Hay un hecho extraordinario que pasó casi desapercibido para el país a propósito del último censo poblacional: Según las cifras del DANE (2018) la población indígena creció un 36.8%. Hoy ellos representan el 4.4% de toda Colombia: 1.905.617 colombianos conforman todos los grupos étnicos. Comparativamente con el censo anterior (2005) su población creció seis veces el total nacional.
Dicha realidad es tremendamente significativa porque por un lado nos afianza como una sociedad pluriétnica que se extiende a lo largo y ancho de la geografía, y por otro lado obliga a ajustar las políticas públicas, de modo que éstas sean capaces de atender las crecientes necesidades de estas familias y los niños que vendrán en camino, pues el mismo censo mostró una tasa de fecundidad que duplica la media nacional.
Para el caso guajiro, sabemos que nuestro territorio es el hogar de la comunidad Wayuu, la mayor en número de habitantes (380.460, según el censo), es decir, representa el 20% entre todas las etnias.
Debemos asegurarles su inclusión en los planes y programas de desarrollo. La palabra bienestar no está asociada únicamente a la buena salud de los individuos. Bienestar es tener oportunidades para crecer dentro de la sociedad, el derecho al conocimiento y la posibilidad de acceder a los cargos públicos, un anhelo legítimo de cada ciudadano. Tenemos muy buenos ejemplos de hombres y mujeres wayuu que son dignos embajadores de nuestra región, orgullo de nuestra tierra, dignos de emular.
Impulsar las capacidades del pueblo wayuu –y de manera especial la de los niños, niñas y jóvenes- implica ofrecerle el acceso al conocimiento, no solo en los niveles de la educación básica y media. En ese sentido, sin desconocer la importancia y el reconocimiento que hoy tiene la Universidad de La Guajira, estamos demorados en gestionar ante el Gobierno central la creación de una universidad indígena intercultural como ya la tiene, por ejemplo, el departamento del Cauca.
Me refiero a un centro de educación superior dentro de su propio territorio donde cada estudiante pueda recibir la mejor formación académica en su lengua nativa y con respeto a su autonomía, identidad y cosmovisión del mundo, de modo que se protejan saberes ancestrales y se transmitan a las nuevas generaciones, contando con las debidas acreditaciones por parte del Ministerio de Educación Nacional. Municipios como Uribia (donde se concentra el 41.7% del pueblo Wayuu) o Manaure (18.7%) son dos buenas opciones para que se ponga la primera piedra de esta loable iniciativa.
Programas académicos como: administración y gestión propia, derecho propio intercultural, auxiliares de enfermería propias, licenciatura en saberes ancestrales, podrían ser, entre otros muchos, resultado de la puesta en marcha de esta iniciativa.
Sé que un proyecto de tal envergadura parece quijotesco, pero quedarnos de brazos cruzados no ayuda mucho. No necesitamos una ley y un largo proceso en el Congreso de la República. Se requiere la voluntad política nuestra como departamento para elevar la solicitud en Bogotá, debidamente soportada, y apelar obviamente a la voluntad política del gobierno entrante, el próximo 7 de agosto. De otra parte, seria indispensable unir esfuerzos (Gobernación, Alcaldías y congresistas) para crear la primera universidad indígena intercultural de La Guajira, con acceso a una oferta académica suficiente para que jóvenes sean arte y parte del progreso en condiciones dignas.
No olvidemos que “el 47,9% de la población guajira es indígena y que el 45% de la población guajira es wayuu”, destacándose que el 42,2% de los wayuu son menores de 14 años, como se lee en un reporte que hizo en su momento el informativo digital Tüü Pütchika (La Palabra). No olvidemos que otras etnias indígenas están asentadas con sus anhelos en esta esquina del norte colombiano.
Un papel fundamental de cualquier congresista es gestionar las obras que la gente necesita y esta es una tarea para la cual quiero comprometerme. Pasar a la acción en busca de soluciones reales. Hagamos Equipo por este sueño que hoy me llena de ilusión.
Jorge Cerchar