INDÍGENAS, NUESTRO TESORO CONVENIENTE

Dicen que la agresión es una forma de expresión del dolor, sufrimiento y frustración que se lleva por dentro. No se justifica ni se acepta, pero sí se comprende. La Comunidad Indígena Emberá protagonizó un episodio lleno de violencia y agresión contra la fuerza pública colombiana y gestores de convivencia, lo que no solo generó indignación, sino cuestionamientos frente a la motivación de sus acciones. ¿Tenemos doble moral frente a los indígenas colombianos? Analicemos.

El pasado miércoles 19 de octubre, los colombianos fueron testigos de un incidente lleno de violencia, lejos de una sana protesta social en donde parte de la Comunidad Indígena Emberá bloqueó la entrada y salida de personas que se encontraban en el edificio de Avianca en Bogotá, según ellos, como símbolo de protesta frente al incumplimiento de los acuerdos generados los días 5 y 6 de mayo del presente año, con el Gobierno Nacional y el Distrito Capital, junto a representantes de la Defensoría del Pueblo, la Comisión de la Verdad, la Procuraduría y la Personería de Bogotá, quienes además, fueron garantes de sus compromisos, de los cuales se destacan: 1) La participación de las Autoridades Indígenas en la reformulación de la política pública indígena; 2) Su intervención en la creación de una estrategia para la implementación del artículo 66 del Plan de Desarrollo Distrital, el cual cuenta con enfoque diferencial étnico. 3) Garantizar alimentación, transporte, atención escolar, salud a la primera infancia y a las personas que se encuentran reubicadas temporalmente en la UPI La Florida; 4) El apoyo a proyectos productivos a quienes retornen a su territorio; 5) Para las personas que iban a ser reubicadas en Bogotá, la Unidad para las Víctimas, se comprometió a la entrega de 200 “kits de hábitat” con colchonetas, cobijas, sábanas y toldillos, entre otros.

De acuerdo con el DANE, en Colombia hay más de 600.000 indígenas, a los que el Estado considera patrimonio nacional invaluable como riqueza cultural y social. Se encuentran organizados en 81 grupos, hablan 75 lenguas diferentes y habitan el 25% del territorio nacional. Por lo anterior, El Estado Colombiano en su Constitución Política reconoce y protege la diversidad étnica y cultural de la Nación (artículo 7) y es obligación del Estado proteger las riquezas culturales (artículo 8).

Somos orgullosos de nuestra diversidad cultural y social, pero sólo en palabras y letras. Tenemos una doble moral y un doble racero que ni nosotros nos damos cuenta. ¿Cuántos no han visto con desprecio a los indígenas que se encuentran, por ejemplo, en las calles del centro de Bogotá? ¿realmente nos importan nuestros indígenas, o sólo los tenemos presentes para alardear de ellos frente a extranjeros o, verlos de lejos como seres extraordinarios si viajamos a Santa Marta o a la Guajira y, ocasionalmente tomarnos una foto con ellos? o, ¿cuándo el presidente de la República va a la Sierra a hacer su respectivo ritual para recibir la “bendición” indígena? ¿alguien se había percatado de las condiciones en las que se encontraban viviendo en La Rioja en Bogotá, antes del incidente del miércoles?

Nos encanta el sensacionalismo y morbo mediático. A todos nos impresionó las imágenes tan perturbadoras de los indígenas agrediendo a policías, miembros del ESMAD y a gestores de convivencia de la Secretaría de Gobierno de Bogotá, y es que eso es lo que tiende a quedar en la mente de los colombianos: el desproporcional, inaceptable y deplorable actuar de los indígenas. Y, por supuesto que su actuar estuvo lejos de estar bien. No podría aceptarse ninguna indignación que tuviera como resultado 27 heridos, dentro de los cuales, 14 son policías, 8 gestores de convivencia y 5 civiles. Sin importar su motivación, no justifica su reacción. Sólo que también, hay que quitarnos nuestros sesgos y mirar qué hay detrás.

Tenía razón el líder de la comunidad indígena Emberá, Uriel Queragama, frente a la motivación de los hechos violentos, cuando decía: “todo lo que ocurrió fue una manifestación porque llevamos meses en condiciones deplorables después de haber salido del Parque Nacional en Bogotá”. Se entiende su frustración, más nunca su respuesta a ella. Pero claro, los tenemos presentes cuando nos conviene o cuando se manifiestan, pero no de forma constante y se les trata como incapaces e ineptos, pues poco se les cumple y lo peor aún, el trato digno hacia ellos es realmente circunstancial.

Ahora bien, lo ocurrido también el miércoles en Bogotá es una muestra de la falta de autoridad en la Capital, del desorden y costumbre que ya se ha vuelto generar cualquier tipo de agresión frente a la fuerza pública, sin que logren respetar a los policías, miembros del ESMAD o gestores de convivencia. No los respetan, pasan por encima de ellos y peor aún, la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, daba su punto de vista estando fuera del país. Esta vez, Gustavo Petro hizo las cosas bien: al poco tiempo de los incidentes, se dirigió a visitar a los heridos en el hospital y posterior a ello, se reunió con representantes de los indígenas para dialogar y comprender lo ocurrido. No fue indiferente.

Ojalá nuestro orgullo por la diversidad étnica, cultural y por nuestra gran riqueza en Colombia, no sólo sea circunstancial para mostrarle a los extranjeros nuestras riquezas, sino también, que nosotros mismos seamos garantes y cuidadores de lo nuestro. Lo que se ama, se cuida, en el amor y en la vida.

PAULA CALDERON BUITRAGO 

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