LA LENGUA SANJUANERA: «LA CATEQUIZACION DE BOYIA CELEDON»

Estoy muy preocupado por mi hermana Diana Lucía. Su esposo, don Boyía Celedón, partió esta mañana temprano para un campamento espiritual impartido por la empresa EMAUS, la cual ha venido reclutando adeptos de manera exponencial en el último lustro. Y dicen que la franquicia de Valledupar, donde mi primo Gustavo Ariza es Monitor Senior, es una de las más eficaces en rectificación de conductas descarriadas. Diana lo despidió con un generoso desayuno de hígado encebollado con arepa limpia, previendo que durante el intenso mantenimiento ontológico al que será sometido durante dos días, pudiera tener una precaria dieta alimenticia. Parece que la frugalidad de la cuchara es un requisito para que haya concordancia con la dieta espiritual a la que serán sometidos los participantes de este seminario.

Se necesitaron varias semanas para convencer a Boyia y finalmente lograr que fuera matriculado en la expedición religiosa. No fue fácil para “La Mona” Celedon, su hermana, convencerlo de los beneficios que obtendría con esa experiencia que nunca antes había tenido en la vida: Pasar dos días continuos alejado de toda tentación concupiscente en un entorno de absoluto distanciamiento de factores facilitadores del pecado e inmerso en un piélago de plegarias con fe de la más alta pureza dogmática para que su alma obtenga la visa celestial que le garantice la entrada directa al seno sagrado del Señor. Cuando “La Mona” le expuso todos esos argumentos, Boyia cayo redondito y le dio el SI con absoluta convicción.

Diana estaba muy contenta con este experimento de conversión espiritual y purificación que iba a tener su marido, pues el encuentro con Jesucristo le iba a traer muchos beneficios a su corazón, el cual en adelante tendría un palpitar divino y esotérico que lo volvería «otra persona».

Mientras Boyia estaba en su primer día de retiro, Diana se quedó reflexiva y se dedicó a repensar con mayor detenimiento analítico las consecuencias de esa transformación. La cabeza le daba vueltas, las ideas le salpicaban el cerebro y las conjeturas se apoderaron de su raciocinio. De repente una electricidad emocional sacudió su cuerpo con la fuerza de un terremoto repentino. La invadió una angustia y una preocupación suprema, pues el miedo de que Boyía se volviera «otra persona» podría arruinar su felicidad.

¿Qué tal que en adelante Boyía, un viernes o un sábado por la noche, prefiera sumergirse en la lectura de un libro o disfrutar plácidamente una película, en lugar de involucrarse una “María Namen” en el calor emocional de una vibrante parranda…?

¿O enfrentar la pesadilla de una misa dominical a la misma hora de la aurora mañanera?

¿O imaginar que don Boyía nunca más volverá a participar de las especulaciones o comentarios marginales no confirmados de su prójimo cercano…?

Suponer que Boyía nunca más volvería a transitar por caminos polvorientos en busca de furtivas y clandestinas parrandas en pueblitos ignotos, como Guayacanal o Pondorito, constituían un verdadero suplicio al que no estaba dispuesta a someterse.

Cuando ese cúmulo de conjeturas se instalaron en la cabeza de mi hermana menor, entonces tomó la decisión irreversible de que, «contá que a Boyi me lo devuelvan transformao»…le zampo una demanda a esa gente de EMAUS.

Yo nada más estoy esperando que regrese. Porque si Boyi vuelve con su conducta rectificada, entonces ya no será el mismo. Ni tendrá la misma gracia ni el mismo sabor para vivir en esta Provincia. Yo estoy totalmente decidida a devolverlo. Allá me les presento…y les digo:

  • ¡A mí me hacen el favor y a Boyía me lo entregan igualito a como estaba…!!!

Orlando Cuello Gámez 

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