HOBBITS, HOOLIGANS, VULCANIANOS Y EL RIESGO DEMOCRÁTICO

Hace años se consideraba que la democracia era la una forma justa de gobierno y generaba los mejores resultados en materia de bienestar. Pero en día, ese axioma se pone en duda, tal cual lo demuestra Jason Brennan en su libro Contra la democracia (Deusto, 2018). El economista se apoya en la «Teoría ingenua de la democracia» para mostrar la decadencia de la democracia debido al bajo índice de participación y el poco compromiso cívico de los electores. El autor soporta la tesis de que los ciudadanos no se están tomando en serio la responsabilidad del autogobierno.

La democracia es una herramienta. Si encontramos una mejor, deberíamos sentirnos libres de usarla. Porque, aunque es posible que existan algunas formas de gobierno intrínsicamente injustas, la democracia no es exclusivamente justa. Uno de sus principales defectos es el sufragio universal no restringido e igualitario, en el que cada ciudadano tiene derecho a un voto de forma automática. El problema es que este tipo de sufragio incentiva que la mayoría de los votantes tomen decisiones políticas equivocadas y luego imponen esas decisiones a gente inocente.

En referencia a los bemoles de la democracia, John Stuart Mill se preguntó: la participación política, ¿ennoblece o corrompe?  Una respuesta apropiada a este interrogante se apoya en la tesis de que la democracia empodera a cada persona con la misma cuota básica de poder político. Pero se trata de una porción muy pequeña. Como la porción es tan chica, los ciudadanos tienen pocos incentivos para utilizar su poder de una manera responsable y son motivados a seguir siendo ignorantes e irracionales.

Brennan define que la democracia es el gobierno de los hobbits y los hooligans, y detalla los tres modelos del comportamiento del votante en función del grado y la forma en que participa:

Los hobbits son «ciudadanos poco informados, con escaso interés y bajos niveles participación en política. Normalmente, tienen compromisos ideológicos volubles o débiles». En contraste, los hooligans son ciudadanos muy informados que tienen sólidos compromisos con la política y su identidad ideológica. Están cerrados por sus sesgos cognitivos, como el sesgo de confirmación o el sesgo intergrupal. Para ellos, la política es en buena medida un deporte de equipo. Sus opiniones políticas forman parte de su identidad. Tienden a menospreciar a quienes no están de acuerdo con ellos y poseen una visión distinta del mundo. Y finalmente, se encuentran los vulcanianos, el ideal del votante. Este grupo está conformado por pensadores perfectamente muy informados. Piensan en la política de una manera científica y racional. Sus opiniones están sólidamente fundamentadas en la ciencia social y la filosofía. Son conscientes de sí mismos y están seguros de algo solo en la medida en que las evidencias lo permiten.

Estos son meros arquetipos conceptuales. Algunas personas encajan mejor que otras en estas descripciones. Nadie consigue un vulcaniano auténtico; todo el mundo es al menos un poco parcial. En nuestro país, como en varias democracias, casi todos los ciudadanos están dentro del espectro hobbit-hooligan. El abstencionista medio es un hobbit y el votante medio es un hooligan.

Una alternativa a la democracia es la epistocracia, un sistema el poder político es conferido a los ciudadanos más competentes o con mayor conocimiento. Y reitera el autor en la definición del gobierno de los expertos: «… un régimen político es epistocrático en la medida en que el poder político es distribuido formalmente de acuerdo con la competencia, la habilidad y la buena fe para actuar según esa habilidad». La epistocracia no es gobierno de los vulcanianos. Al respecto, el autor plantea una propuesta epistocrática, el llamado «gobierno por oráculo simulado», donde se utiliza a los votantes hooligans y hobbits para estimar lo que querrían los vulcanianos. Asevera, además, que para lograr votantes vulcanianos se debe superar la ignorancia racional con procesos educativos y cambios en la cultura cívica la población, partiendo de la premisa, que la mayoría de los ciudadanos no nos están haciendo un favor por el hecho de votar.

El libro precisa una falencia de la mayoría de los sistemas epistocráticos: el conocimiento político no es compartido de manera equitativa por los miembros de todos los grupos demográficos. Una preocupación que conlleva al «riesgo democrático» de la representación demográfica desigual. Disparidad asociada a la segmentación de los votantes por el nivel de conocimientos, en especial en las zonas geográficas apartadas y habitadas por minorías étnicas, convirtiéndolas de plano en poblaciones electoralmente marginadas y vulnerables. Un sesgo que a nuestro entender se puede corregir con las circunscripciones especiales y los sistemas diferenciados de representación popular.

De la resolución del debate epistocrático y su conveniencia sobre otras formas de gobierno se encargó Aristóteles, quien le respondió a Platón que «aunque el gobierno de los reyes filósofos fuera el mejor, nunca tendríamos reyes filósofos». Pues en razón a tal devenir, de la frase del pensador polifacético se sobreentiende que las personas reales simplemente nunca son tan sabias o lo suficientemente buenas para ocupar ese papel, ni, al contrario de lo que creía Platón, podemos formarlas de manera fiable para que lleguen a ser sabias o buenas.

Por último, es bueno recordar que las decisiones políticas son de gran trascendencia. Luego, es válido preguntarse: ¿Cómo se atreve alguien a tomar decisiones de manera incompetente, tal cual ocurre en las democracias? Como contestación, varios economistas y teóricos del derecho han sostenido que deberíamos utilizar formas más racionales de gobierno como la «futarquía», una propuesta del economista Robin Hanson basada en la elección de oficiales por votación, los cuales, posteriormente son encargados de definir las medidas del bienestar nacional, dejándoles a los mercados de predicción la determinación de las políticas con efecto más positivo para toda la población.

 

Arcesio Romero Pérez

Escritor afrocaribeño

Miembro de la organización de base NARP ASOMALAWI

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Un comentario de “HOBBITS, HOOLIGANS, VULCANIANOS Y EL RIESGO DEMOCRÁTICO

  1. ALBERTO dice:

    Interesante, en el ultimo párrafo se resume y propone lo justo y para que el elector sea mas ecuánime al momento de elegir se debe instruir al elector desde la escuela enseñando, que o cual es el principio o “Filosofía” de cada partido, interpretada desde la razón y la lógica formal e histórica de cada partido,

    Hágale pues maestro que usted es un pensador,

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