Colombia se ha comprometido al igual que otros 195 países a la descarbonizacion global mediante la reducción de GEI (Gases de Efecto Invernadero), para impedir inundaciones, atenuar potencia de huracanes, sequias extremas, riesgo de que la temperatura aumente a más de 5° con respecto a la temperatura de la era preindustrial. Está haciendo carrera la tesis de que como nación somos ínfimos aportantes directos de GEI, lo cual es totalmente cierto, pero se convierte en un sinsentido en el contexto y carácter mundial que ha adquirido el asunto de la Transición Energética. Amén de que simultáneamente con la exportación de carbón y petróleo somos exportadores de GEI. Generamos en aquellos países a los que le exportamos carbón y petrolero 3,87 veces la emisión de GEI, de manera que no solamente exportamos combustibles fósiles, simultáneamente estamos contribuyendo en esos países y por ende en el contexto mundial, con el Cambio Climático. O sea que le trasferimos la contaminación a nuestros clientes compradores.
Por otro lado, seguir dependiendo del carbón y del petróleo representa un riesgo para la estabilidad económica del pais, no somos una ínsula, somos una nación articulada, interdependiente en un mundo globalizado. Estamos bien distante de la autarquía económica. De no reducir su dependencia del carbón y los demás fósiles, Colombia se verá abocada a impactos macroeconómicos significativos, de mantener su dependencia de los precios del carbón en la medida en que el mundo avance hacia la Transición Energética, la sustitución de la demanda de generación de energía de fósiles hacia fuentes renovables no convencionales. Las perspectivas futuras del mercado del carbón y de su demanda en particular en los países hacia los cuales Colombia exporta un alto porcentaje de su producción de carbón térmico apuntan a la baja.
Se ha soslayado un concepto bastante arraigado en el entorno de la minería de carbón y que puede ser absolutamente determinante, decisorio para acelerar y tomar las medidas adecuadas sobre el caso de PRODECO en el departamento del Cesar. Nos referimos al concepto: Activos Varados, la comprensión correcta del concepto nos ilustra sobre el riesgo que plantea la reactivación del proyecto minero al que renunció PRODECO. Dado el horizonte temporal de los proyectos mineros, sumado a la cada vez mayor amenaza que representa el avance de la implementación de las energías limpias cuyos costes son decrecientes, y también por la particularidad de que los activos invertidos en la minería tienen una vida útil prolongada, además de dilatados periodos de amortización; insistir en el tema de PRODECO se antoja cada vez mas inviable. El riesgo de la obsolescencia económica en los proyectos mineros es día a día una verdad incontenible.
Los activos abandonados o varados se definen como activos que han sufrido depreciaciones, devaluaciones o conversiones a pasivos imprevistos o prematuras. Los riesgos relacionados con el medio ambiente que pueden dar lugar al abandono de estos activos, puede afectar directamente la degradación de capital natural de recursos como el agua, suelo y aire y aportar negativamente al cambio climático
Ya lo habíamos anotado en una columna precedente, el fósil (carbón) vivió entre los años 2020-2021 una bonanza, efímera y coyuntural. Diversas circunstancias entre las cuales señalamos al conflicto ruso-ucraniano, la reapertura industrial del 2021, luego de la Pandemia del Covid -19, que se tradujeron en un aumento de la demanda energética mundial influyeron en esa bonanza. A partir de allí lo que se espera y está ocurriendo es una desaceleración de la demanda mundial de carbón térmico. Al primer semestre del año 2023, las exportaciones alcanzaron los 25 millones de tonelada, la proyección al finalizar el año, es de 55 millones de toneladas.
El año pasado las exportaciones totales fueron de 65 millones de toneladas, por un valor de US 9,500 millones. La cifra de carbón exportado el año pasado, superaría en 10 millones de toneladas lo pronosticado para este año 2023.
Todo lo anterior deja un panorama excesivamente dependiente a los desarrollos de los mercados de carbón que han ocurrido luego de la invasión rusa a Ucrania (Yanguas-Parra et al., 2023). El mercado mundial ya pudo experimentar los récords históricos en los precios internacionales de carbón luego de ese suceso. Sin embargo, en cuestión de meses ha ocurrido un descenso rápido de estos valores. Como se puede ver en las cifras de Wood Mackenzie (2023), está previsto que el valor de referencia para Colombia (“FOB Puerto Bolívar”) baje del pico, en 2022, de 304,72 USD/t a 125.53 USD/t, en 2023. De hecho, según la misma fuente se estaba esperando que el precio del carbón entregado en puertos ARA (Amberes, Róterdam y Ámsterdam) bajara de 313 USD/t (2022) a 138,65 USD/t (2023).
A 19 de junio de 2023 la cotización estaba ya en menos de 113 USD/t. Aun cuando se trata de un mercado que ha experimentado periodos de volatilidad, usualmente su promedio ha estado en 107,25 USD/t (Wood Mackenzie, 2023). Así, se vuelve crucial entender qué es lo que ha inducido esos periodos de volatilidad y qué cambios estructurales, están ocurriendo que puedan afectar de manera más permanente esa franja de precios.
Esto es de particular importancia considerando sucesos como los registrados en abril de 2020, cuando el carbón alcanzó los 38,6 USD/t y aceleró la renuncia anticipada de los proyectos de Prodeco en el Cesar (ANALDEX, 2021) o los que se dieron luego de la invasión a Ucrania en 2022, año en que el mundo superó por primera vez la barrera de los 8000 millones de toneladas de carbón extraído, la mayoría en China (IEA, 2022c). Sin embargo, y como lo indican distintos trabajos son muchas las razones que sugieren que ese aumento es algo puramente coyuntural.
Lo que ocurre siempre con los precios de los commodities, están supeditados a los vaivenes del mercado mundial, pero ya en este caso específico de los combustibles fósiles se le suma una amenaza permanente, una Espada De Damocles representada en el compromiso mundial de la Transición Energética, acelerada por el Cambio Climático.
Pronósticos de la Agencia Internacional de Energía (IEA) hablan de una estabilización del mercado en los próximos años. Con la salvedad de que a las regiones a las que históricamente ha exportado Colombia se predice una disminución en el consumo. Lo cual está relacionado, por ejemplo, en el caso de los Estados Unidos que es un prominente comprador de carbón criollo, nación en la cual se presentó una reducción significativa en los costos a las termoeléctricas, lo cual les conllevó a transitar hacia las FCCER combinadas con tecnologías de almacenamiento como alternativa a continuar operando con carbón. Esta tendencia en la reducción de los costos muestra una clara tendencia hacia la creciente viabilidad económica de las energías renovables y el almacenamiento, tendencias que son globales, con las notables excepciones de China y la India.
Pero existe un factor raramente considerado en los análisis que le apuestan a la sustitución del carbón por energías renovables y es el asociado con los activos varados o abandonados en minas de carbón a nivel mundial. Ya vislumbramos arriba la amenaza que constituyen los activos varados en esta coyuntura de Transición Energética.
Estos resultados se acercan a los que produjo la IEA (Agencia Internacional de Energía), que alerta en su propio escenario compatible con la reducción de la temperatura en 1,5 °C que, la demanda mundial de carbón puede caer de 5250 a 2500 millones de toneladas equivalentes de carbón entre 2020 y 2030, y a tan solo 600 millones de toneladas equivalentes de carbón en 2050.
El objetivo sensato es apostarle a la Transición Energética con justicia social. Una investigación de Hauestein, advierte sobre trayectorias compatibles con 1,5 °C habla de posibles disminuciones del uso de carbon térmico de entre el 75 % y el 93% entre el 2020 y 2030, y alerta sobre el hecho de que, del total de la producción mundial del carbón en 2030, el 86% procederá de solo tres países: China. Indonesia e India. China e India producen exclusivamente para sus mercados nacionales, que son los dos últimos principales consumidores en 2030, mientras que Indonesia sigue produciendo tanto para uso doméstico, como para exportación.
Muchos países están abordando la transición energética del carbón mediante un enfoque que prioriza la justicia social y laboral. Han establecido diálogos entre gobiernos, empresas y trabajadores para planificar la transición, incluyendo acuerdos sobre la eliminación gradual del carbón y compromisos con la creación de empleos sostenibles. Una transición justa implica garantizar la confianza de los trabajadores, ofreciendo oportunidades laborales en sectores renovables y evitando que queden abandonados o afectados negativamente (World Bank, 2021c). Se trata de exigirle al gobierno nacional que en un dialogo tripartita se le encuentre una salida lo menos traumática posible, lo menos onerosa y que se inserte en las tendencias mundiales.
Algunos analistas e interesados o los dos sectores al mismo tiempo, no prevén nada diferente a renovar o reactivar el proyecto al que renunció PRODECO, como si no hubiese camino distinto al carbón. O sea, sin carbón no hay vida, cuando las realidades y las tendencias nos están demostrando es que con carbón hay muy poca vida.
José Luis Arredondo Mejía