LA GUAJIRA MARCA EL RUMBO: CÓMO LA CONSTRUCCIÓN COLECTIVA PUEDE REDEFINIR EL FUTURO NACIONAL

En un país donde las divisiones políticas y sociales han sido la norma, la reciente crisis evidenciada en el Consejo de Ministros del gobierno del Presidente Gustavo Petro el pasado 4 de febrero de 2025 subraya la urgencia de replantear nuestro enfoque hacia la gobernabilidad. La transmisión en vivo de esta sesión no solo expuso las fisuras internas del gobierno, sino que también resaltó la necesidad imperante de trascender intereses individuales en favor de un propósito común.

La renuncia de figuras clave, como Jorge Rojas, director del Departamento Administrativo de la Presidencia, y Juan David Correa, ministro de Cultura, son indicativas de tensiones que van más allá de diferencias políticas; reflejan una falta de cohesión y visión compartida dentro del liderazgo nacional. Este episodio nos invita a reflexionar sobre la importancia de la unidad y la construcción colectiva como pilares fundamentales para las transformaciones que Colombia anhela.

Históricamente, Colombia ha buscado líderes carismáticos, a menudo caudillos, con la esperanza de que una figura singular pueda resolver problemas estructurales profundos. Sin embargo, esta dependencia en líderes individuales ha demostrado ser insuficiente y, en ocasiones, contraproducente, perpetuando ciclos de polarización y estancamiento. Lo que el país necesita no es un “gran colombiano” que imponga su visión, sino líderes con principios, valores y experiencia demostrada que puedan guiar, unir e inspirar hacia un futuro mejor.

En La Guajira, esta lección está siendo internalizada. Cada día, más organizaciones se unen para forjar un Gran Acuerdo por el Desarrollo Sostenible de la región. Este movimiento busca construir una economía diversificada y sostenible, promoviendo la industria, la agricultura y la transición gradual hacia energías limpias. La prioridad es impulsar el crecimiento productivo y la generación de riqueza que permitan superar los altos índices de desigualdad y pobreza, mejorando las condiciones de vida para todos los guajiros.

Este enfoque colectivo contrasta con las recientes divisiones observadas en el gobierno nacional. La transmisión pública del Consejo de Ministros, que pretendía ser un ejercicio de transparencia, terminó revelando profundas desavenencias y agendas paralelas que debilitan la confianza ciudadana en las instituciones. La lección es clara: sin unidad y una visión compartida, incluso las mejores intenciones pueden desmoronarse.

Colombia no necesita líderes mesiánicos ni soluciones impuestas desde arriba. Requiere una ciudadanía comprometida y líderes dispuestos a escuchar, dialogar y construir consensos. La verdadera transformación surge cuando dejamos de lado las ambiciones personales y trabajamos juntos hacia objetivos comunes. Es en la construcción colectiva donde reside el poder para superar los desafíos más apremiantes y forjar un futuro próspero y equitativo para todos.

La experiencia que estamos viviendo en La Guajira llena mi corazón de esperanza, demostrando que, a través de la unidad y la colaboración, es posible trazar un camino hacia el desarrollo sostenible. Es momento de que Colombia en su totalidad adopte este espíritu colectivo de cara al 2026 reconociendo que el verdadero progreso se logra cuando todos aportamos y nos beneficiamos del bienestar común.

 

Juana Cordero Moscote 

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