FLORECEMOS EN EL ABISMO

Parodiando al gran pensador colombiano, Alejandro Gaviria, quien en un discurso, con motivo de grados en la universidad que regentaba- La Universidad de los Andes- nos puso a reflexionar sobre los actuales momentos que está viviendo Colombia y razón tiene a lo expresado por él, que nuestro país está viviendo una política de juicios inmediatos. Los hechos así lo demuestran, los últimos acontecimientos a tantos hechos políticos, lo que ha generado la mayor polarización a nivel país, lo que ha venido generando el mayor grado de inconformidad de los diferentes grupos sociales del País.

Pero Alejandro Gaviria fue mucho más allá en el análisis y tomó como referencia al poeta venezolano Rafael Cadenas, quien dejó plasmado como profético lo que le ha sucedido a su país y lo sustenta con argumentos: “aquí estoy de nuevo, tratando de transmitir alguna idea o alguna emoción, sin rendirme, pero consciente plenamente de la extrañeza y la dificultad de todo esto; no sé si hemos cambiado, el corazón humano es inmodificable, estamos hechos de pequeñas lealtades y pequeñas traiciones que fuimos ajustando, refinando, generación tras generación, durante cientos de miles de años de supervivencia, no creo que podamos reinventarnos de afán, muchos sentimos, incluso, que no nos hemos acabado de inventar, mucho menos, vamos a reinventarnos, todos hemos estados alejados, sometidos a los caprichos del virus y también de las autoridades, sea lo que fuere, hemos resistido; quiero, simplemente encomiar su resistencia, su capacidad de enfrentar la adversidad”.

Florecemos en el abismo, dice el poeta venezolano Rafael Cadenas, que nos enseña a vivir y a resistir, a enfrentar las desilusiones de la vida y las desgracias del mundo. La poesía es una forma enaltecida de autoayuda, la vida, escribe Cadenas, no es lo que imaginamos, sino lo que aprendemos a querer, todos ya lo verán, sus padres son testigos existenciales del asunto, tenemos que aprender a amar lo que somos y a desprendernos de lo que alguna vez quisimos ser. Hacemos propio un destino ajeno. Nos define la lealtad a una aventura que no es nuestra, que solo vamos haciendo propia sobre la marcha. Tal vez, como resultado de un miedo esencial a las desilusiones frustradas, de una versión al riesgo que siempre ha exasperado a mis amigos, he tratado siempre de evadir los objetivos totalizantes de los grandes sueños de vida, me produce desazón cuando alguien me dice que su sueño es ocupar un altísimo cargo, la vida tiene que dar espacios para las sorpresas, toca desear varias cosas, tener muchos sueños plan b, plan c y plan d, no creerse predestinado, como quien rechaza un futuro hipotecado a las contingencias de la vida.

Cadenas nos enseña también a enfrentar el fracaso. Tú no existes, has sido inventado por la delirante soberbia. Me has conducido de la mano a la única agua que me refleja, por ti, yo no conozco la angustia de representar un papel; no te canto por lo que eres, sino por lo que no me has dejado ser. Por no darme otra vida, por haberme ceñido, me has hecho humilde, silencioso y rebelde. Así imagino al poeta, humilde silencioso y rebelde, escondido mientras la humanidad recobra un poco la razón, mientras amainan las fuerzas destructivas que acabaron con su país. Ya no espera, ya no tiene muchos discursos, ha adquirido una terrible paciencia, tuvo que reconstruir su vida, después del arrasamiento.

Cadenas, siempre denigró de los fanáticos, desde antes del desastre ya había llamado la atención sobre su odio arrasador. El odio, escribe, nos deja a la intemperie, las palabras las dice el odio, el odio las usa, el odio las maneja, no tiene espacio, nada cabe allí, salvo, ese amo incansable. Sus uñas tenaces, sus ojos ausentes, sus bocas con altavoces obsesivos.

Pero no solo están los fanáticos, también están los inquisidores, que hoy abundan en las redes sociales, convertidos en jueces implacables, negándoles a los otros, lo que reclaman airadamente para ellos mismos, una segunda oportunidad, un poco de comprensión. Cadenas los describe con una especie de elocuencia contenida, van de un sitio a otro, midiendo, anotando, mordiendo aquí, más allá, indician, señalan, dictan, corrigen, acosan, – ahí, dicen, está el culpable, van por el mundo siempre con sus libros de cuentas, sus lápices perversos sus autos de fe, sus pócimas vengativas, extendiendo un rojo metro del cuerpo que la jauría va a perseguir. – Ahí está el que nos traicionó, dicen, escupamos que ahí viene.

Cadenas es consciente de nuestra agresividad esencial, de nuestra inveterada afición de matarnos, de la facilidad con la que recurrimos a la violencia para defender una causa, una visión del mundo, un conjunto de ideas. Todas las doctrinas quieren poner en una horma al hombre. En Colombia, donde seguimos matándonos por una divisa, las palabras del poeta bien valen algunos segundos de atención. Guerra, dice el poeta, “se aniquilan los hijos de la luz, los dueños de la verdad, los gloriosos soldados, misión empapada de sangre, cuerpos irreconocibles, ruidos, cuerpos, de cualquier bando, destrozados en cualquier lugar de la tierra. Como soy elemental, dijo el poeta, en esto de la ética mi parecer es muy sencillo, considero bueno, todo lo que favorece la vida.”

Para finalizar, cierra con este mensaje de Cadenas a los padres: “La paternidad se debe ejercer, dejando ser, no significa pasividad, sino intervenir lo menos posible en la vida de los hijos, a fin de, por supuesto, sigan su camino. Algunos padres se empecinan en meterlos en molde. Hay un episodio del Quijote, en el que el Don Quijote le dice a un personaje, Don Diego Miranda, refiriéndose a su hijo, “déjelo caminar por donde su estrella lo llama”. “Ese es mi mensaje central esta noche, es la invitación a caminar a donde sus estrellas los llamen, siempre dispuestos a cambiar de estrella o de camino, a no caer en la tentación del odio, el fanatismo o la inquisición o la justificación de la violencia, a mantenernos siempre despiertos, plenamente conscientes de que no hay diferencias entre lo ordinario y lo extraordinario y cada instante y cada minuto es un regalo, eso nos debería volver humildes y también hacernos dar las gracias”

Hernán Baquero Bracho 

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