JUSTICIA DIVINA

Todos en algún momento hemos dicho “Dios no se queda con nada”, en ocasiones cuando vemos noticias donde la justicia terrenal es nula o insuficiente, manifestamos que nada ni nadie se escapa de la justicia divina.

Es cierto que Dios es justo, pero siento que los seres humanos la vemos más como un karma o una venganza cuando no es así.

Somos muy rápidos para quejarnos de las injusticias de la vida, en muchas ocasiones, incluso nos hemos quejado de las injusticias de Dios, olvidándonos que Jesús, quien pudo quejarse de la cruz no lo hizo, es el único hombre inocente a quien el mismo Dios entregó a la muerte.

¿Como se explica a un Dios justo castigando a un inocente, que además es su propio hijo? Pues bien, aquí es donde no comprendemos como algo tan horrible fue la prueba más grande de amor del Padre para la humanidad.

La realidad es que ese no fue un acto de justicia, sino de gracia, la justicia de Dios se manifestó después, cuando levantó a Jesús de entre los muertos, demostrando su poder sobre la muerte y ofreciéndonos su perdón, reconciliación y salvación a través de su Hijo. Pues todo aquel que en Jesús cree tendrá vida eterna (Juan 3:16)

Dice Deuteronomio 32:4, que Jesús es la Roca, cuya obra es perfecta, todos sus caminos son de rectitud… Dios es justo y recto. La justicia divina no se compra, no se negocia, no es vacilante ni se corrompe como la justicia de los hombres, la cual debería ser una luz de esperanza para la gente. ¿Pero cómo puede esa justicia de Dios ser perfecta cuando pasan tantas cosas terribles en el mundo?

Romanos 1:18 dice que la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad. Este versículo nos habla de la ira de Dios contra nuestra maldad, la tuya, la mía, la de todos, es provocada por nuestro rechazo a su verdad, por eso la cruz es tan importante, un gesto donde Dios con amor nos dice “mataron, robaron, se calumniaron, se mintieron, se humillaron, se insultaron, se odiaron, se envidiaron, se ignoraron… entre ustedes, pero vengan a mí, reconozcan sus pecados, arrepiéntanse de corazón, que yo los perdono y los salvo”

La justicia de Dios no es parcial, no se compra ni se vende como la justicia de los jueces en la tierra. Él juzga según la verdad sin importar a la persona que está siendo juzgada. Esto lo enseñó el salmista, cuando dijo: Justicia y juicio son el cimiento de tu trono; misericordia y verdad van delante de tu rostro” (Salmos 89:14).

Somos muy incoherentes, queremos que la justicia sea aplicada a los pandilleros, ladrones, sicarios, políticos corruptos, abusadores, a los delincuentes, a los abusadores y a todos aquellos quienes practican la injusticia notoriamente. Si alguien nos hace algo malo deseamos que esa persona lo pague, pero y si hacemos memoria de nuestra propia maldad, ¿también pediríamos justicia con tanto fervor? ¿Por qué razón Dios debería ser justo con la maldad de otros, pero ser misericordioso con la maldad nuestra? Nuestro gran problema con la justicia de Dios es que cínicamente queremos un Dios hecho a nuestra medida, un Dios de nuestro lado, olvidándonos que es Dios de TODOS.

La verdad bíblica es que la ira y el amor de Dios no son excluyentes, nos parezca o no, actúan juntas. Cuando un padre o madre castiga a su hijo porque, por ejemplo, golpeó a otro compañero en el colegio, no significa que no lo ame, porque lo ama, lo corrige y castiga, porque quiere guiarlo, enseñarle a través del castigo, así es Dios con nosotros, Así pues, no pidas justicia con odio o ira, no está mal pedirla, lo que está mal es no reconocer que nosotros también pecamos, que también debemos arrepentirnos, tomar el camino correcto cuando nos hemos desviado, que nuestro llamado es a perdonar y hacer el bien independientemente de la manera en la que Dios vaya a actuar o hacer justicia, ese no es nuestro trabajo. Hay que dejar a Dios, ser Dios.

En 2 Timoteo 2:15 se exhorta a los creyentes a presentarse delante de Dios aprobado, como obreros que no tienen nada de qué avergonzarse, esto es vivir conforme a la verdad, evitando discusiones vanas y demostrando diligencia en el servicio a Dios, no, no se traduce en no pecar y ser perfectos, Dios no nos pediría imposibles, nos pide confesar nuestros pecados para ser perdonados y limpiarnos de toda maldad  (1Juan 1:9), a limpiarnos las manos y purificar el corazón (Santiago 4:8) y es que solo se limpia lo que está sucio y se purifica lo que está contaminado.

Cuando Cristo venga, su propósito no solo es que estemos con él, aunque así fuera, eso sería más que suficiente, también trae como propósito recompensar a cada uno según sus obras (Apocalipsis 22:12).

Solo tú sabes lo que has hecho y dejado de hacer, cómo has obrado, lo que has dicho en público y en privado, lo que has pensado, lo que has sentido, nada se esconde de los ojos de Dios. Pregúntate hoy ¿Mi recompensa será buena o será mala?

Jennifer Caicedo

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