LA HUMAREDA TRAICIONERA Y LA ESPERANZA

¿Petro realmente vive en los vapores de Palestina? ¿Es la crisis Palestino-Israelí tan importante para él?

O se trata de una estrategia para distraer a la población del deterioro generalizado del orden público, la economía, el mayor costo de vida, la crisis de la energía eléctrica, la quiebra intencional de la salud, la baja ejecución presupuestal, la caída dramática de la construcción (con su legado de ciudadanos frustrados por no poder adquirir vivienda y los desempleados), el avance de los tierreros invasores de tierras o la siempre creciente frontera de cultivos ilícitos con su inevitable cuota de recursos para la violencia, el lavado y la corrupción.

¿O acaso se trata de otra estrategia enfocada a romper con los aliados tradicionales de la política exterior colombiana para llevar el país al barrio de las dictaduras parias del planeta y sembrar con ellas la semilla de futuros apoyos económicos, diplomáticos y militares cuando se materialice la cada vez más esperada intentona golpista por parte de Petro?

Puede tratarse de una mezcla de los tres. Una en que en el bosquejo general de la estrategia es debilitar a las instituciones, en particular a las fuerzas militares, para lo cual resulta neurálgico la ruptura, buscada de manera sistemática a lo largo de más de 100 tuits, con Israel. Donde además Petro cultiva su mesianismo locuaz y frenético y sus manejadores, los titiriteros, lo mantienen entretenido, exaltado y distraído, escribiendo sus mensajes mientras se arrastra por lo tapetes quemándose la rodilla en el lugar donde lo coja la rumba. Y en esta hipótesis, a la vez, los titiriteros y un núcleo duro del gabinete y de la bancada del Pacto Histórico, controlan las riendas del estado y avanzan a toda velocidad en la consolidación de la ruta para la toma definitiva del poder a través de un golpe de estado justificado y escenificado en una asamblea nacional constituyente como la ya pactada con el ELN.

La agenda de conquista del poder de la izquierda radical convive con la megalomanía y la degeneración, arropada en la expansiva dictadura digital. Mientras tanto, a la vista de todos, el pasado 27 de septiembre, se corrieron las cercas del mal uso, disciplinable y penalizable, de los recursos públicos con el fin de hacer juegos de guerra, en plena plaza de Bolívar, con miles de guerrilleros en ciernes y de ocasión, manejados bajo las banderas del CRIC o de la ONIC, formados en escuadras de guardias indígenas o campesinas, con sus radios de onda corta y su fenomenal logística de transporte.

La enervación de los propietarios agrícolas y ganaderos es, evidentemente, para los radicales marxistas de Petro, otro ingrediente esencial de la conquista definitiva del poder. Se busca con el abandono institucional, permitiendo el regreso de la extorsión, el boleteo y el secuestro, ante la mirada displicente e indiferente de militares que anteponen su lonchera a su deber con la Constitución y los ciudadanos, que la ciudadanía rural en particular organice o vuelva de nuevo a alguna forma de organización paramilitar. La presión por vía de omisión del estado y la presión simultánea de las guerrillas y los tierreros es enorme. Y terminará pasando, cuando el acoso, la extorsión, la violencia lleven a los propietarios a cualquier forma de organización paramilitar para proteger lo suyo ante el desgreño y la indiferencia estatal. Este será un gran triunfo legitimador del Petro que finge, a toda hora, estar ensimismado en los grandes problemas de la humanidad, porque confirmará ante sus huestes y los intelectuales y políticos que lo avalan en el mundo entero que toda su cosmovisión sobre la Colombia paramilitar e ilegítima era cierta sin ambages ni matices y que por ello su afán revolucionario desde el poder es plenamente legítimo y necesario.

La revolución petrista se acercará entonces, en un marcado clima de conflicto social y económico auto inducido, al paroxismo que permita al mesías plantear el salto al socialismo autoritario como la única respuesta a los problemas del país.

Vivimos una opereta, un circo, nos construyen un nuevo relato populista, se adoba con un deterioro inducido pero real de la calidad de vida y resignados seguimos a la espera del transcurrir de los tiempos democráticos, como única alternativa frente al desastre del actual gobierno.

No debemos ni podemos renunciar al cariz democrático que nos define. Presenciaremos, maniatados, al desmonte sistemático del país y sus instituciones. Pero votando bien el 29 de octubre, entregando un mandato importante a Salvación Nacional en más de trescientos municipios del país, podemos empezar a sentar las bases de un país diferente que debemos empezar a construir ya.

Un país donde el poder municipal no sea el escenario vil de la politiquería que se perpetúa en un mar de ineficiencia e ineficacia, donde se apoye decididamente al empresario y se le valide socialmente y no se le estigmatice, donde se le brinde al ciudadano la garantía de la ley, el orden y la ansiada seguridad a la sombra de la cual toda iniciativa prospera y con la cual toda familia duerme tranquila y mejora su calidad de vida sin el temor al despojo impune. Un país donde la impunidad del asesino, el ladrón o el estafador no sea la regla sino la excepción, donde la condena penal sea ejemplarizante, temida y disuasora a la vez que permita la redención. Un país donde las prioridades de todos se impongan al chantaje de pocos y pueda entonces llegar a tener una sólida infraestructura que le permita ser competitivo en muchos frentes de exportaciones con alto valor agregado para matizar y diluir nuestro presente mono exportador. Un país donde el privilegio de pocos en lo laboral no se imponga sobre el derecho al trabajo de muchos y logremos una oferta amplia, variada y flexible de oportunidades para alcanzar la felicidad explotando nuestras virtudes productivas y rebuscadoras en un entorno con menos estado, menos trámites inútiles, menos desconfianza y más y mejor productividad. Un país que supere para siempre la tiranía del violento, del abusador, del depredador y en el cual lo rural sea la cuna de la seguridad alimentaria y la fuente constante de riqueza y exportaciones y no la guarida del bandolero, el traficante, el mafioso o el minero ilegal.

Una Colombia grande está más allá de la humareda petrista, es posible, es bella y orgullosa y la podemos construir todos desde ya votando por las ideas y programas el próximo 29 de octubre y sentándonos, los cuerdos de todas las ideologías, a construir el consenso fundamental que opere cuando acabe la oscura noche petrista.

Enrique Gómez Martínez 

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