JORGE ALFONSO BRIEVA URBINA es una figura indiscutible de San Juan del Cesar, su pueblo natal. Aunque solo me lleva un par de años, su largo trajinar con todas las generaciones de su tiempo le dieron a muy temprana edad un estatus de hombre experimentado. Era un muchacho que exploraba todas las facetas de la vida sin que ningún obstáculo se lo impidiera, pues su madre Rosa Dolores Urbina se encargaba de complacer todos los caprichos de su primogénito varón. Y la barrera económica no existía, pues su padre, el Doctor Jorge Brieva Quintana era uno de los Médicos con mayor capacidad de generación de efectivo en toda la comarca. JORGE ALFONSO era ídolo de muchos adolescentes que sonaban con imitar sus travesuras de hombre parrandero, mujeriego y aventurero, aunque en realidad era apenas un joven con un promisorio futuro delante de su vida. Eso lo llevo a experimentar muchos intentos fallidos de convertirse en profesional. En su primera incursión universitaria quiso ser Medico como su Padre, pero solo pudo completar un ano de escolaridad. Quiso insistir en convertirse en un profesional de la salud y entonces probo obtener un diploma de odontólogo. Por algunos tropiezos misceláneos en su segundo intento, cambio el enfoque de su visión profesional y entonces le apunto a convertirse en Economista. Creo que esta decisión no estaba muy madura y de repente lo vimos matriculado en una Facultad de Administración de Empresas.
Esta agitada agenda de estudiante universitario nos llevó a graduarlo como uno de los Tipos más cultos de la Provincia, pues en tres años había nutrido su cerebro con una copiosa información de cultura general muy variada, habida cuenta de las múltiples áreas de conocimiento profesional que en tan corto tiempo había explorado. JORGE ALFONSO se regocijaba con nuestras bromas y durante muchos años tuvimos la fortuna de gozar de su ingenio chispeante tanto en Bogotá, donde cumplíamos deberes estudiantiles, como en San Juan del Cesar, donde cumplíamos funciones mixtas de recreación y ayuda a nuestros padres en su trabajo. Su personalidad extrovertida y alejada de cualquier asomo de preocupación o estrés, hizo que cosechara apodos absolutamente pertinentes con su personalidad relajada: “La Guanabana”, “El Andariego” y “Flor de Mayo”. El primero porque era la fruta más compatible con su comportamiento por la analogía con su figura corporal y por la disposición anímica que la fruta simboliza para el festejo sedentario. El segundo apodo adjudicado fue porque le puso una serenata a su Papa Jorge Brieva Quintana con esta canción de Poncho Zuleta que en su primer verso expresa … “Soy parrandero de nacimiento, es una herencia de mi Papa…”. Y el tercer apodo también lo cosecho como consecuencia de la absoluta compatibilidad de JORGE ALFONSO con esta canción de Héctor Zuleta, con quien tanto parrandeamos en Bogotá.
La vida de JORGE ALFONSO en la capital colombiana transcurría en aquellos tiempos (finales de los 70’s) con más compromisos en la agenda parrandera que en la agenda universitaria. Y como consecuencia de ello, era frecuente que el flujo de efectivo presentara severos y prolongados tiempos de escasez, muy a pesar de que su madre, Rosa Dolores Urbina, le enviaba giros extras de manera furtiva. En ese entonces aprendí una de las mejores lecciones de mi vida, cuando JORGE ALFONSO me dijo un día que no teníamos dinero para cenar:
- Joven, ahora que nos llegue el giro, nos vamos a dar un lujito, oyó. Nos vamos a ir a comer un pollito en “Las Colonias” (Un popular asadero de entonces)
Ese detalle siempre lo conservo en la memoria como una muestra de sencillez, pues muchas veces la felicidad es producto de aquellas cosas que no necesariamente tienen un alto costo, sino de aquellas que tienen una alta rentabilidad de satisfacción personal. Y estos tiempos de pandemia han ayudado a potenciar la valoración de esos momentos cada vez más escasos, pues desde entonces comprendimos que el lujo no es una colección de objetos costosos sino la oportunidad de vivir a plenitud los momentos sencillos.
Aunque la vida estudiantil a JORGE ALFONSO se le escapó de las manos, como el agua entre los dedos, sus amigos fuimos testigo de muchos gestos nobles de su corazón. Él era un hombre ajeno a los conflictos y en una ocasión amaneció en la habitación que sus primos Ariza Urbina tenían alquilada en la Avenida Caracas con Calle 67, en Bogotá. La habitación era tan grande, que tenía el tamaño de un apartamento y las divisiones internas se hacían con estantes de libros que se apoyaban en bloques de concreto y tablones rústicos, los cuales servían de contorno a las 6 camas que albergaba la gigantesca habitación. Después de un viernes nocturno con una intensa jornada etílica, al amanecer del sábado casi todos los habitantes fijos y ocasionales que habían pernoctado en esa alcoba con tamaño de potrero salieron muy temprano, excepto Julio Ariza y Jorge Brieva, quienes en ese momento tenían el habla suspendida por alguna divergencia familiar. El guayabo era tan fuerte, que JORGE ALFONSO hizo una temporal claudicación de su orgullo y desde la cama lanzo al viento una propuesta sin tener la seguridad de que sería aceptada.
- Bueno, yo ahí tengo una panela y unos limones. ¡Si quieren agua de panela fría, pongan Ustedes el hielo…!
Julio no se dio por aludido ante la propuesta impersonal que JORGE ALFONSO había dejado en el aire. Sin embargo, el radiador de Julio estaba tan seco, que se puso la ropa sin bañarse, salió en silencio de la pieza y al rato regreso con el encargo. Aunque ellos continuaron con el habla suspendida por algún tiempo más, esa mañana sabatina pudieron mitigar el guayabo haciendo un breve armisticio en su temporal enemiguez.
Recuerdo que Don Augusto Zúñiga disfruto mucho una anécdota que alguna vez le referimos sobre una singular ocurrencia de JORGE ALFONSO. Tanto fue su deleite, que después de escuchar la historia, en adelante dejo de llamarlo por su nombre y se refería a él como “El Sendo”. He aquí la historia:
En nuestra época de estudiantes universitarios, Dona Divina Urbina estaba convaleciente de una operación en la Clínica del Country en Bogotá. En cumplimiento de un deber social, fuimos a hacerle la visita correspondiente. En vista de que había mucha gente en la habitación, yo propuse que fuéramos a la cafetería, con el fin de despejar un poco el espacio. Bajamos al primer piso, entramos a la cafetería y ocupamos una mesa de cuatro asientos. Estábamos JORGE ALFONSO, Pizzi Ariza, mi hermano Javier y yo. Al momento de sentarnos, me dirigí al mesero y le dije:
- Por favor Señor, nos trae sendos tintos.
Casi sin yo haber terminado de hacerle el pedido al mesero, JORGE ALFONSO espepito los ojos, giro la cabeza hacia mí y me lanzo en silencio una mirada abiertamente interrogativa. El mesero tomo nota y se alejó para traer el pedido solicitado.
Al poco rato llega el mesero con tres pocillos de tinto y procede a colocarlos frente a cada consumidor. Puso uno frente a mí, un segundo pocillo frente a Pizzi y el tercero lo puso frente a Javier. A JORGE ALFONSO le bailaban los ojos. El mesero se retiró e inmediatamente JORGE ALFONSO palmoteo sus manos e increpo al mesero:
- ¡Joven…! Y el sendo mio… ¿Dónde esta…?
Tiempo después, cuando dejamos de ser universitarios y nos convertimos en jóvenes haciendo pininos de adultos, aterrizamos nuevamente en San Juan del Cesar. JORGE ALFONSO siguió su vida bohemia y seguía frecuentando sus amigos de siempre. Ya había liberado su corazón de las cadenas emocionales que le impuso la ruptura amorosa con mi prima Marcela Maribeth y ahora tenía el corazón hipotecado a otra prima muy querida: Yadira Josefina había logrado enjaular su corazón aventurero y con ella sello su futuro amoroso cuando una mañana muy temprano fuimos en comitiva abundante hasta la bella Iglesia de El Molino, donde recibieron la bendición nupcial. Una vez convertido oficialmente en cunado de mi primo Gustavo Ariza y en yerno de Gabriel Eugenio, JORGE ALFONSO comenzó a trabajar con su suegro en las labores agropecuarias a las que este se dedicaba. Una mañana JORGE ALFONSO llego al centro de acopio lechero que estaba bajo el mando administrativo de “Chilo” Daza conduciendo la pintoresca camioneta de don Gabriel, en la cual se disponía a entregar la producción diaria de 5 calambucos de leche cruda procedentes de “Hatico”. JORGE ALFONSO bajo los 5 calabucos, los puso en la plataforma de recibo y se puso a conversar con su amigo “Chilo”. Mientras esto ocurría, llego “El Mono” González, el conductor de Rafael Giovannetti, el papa de Marcela Maribeth, a descargar desde un Camión los 77 calambucos procedentes de su Finca “Palmarito”. “Chilo” y Jorge observaron al “Mono” descargar la copiosa mercancía. JORGE ALFONSO, muy circunspecto, le expresa a “Chilo” la conclusión de lo que acababa de presenciar:
- Mira “Chilo”… ¡De la que me cabo de salvar…! Si el destino no me hace yerno de Gabriel Ariza, en lugar de bajar 5 calambucos, me habría tocado bajar 77…. Ja Ja Ja Ja
Los amigos le hacían bromas a JORGE ALFONSO sobre el cercano futuro que tendría como Ganadero Titular de la hacienda de Yadira, habida cuenta de la avanzada edad de su suegro Gabriel Eugenio. Pero JORGE ALFONSO no se hacía muchas ilusiones, porque la Mama de don Gabriel había fallecido después de vivir una centuria y el Padre de don Gabriel había fallecido de 97 años, pero no de ninguna enfermedad sino atropellado como peatón. De manera que la longevidad de don Gabriel venia por herencia y JORGE ALFONSO lo sabía. Siempre nos decía que cuando caminaba los potreros con su suegro, este atravesaba los lienzos divisorios con agilidad felina y después le bajaba el alambre a su yerno para que atravesara agachado. Y remataba con una conclusión lapidaria: Yo no tengo cuando heredarlo, porque ese hombre tiene los bríos de un cauquero. Yo creo que todavía le faltan como “Tres Mundiales” para despedirse de la vida.
EPILOGO: Esa colección de vivencias parranderas ha dado motivo para que una pequeña terraza campestre construida al lado de una cocina, donde hay una pequeña barra de madera que nace de una de las ventanas, haya sido bautizada en honor a la trayectoria bohemia del cuñado predilecto de Gustavo Ariza. Este mueble ha sido bautizado con el nombre de “LA BARRA DE JORGE ALFONSO”.
Orlando Cuello Gámez
Muy buen escrito. Un abrazo Orlandito
Mis felicitaciones a Orlando Cuello Gámez por esa TREMENDA CRONICA sobre mi » COLEGA » Jorge Brieva ( el le explicará el porqué de COLEGA)
Dios quiera que podamos compartir algún día una AGUILITA BIEN FRIA .