Hablar de informalidad empresarial no es una moda académica, ni una preocupación como tantas, es una realidad estructural que impacta directamente la calidad de vida de millones de personas en el mundo, en América Latina y, con mayor fuerza, en regiones como La Guajira y ciudades como Riohacha, en Colombia, donde las oportunidades de progreso quedan atrapadas entre el rebusque, la exclusión y la ausencia de dinámicas económicas sostenidas que impulsen el empleo formal y la creación de riqueza.
Un problema de escala global
Según la OIT, más de 2.000 millones de personas en el mundo trabajan en la economía informal, lo que representa más del 60 % de la población económicamente activa, predominantemente en micro y pequeñas unidades productivas que operan sin registro ni garantías legales.
América Latina: informalidad como síntoma y obstáculo
La CEPAL reporta que países como Bolivia, Honduras y Guatemala alcanzan las tasas más altas de empleo informal en la región: aproximadamente 84 %, 82 % y 79 %, respectivamente. Si bien estos datos reflejan informalidad laboral, sirven como indicativo de economías donde gran parte del tejido productivo opera sin respaldo institucional, lo que sugiere también importantes niveles de informalidad empresarial.
Colombia y La Guajira: informalidad como norma
De acuerdo con el Índice Multidimensional de Informalidad Empresarial (IMIE) del DANE correspondiente a 2023, el 91,1 % de las unidades productivas del país, principalmente micronegocios, operan en la informalidad: 9 de cada 10 no cumplen con registro mercantil, obligaciones tributarias o aportes a seguridad social. Esta cifra evidencia que la informalidad no es la excepción, sino la regla, especialmente en territorios periféricos del país.
En La Guajira, la informalidad no solo es una consecuencia de la pobreza, también es una de sus causas. La economía del departamento se mueve en gran medida por micronegocios no registrados, comercio callejero, transporte informal y actividades no reguladas, esto se debe a la debilidad institucional y la limitada presencia activa del Estado.
En este contexto, el desarrollo regional se ve truncado, porque el recaudo de impuestos es mínimo, la inversión pública escasa, y miles de personas trabajan sin derechos, sin estabilidad y sin futuro.
Realidades que retumban: la voz de Julián Rodríguez
Julián Rodríguez, es un técnico administrativo egresado del SENA, sus palabras dejaron en evidencia la crudeza de esta realidad. “Prefiero vender mis verduras en la calle; tengo cuatro carretillas que recorren la ciudad, me va bien, sostengo a mi familia y genero empleo. Aún no me formalizo debo pagar mucho dinero y, de todas maneras, las calles están reventadas, o sea, lo que pague se lo roban los gobernantes, por eso sigo vendiendo en las calles.”
Este testimonio canaliza el drama cotidiano que viven miles de microempresarios en La Guajira, un emprendimiento legítimo pero atrapado en un sistema que no da opciones reales para avanzar hacia la formalidad.
Riohacha: informalidad como freno al progreso
Riohacha, capital de La Guajira, registró una tasa de informalidad laboral del 62.4 % en 2023, ubicándose como la segunda ciudad con mayor informalidad del país (solo detrás de Sincelejo). Aunque no hay cifras específicas, el entorno económico sugiere que buena parte del mercado opera en la informalidad, erosionando las posibilidades de inversión
A continuación, relacionamos la ruta a tener en cuenta desde nuestra visión para minimizar el flagelo de la informalidad:
- Fortalecer la formalización territorial
- Incentivos reales para la formalización
- Capacitación y cultura empresarial
- Acceso a financiamiento
- Simplificación de Tramites
- Alianzas público-privadas
- Reconversión productiva ejemplar
- Monitoreo y datos localizados
Enfrentar la informalidad en Riohacha y La Guajira no es solo una meta económica, es una misión social. Requiere mejorar derechos, ofrecer garantías generar confianza y consolidar proyectos de vida. Este desafío demanda compromiso local, políticas diferenciadas y alianzas genuinas entre estado, empresa, academia y comunidades. Solo así se romperá el ciclo del rebusque y se construirá un desarrollo sostenible que represente progreso real para esta tierra y su gente.
Y ahora, ¿Quién le pone el cascabel al gato?
Emilsa Rojas Atencio
Que articulo tan pobre. Lo unico rescatable son los datos y sin embargo no añade las referencias bibliográficas (hay que darle el beneficio de la duda). En lo demas hay partes que se notan hechas por IA. Pero lo peor son sus propuestas al supuesto problema de la «informalidad empresarial» (porque tampoco explica porque es un problema). En sus propuestas está pidiendo mas presencia del causante primigenio de los problemas: el Estado. Las regulaciones estatales que propone, si se aplican, agravarán más el «problema» al burocratizar la economía, poner trabas al comercio e impedir el ahorro y el crecimiento mediente más carga impositiva (el robo per se de los impuestos y tributos en general). Saludos.