En un mundo donde todo parece tener su propia teoría científica disfrazada de sentido común —desde la física cuántica hasta por qué tu pareja no lava los platos—, llegó la estequiometría socioeconómica, esa disciplina que trata de predecir cómo se combinan la corrupción, el abandono estatal, el capital natural y la resignación para producir el preciso equilibrio entre pobreza estructural y promesas incumplidas. Y nadie mejor que Colombia, y especialmente La Guajira, para ser nuestro laboratorio de campo.
Si algo nos enseña la química es que las reacciones no ocurren por casualidad. Todo tiene su proporción exacta, su equilibrio preciso. Pero si hay un laboratorio donde esa regla no se cumple, ese es La Guajira, y por qué no decirlo, gran parte de Colombia.
Hoy les propongo un experimento mental: imaginen que el desarrollo económico y social se puede explicar cómo una reacción química. Que sí, que ya sé, suena raro, pero déjenme llevarles la corriente. A esta ciencia ficticia la vamos a llamar estequiometría socioeconómica, o sea, el arte de calcular cuánta inversión, cuánta voluntad política y cuánta justicia social se necesitan para transformar la miseria en oportunidad.
Reactivos básicos para la mezcla perfecta (y desastrosa):
- 1 parte de recursos naturales abundantes: Carbón, gas, sol, viento… vamos, hasta las rocas allá deben tener valor energético.
- 2 partes de abandono institucional: Como si el Estado se hubiera ido de vacaciones desde 1810 y aún no regresara.
- 3 gotas de inversión pública efectiva: Porque sí, hay algunas gotitas, pero como cuando llueve sobre mojado… o sea, ni se nota.
- 5 kilogramos de buenas intenciones políticas: Que nunca pasan del discurso inaugural.
- 6 moles de migración interna forzada: Gente que viene huyendo de la violencia rural y termina en ciudades sin servicios, luz ni agua potable.
Ahora agreguemos algunos catalizadores negativos:
- Corrupción administrativa: en cantidades industriales.
- Indiferencia institucional: como ese reactivo que nunca reacciona, pero siempre está presente.
- Impunidad: porque sin ella, ¿cómo mantener el sistema intacto?
Y luego, aplicamos calor político durante campaña electoral.
Si aplicamos nuestra recién inventada fórmula:
Recursos naturales + Corrupción elevada + Población indígena históricamente marginada + Promesas electorales vacías → Resultado = El mismo escenario año tras año.
Podemos concluir entonces que la relación estequiométrica óptima para mantener el statu quo es directamente proporcional al número de selfies que los políticos hacen frente a una obra inacabada. El resultado esperado: empleo, salud, educación, infraestructura. El resultado real: mismo paisaje de siempre, solo con más redes sociales indignadas.
¿Dónde quedó el equilibrio?
En química, si las proporciones no están bien, la reacción no ocurre. En La Guajira, parece que eso pasa cada cuatro años: se mezclan los ingredientes, se prometen cambios, se agita fuerte… y al final, nada reacciona. Lo peor es que los ciudadanos somos los que terminamos siendo los residuos de esta reacción fallida: niños desnutridos, familias migrando por falta de agua, comunidades indígenas viendo cómo sus tierras se explotan, pero no ven beneficio alguno.
¿Y por qué no cambia?
Porque mientras unos cuantos controlan los reactivos principales —el presupuesto, la contratación, el acceso a servicios—, seguirá sin haber reacción real. Y mientras los medios nacionales solo vengan cuando haya protestas, y los políticos solo aparezcan con megafonía y camisetas tricolores, seguiremos igual. No necesitamos más fórmulas mágicas. Necesitamos que quien tenga el control del “matraz” decida que quiere ver una verdadera transformación. Porque la materia prima está. Lo que falta es voluntad, transparencia y memoria histórica.
El resultado de esta reacción:
Un sólido amorfo de nombre “subdesarrollo sostenible”, cuya principal característica es mantenerse estable a pesar de todos los intentos fallidos por transformarlo.
La estequiometría socioeconómica no solo explica la realidad de La Guajira y Colombia, también predice con precisión matemática que, mientras no haya voluntad política real, justicia distributiva y transparencia en la gestión pública, seguiremos obteniendo los mismos productos tóxicos: desigualdad, protestas sociales e indignación viral.
Así que ya saben: si quieren resolver el problema, primero revisen las proporciones… y luego empiecen a cambiar los reactivos. Ojalá alguien, en algún despacho lejano, decida balancear la fórmula. Porque en La Guajira no falta ni la materia ni el potencial. Lo que falta es que alguien empiece a sumar con voluntad sincera y honestidad.
Arcesio Romero Pérez
Escritor afrocaribeño
Miembro de la organización de base NARP ASOMALAWI
Excelente y creativo Dr Arcesio, y una realidad «química»