LA ENVIDIA DE LOS GUAJIROS, NUESTRO TALON DE AQUILES

Uno de los mayores defectos que tenemos los guajiros, más desarrollados en forma ascendente y deprimente es la envidia. Ella no nos deja avanzar, antes por el contrario, nos vuelve mediocres en la manera de pensar y de actuar. La envidia se ha enquistado de manera abrumadora en todos nosotros y ha originado cepas que como el virus se vuelve resistente al antibiótico. Así es ella, nuestra envidia que no nos las quita nadie: Ni las buenas acciones, ni las oraciones, ni las religiones, porque de una o de otra manera en todas las áreas se encuentra atornillada a nuestras actitudes de ver la vida y de estar juzgando a nuestros semejantes.

Podemos afirmar sin ambages que la envidia colapsó en La Guajira.

Cuando digo colapsó es porque se volvió infernal y de ahí que esta envidia pasó de los anuncios a los hechos y se ha vuelto virulenta y por ende violenta. La envidia ha traspasado la frontera de la política y hoy cobra venganza de manera inclemente en personajes que nada tienen que ver con enemigos y con acechanzas de sus procederes. Hoy es preocupante como la política o no sé cómo llamarla en los tiempos modernos que se ha vuelto cobarde y traicionera. Ya no sé pelean por ideales, sino por el poder económico y el mismo poder enfermizo de mandar a como dé lugar con las armas que sea así sea la misma muerte. Grave pero muy grave lo que está sucediendo últimamente en la península, donde los ya elegidos senadores y representantes en menos de un año han recibido ataques por un lado y otro.

Primero fue Jorge Cerchiaro Figueroa y quedaron lelos porque no lo lograron el objetivo y la Corte Suprema de Justicia resolvió a su favor, luego el senador Alfredo Deluque disque doble militancia, pero el Consejo de Estado sé que fallará a su favor y recientemente el representante Juan Loreto Gómez Soto por otros hechos que esperamos que salga adelante en sus cuestionamientos. Ahora que tenemos senador guajiro no por lista cerrada sino de manera nominal, a un grupo de envidiosos les molesta que sea así y a diario salen diatribas contra él y en vez de unir esfuerzos por nuestra guajira, lo que hacen es tirarle piedras constantemente. ¡Que vaina! Tenemos dos senadoras más, aunque no les han tirado vainas, pero de que les tiran les tiran. Difícil la cosa, y más cuando doña envidia se atraviesa como mula muerta. ¡Que vaina con la envidia!

Escribía Eduardo Escobar en una columna en El Tiempo sobre la envidia: “Es la admiración mal administrada. Los envidiosos amasan la ilusión improbable de que los demás son más felices. Así, la envidia que un procaz llamó pecueca del alma, resulta una forma del sentimiento de inferioridad. Los envidiosos son los más pobres de los mortales porque se han perdido a sí propios. Son entre los pecadores los únicos que convierten en sufrimiento en un onanismo”.

La envidia es una toxicomanía. Los envidiosos dejan de pertenecerse a sí mismos, en almas abiertas y oxigenadas no abre esa flor venenosa e incolora cuya gloria es heder. El campo mental de los envidiosos es una prisión angosta y oscura a donde jamás llega la música. ¿Y cómo va a llegar? Si no saben lo que es la música y menos la poesía, solo la escuchan como autómata o muertos vivientes porque están más pendientes de lo que hacen los demás, de su propio destino que se convierte en su propia desgracia. Ellos son como la sombra ajena que juzgan por sus mismos pecados y sufren en vano los éxitos y las glorias de los demás. Los envidiosos son cobardes. Por ello La Guajira está llena de esta plaga, de cobardes injuriosos e ignominiosos. Son animales de sangre fría, que molestan, fastidian, son mañosos, tercos y se vuelven hasta metódicos porque actúan como los abogados del mismo diablo.

La envidia es platónica en el sentido vulgar del término. Nunca se realiza, son insaciables y sus sucios movimientos del alma son estériles en la mayoría de los casos porque casi nunca consiguen superarse y lo que generan son inquietudes de sus propios corazones enfermos y hostigan el alma de los demás para mortificar a la gente valerosa, buena y que lucha por el sentido común de sus semejantes. ¿Qué hacer entonces con los envidiosos? Esta plaga cada día consume más a nuestra Guajira y de seguir así arrasará con ella con sus malas acciones. ¡Ay Ay Ay!

Hernán Baquero Bracho 

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