La política local en Colombia se encuentra en un estado de agitación constante. Lo que se puede leer como las presentes o cercanas rupturas de alianzas en el municipio de Fonseca es solo la última muestra de una tendencia que se extiende desde la presidencia hasta las administraciones locales. El presidente Gustavo Petro ya había intentado, sin éxito, unir fuerzas dispares bajo un mismo programa de gobierno. Esta estrategia, que prometía una nueva era de colaboración, se ha mostrado frágil y vulnerable a las realidades del poder. Fonseca es un ejemplo palpable de cómo estas uniones forzadas se derrumban bajo el peso de sus propias contradicciones.
En las elecciones atípicas del 17 de diciembre de 2023, la que hasta hace unos meses anteriores se figuraba como una coalición improbable entre la extrema izquierda y la extrema derecha, se consolidó para asegurar la victoria. Esta alianza, sin embargo, se fundamentó más en el hambre de poder que en una verdadera intención de resolver los problemas del pueblo. Ahora, siete meses después, la administración de Fonseca enfrenta su mayor crisis. La unión, que desde el principio era un ensueño, está a punto de dinamitarse.
El caso de Benedicto Gonzales y Micher Pérez Fuentes ilustra perfectamente este fenómeno. Benedicto, líder del movimiento Avanzar y ex candidato a la alcaldía, se unió a Micher en una alianza que sorprendió a todos. Sin embargo, lo que parecía una jugada maestra de estrategia política, hoy se revela como un pacto endeble, carente de cohesión ideológica y pragmática. Las recientes apariciones públicas de Benedicto, declarando que su compromiso es con el alcalde y no con las maquinarias políticas que los respaldan, dejan claro el nivel de desacuerdo dentro de la administración.
El término «corrupción» que ya ha sido mencionado por Benedicto de manera pública, es una de las razones contra la cual han luchado y luchan, los movimientos revolucionarios de todo el mundo, parece se ha infiltrado en la administración que ayudó a elegir. Esto plantea una pregunta crucial, ¿si Benedicto sigue apoyando a esta administración, no estaría traicionando los principios por los cuales ha luchado? La respuesta parece obvia, y es probable que este conflicto interno lleve a una reventona política en el municipio.
La situación exige una respuesta inmediata del alcalde Micher Pérez Fuentes. El pueblo de Fonseca no puede permanecer en la incertidumbre mientras que uno de sus principales aliados ya habla de corrupción dentro su administración. Es perentorio que el alcalde hable claro y explique cuál será el rumbo de su gobierno. La transparencia y la comunicación son esenciales para mantener la confianza de los ciudadanos y evitar un colapso total del gobierno local.
Este episodio en Fonseca no es un caso aislado. Es un reflejo de una tendencia más amplia en la política colombiana, donde las alianzas oportunistas y las coaliciones frágiles se desmoronan rápidamente cuando se enfrentan a las realidades del poder. Las lecciones son claras: las uniones deben basarse en principios y objetivos comunes, no en la mera conveniencia electoral. Los líderes deben ser honestos y transparentes con sus electores, y no deben comprometer sus valores fundamentales en aras del poder.
La crisis en Fonseca ofrece una oportunidad para reflexionar sobre el estado de nuestra política y las estrategias que empleamos para alcanzar el poder. Es un llamado a la integridad y la coherencia, valores que parecen estar en peligro de extinción en el panorama político actual. Los ciudadanos de Fonseca, y de toda Colombia, merecen líderes que pongan los intereses del pueblo por encima de sus ambiciones personales.
José Armando Olmedo