a más de veinte amigos con quienes atravesábamos el río Magdalena, el cual tenía más de 800 metros de ancho. El jugar futbol era mi pasión favorita y fui parte de la selección de mi tierra natal. Viví una vida bucólica en las fincas, cuyo ambiente campesino me alimentó mucho. Uno almorzaba en la casa de los compañeros con quien estuvo jugando. Otras veces, montando caballos y recorriendo las extensiones de las fincas’.
Una de las fuentes que afectaron lo que hoy crea como autor y compositor tiene su base en algo que no se cansa de rememorar, ‘Recuerdo que cuando niño, a una prima mía le encomendaron que se hiciera cargo de mí. Me bañaba y vestía. Me suministraba los alimentos. Después de cumplir con estos menesteres se la pasaba cantando. Era muy romántica y se sabía muchos boleros, los cuales cantaba con mucho lirismo y sentimiento. Todo eso quedó en mí y me influenció mucho’.
Por los caminos de la música y medicina
Hizo hasta cuarto de primaria en su tierra natal porque allí no había colegios que tuvieran otros grados de escolaridad. Tenía nueve años cuando le tocó salir temprano del pueblo en busca de buenos colegios. Terminó la primaria en el Colegio de Justino Cabezas, Mompox, Bolívar. El primer año de bachillerato lo realizó en el Colegio Pinillos de ese municipio y con tan solo quince años fue matriculado para hacer segundo de bachillerato en el Colegio ‘José Eusebio Caro’ del municipio de Ocaña, departamento de Norte de Santander, donde se enamoró por primera vez, realizó su primera canción, cuya letra y música logró borrar de su memoria porque le originó muchas dificultades con mi seguridad. Allí terminó el bachillerato en 1967.
En esos cinco años vividos con mucha intensidad en tierras Santandereanas, reafirmó sus sueños por la música y la medicina, en donde empezó a cultivar variados ritmos como el bolero, vals, romanzas tropicales, bambucos y pasillos. Al tiempo que estaba convencido que ser médico era su máxima realización personal. Cultivó la filosofía y sus dones poéticos con los que logró conservar un libro con unos sesenta poemas, pero que por celos de la novia de ese momento los quemó, hecho que ayudó de mala manera a cerrar sus inicios poéticos.
Mientras llenaba sus cuadernos con las primeras letras de sus canciones, la Universidad de Cartagena lo recibió como estudiante de medicina. Mientras estudiaba, aprovechaba los fines de semana para ir a Barranquilla y visitar una novia que tuvo. En ese ir y venir logró componer algunas de las canciones que la agrupación del Binomio de Oro le grabó. A finales del año 1975 recibió su título de médico cirujano, que lo llevó ese mismo año a realizar el año rural, el cual estuvo dividido, una parte en el sur de Bolívar y otra en Codazzi, Cesar.
Las historias de sus canciones están cargadas de unas vivencias cuyos hechos son tan o más importante que las canciones mismas. ‘El Pañuelito Guamalero’ fue su primera canción grabada en 1968 por la agrupación musical Primos de la Hoz, cuya musa se negó a creer que era ella la fuente de inspiración y se vino a convencer que si era cierto, al sonar en radio libertad en el programa ‘rapsodia vallenata’ el canto que le había hecho. En 1976 Lisandro Meza le grabó ‘María Teresa’. Nelson Henríquez ‘Amistad por amistad’ y Barranquilla alegre’, entre otras. La agrupación del Binomio de Oro el paseo ‘Momentos de amor’, obra con la que entró por la puerta grande de la música vallenata, cuya musa original fue una joven separada, que después de vivir una relación por más de ocho meses con el creador, hubo que terminarla por razones distintas al amor que sentían. Esta canción con el pasar del tiempo tuvo dos versiones a través de Diomedes Díaz e Iván Zuleta en el 2007 y la otra, a través de Carlos Vives y su Provincia, en clásicos vol. II en el 2009. ‘Relicario de Besos’ es producto de una relación con una modelo, con quien vivió un intenso amor que terminó pronto. Para enamorar a Ruby Arrazola, quien hoy es su compañera de vida, le hizo el canto ‘Mi mejor canción’.
Lo que sigue, es la aparición de nuevas obras cuyo sello de calidad eleva lo creado por él y a sus intérpretes, que se refrendan a través de ‘Muere una flor’, ‘Nuestra separación’, ‘Mi pedazo de cielo’, ‘Mundo de ilusiones’, ‘Mi mejor canción’, ‘Un viejo amor’, ‘Canasta de ensueños’, Estoy solo’, ‘Libertinaje’, ‘Como nace una ilusión’, ‘Me gustas porque sí’, ‘Un viejo amor’, ‘El Paso de los años’, ‘El lenguaje de tu piel’, ‘Conversando con Dios’, ‘La novia del viento’, ‘Más enamorado que nunca’, ‘Un egoísta’, ‘Linda Sanjacintera’, ‘Quiero ser tu amante’, ‘Mi corazón es un tiple’, ‘Mujer y llano’, ‘Triste final’, ‘Nos quedó grande el amor’, ‘Amistad por amistad’, ‘Después del amor’ y ‘Mis nietos’, para hacer grandes versiones con los artistas El Binomio de Oro, Los Betos, Jorge Oñate y Raúl Martínez, Silvio Brito y Orangel Maestre, Otto Serge y Rafael Ricardo, Nelson Henríquez, Los Diablitos, Alfredo Gutiérrez, Jorge Celedón y Jimmy Zambrano, Daniel Celedón y Norberto Romero, Pedro Nel Martínez, los hermanos Martínez, López y Prieto.
Mientras seguía su carrera exitosa como autor y compositor, la medicina se afianzaba en sus aspiraciones profesionales, donde logró especializarse en Obstetricia y Ginecología.
Reconocimientos
Con el paseo ‘Un Triste final’ logró ser el ganador del Festival Nacional de Compositores de Música Vallenata en San Juan del Cesar, La Guajira, en 1997. En 1981 recibió el premio a la mejor canción llanera con el tema ‘Mujer y llano’ en el Festival de la Canción en Villavicencio, departamento del Meta. En 1997 estuvo presente en el Festival Nacional de Compositores de Música Vallenata en San Juan del Cesar, La Guajira, donde fue exaltado como “Compositor del año” con el tema ‘Un triste final’. Triunfó en el 2013, en el Concurso de la Canción Inédita del Festival Vallenato de Arjona, Bolívar. Ese mismo año concursó en la Canción Inédita del Festival de la Leyenda Vallenata en Valledupar, donde ocupó el segundo lugar con el paseo ‘Mis nietos’. Participó en el Festival Nacional de Música Andina en Medellín con el bambuco ‘Hechicera de besos’, donde logró el primer puesto. Sus avanzados estudios en su especialización le permitieron ser exaltado en la Universidad de Cartagena dentro de la programación de los 191 años de su creación.
La paz del retiro
Después de ejercer durante cuarenta años su profesión como ginecólogo, hace cinco años decidió retirarse de los consultorios y clínicas. Su actividad sigue en la composición y la escritura en una casa finca cercana a la ciudad de Bucaramanga. Producto de ello, nació su más reciente libro ‘Momentos de amor’ donde expone la razón de ser de cada una de sus canciones, su vida relatada y sustentada en excelentes fotografías, que le ha permitido mostrar una nueva faceta en su vida.
Sus constantes encuentros con sus colegas es otra de las actividades que realiza, en procura de conocer los detalles de sus creaciones y todo lo que tiene relación con los derechos de autor y conexos.
En su vida familiar, la visita de sus hijos y nietos es la síntesis de una paz lograda a través de una labor como médico y creador musical acorde con los valores que desde niño le fueron inculcados por sus padres.
Recuerda cuando nació TeleCaribe y su encuentro con el autor y compositor Santander Durán Escalona. ‘Tuve la fortuna de ver nacer lo que es hoy Telecaribe cuyo nombre inicial fue TeleVallenato, proyecto ideado por José Jorge Dangond Castro. Allí en casa del exgobernador Jorge Dangond Daza realicé una píqueria de canciones en donde Santa y yo, cada uno con su guitarra expusimos nuestras obras musicales. Santa me ganó por dos votos’.
En medio de ese momento que vive, no deja de seguir la hoja de ruta que presenta en la actualidad nuestra música vallenata. Sobre ello plantea que, ‘el creador debe ser un relator de sus vivencias y lo que hay en su corazón. La música cambia de acuerdo a la época que se vive, pero que es bueno no apartarse de lo poético y lirico que nos ha acompañado siempre. Si esto se deja de hacer, ¿cómo narrar las diversas formas del amor?, por eso el pasado que encierra nuestras canciones vallenatas perdura en el tiempo, porque se trataron con mucha altura las relaciones afectivas, la amistad y los hechos folclóricos. En cuanto a mis obras inéditas muchas de ellas las he presentado a las nuevas agrupaciones, pero se ha vuelto complejo el tema de la estructura de las obras de los consagrados creadores con relación a los nuevos intérpretes, lo que llevado a nosotros los creadores clásicos a hacerse a un lado, porque esta nueva generación no viaja en la línea de la obra con sentido vallenato’.
La hermandad con el Binomio
Son muchos los recuerdos que encierra la vida de Fernando Meneses Romero con relación a esa agrupación. ‘Tuve la fortuna de conocer a Rafael Orozco en la Jagua de Ibirico, Cesar, cuando andaba con Emilio Oviedo, quien después de terminada la caseta me pidió que le cantara mis canciones. La primera que le canté fue ‘Momentos de amor’, que luego grabaría ‘El binomio de Oro’. En primera instancia no quería creer que esa obra era mía. No asimilaba que un joven médico compusiera canciones vallenatas. Esa noche la ensayamos con mi guitarra y se la aprendió. Después de eso, viajé a Barranquilla a trabajar con el Seguro Social como médico general, lo que me dio la oportunidad de conocer a Israel, quien vivía debajo del apartamento donde residía. Poco tiempo después me trasladé a Cartagena a especializarme en obstetricia y ginecología. Al terminar, me fui para San Andrés Islas donde viví durante cinco años, 1980 a 1985, luego me trasladé a Aguachica, 1985 a 1990, para finalmente residenciarme en Bucaramanga, desde esa fecha hasta hoy, en la que le dediqué a mi especialización cuarenta años de mi vida. Hace cinco años me retiré y estoy dedicado a cantar y escribir’.
‘Al unirse Rafael e Israel viajamos a Valledupar, con el fin de hacerle publicidad a esa unión en la radio del Cesar y a buscar las canciones. Este paso musical le dio mucha importancia a la música vallenata y elevó la imagen de ellos y de nosotros los compositores a los cuales nos grabó. En cierta ocasión viajando por las carreteras de Colombia, sintonicé una emisora de Bogotá donde entrevistaban a Rafael Orozco e Israel Romero. Le preguntaron a Rafa, por qué razón en sus trabajos discográficos aparecían obras de Fernando Meneses y que representaba él para esa agrupación. La respuesta fue contundente y me emocionó mucho. Rafa dijo: ‘Fernando Meneses nació para el Binomio de Oro y el Binomio de Oro para Fernando Meneses’.
Eso me llenó de orgullo sano y más viniendo de un artista de las calidades que él tenía. Eso afianzó nuestra hermandad, en donde él y su compañera Clara Elena Orozco fueron los padrinos de mi matrimonio junto a Israel y su Sra. Más adelante fui el padrino de una de las hijas de Rafa y Clara’.
El poder de las canciones
Está probado que el poder que ejercen las canciones sobre el oyente lo lleva a que este se apodere de su música y de lo que dice el creador. No importa si es romántica, erótica o picaresca, lo importante es como ese pueblo se mete en el alma de las canciones y estas en las entrañas de una comunidad.
No es extraño escuchar a un pescador después de madrugar y llevar tantas horas en intentar proveerse del alimento para él, su familia y el comprador que espera en la playa, cantar a todo pulmón los versos del paseo ‘Momentos de amor’, ‘Como nos duele/cuando sabemos que el ser amado nos quiere/pero hay razones que le impiden y no pueden/demostrarnos que nuestros son sus quereres/y es delicioso cuando te sientes muy cerca de esa persona/cuando respiras su mismo aliento y su aroma/y entre su pecho tu duermes sueños de aurora’. O aquel serenatero al otro lado del mar, quien en medio del amanecer no se cansa de repetir los versos amorosos de ‘Canasta de ensueños’, ‘Si supieras cariñito la falta que tú me haces/cuando no estás a mi lado/caminando entre la gente voy perdido en pensamiento/y siento que más te amo/pedacito de mi alma vivo en cada gesto tuyo/vivo en tu risa y tu llanto/de tormentos hago flores/que en bellos ramos de amores/en notas convierto en canto/. Y en ese cordón que ata a la música con sus propagadores, no importa el lugar, la hora y el oficio que se desarrolle, que impida a una mujer vendedora de comida, poner en alto volumen la música de sus artistas preferidos y dejarnos unos versos de ‘Me gustas porque sí’, ‘Me gustas porque sí, mi amor, me gustas/me tienes tras de ti/las caricias tuyas/me gustas porque sí/oye mi amor, sí que me gustas/y cuando un hombre quiere a una mujer/no hay leyes que lo puedan detener/ni lazos ni ataduras’. No importa si se tiene un amor o nos toca rememorar lo que ya no es, traducidos en ‘Un viejo amor’, cuyos versos están ahí muy a pesar que todo se lo haya llevado el viento del desamor, pero los versos siguen ahí, plegado al alma del que se va o se queda, ‘Los amigos que me encuentro me preguntan que si yo sé de tu vida/ y yo no sé/que si ya cicatrizaron las heridas/ de un amor que pudo haber sido y no fue/ellos creen que por haberme amado tanto/nunca me sacarías de tu corazón/yo hubiera gustado darte lo que soy/como un agradecimiento a tanto amor/y en esa locura de amor/los dos perjudicados/tu amor nunca se me olvidó/y tú no me ha olvidado’.
Félix Carrillo Hinojosa – FERCAHINO