LA PARADOJA DE LA GUAJIRA: RIQUEZA NATURAL FRENTE A POBREZA ESTRUCTURAL

En La Guajira, la tierra rica en recursos naturales, el panorama sigue marcado por una contradicción dolorosa: abundancia en recursos y pobreza estructural ¿Cómo es posible que una de las zonas más generosas en regalías del país sea, al mismo tiempo, una de las más rezagadas en servicios básicos y desarrollo humano? Esta columna analiza esta paradoja desde la perspectiva de sus líderes y la urgente necesidad de repensar la distribución y uso de las riquezas generadas por proyectos como El Cerrejón y ahora el pozo Sirius-2.

A pesar de las millonarias regalías provenientes de la minería y el gas, La Guajira sigue siendo el departamento con mayor índice de Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI) de Colombia. El Cerrejón, una de las minas de carbón más grandes del mundo, ha sido por décadas un motor de exportación y generación de ingresos para el país. Sin embargo, sus beneficios han sido distribuidos de manera inequitativa.

El senador Alfredo Deluque y el representante Jorge Cerchar han sido tajantes al señalar que los recursos generados por proyectos como Sirius-2 no pueden continuar siendo manejados fuera de La Guajira, como ocurre con la decisión de ubicar la sede administrativa en Santa Marta. “Es absurdo que un hallazgo frente a nuestras costas no contemple a nuestro departamento como protagonista”, expresó Deluque, quien añadió que es necesario que estas operaciones generen impacto directo en el desarrollo social y económico del territorio.

Martha Peralta Epieyú, presidenta del Movimiento MAlS y miembro del mal llamado «Gobierno del Cambio», es enfática: «Somos el epicentro de la transformación energética de Colombia, pero esta transición no se traduce en mejoras para su gente. Somos una región que produce riqueza, pero vive en la miseria.» Sus palabras reflejan una frustración colectiva que exige no solo inversiones, sino también estrategias que incluyan a las comunidades en los beneficios.

Los parlamentarios guajiros coinciden en que la centralización de beneficios es una práctica histórica que perpetúa las desigualdades regionales. La comparación es inevitable: cuando compañías como la Texas Petroleum Company llegaron a explorar petróleo en los años 20 y 30, crearon las condiciones necesarias para operar en la región. Los guajiros exigimos que Ecopetrol y Petrobras, con apoyo del Gobierno Nacional, sigan ese mismo camino para garantizar que La Guajira se convierta en el centro neurálgico de las operaciones del proyecto Sirius-2.

El Estado colombiano tiene una deuda histórica con La Guajira. Durante décadas, ha permitido que los beneficios generados por sus recursos naturales sean desviados hacia otros territorios sin garantizar inversiones sostenibles en educación, salud, infraestructura y servicios básicos. Los pueblos indígenas, como los Wayúu, han sido los más afectados, enfrentándose a la escasez de agua, la contaminación y el desplazamiento forzado.

Pero no solo el Estado es responsable de este panorama sombrío. La clase política dirigente de La Guajira también ha sido un factor determinante en este fracaso. La corrupción, el clientelismo y la falta de visión estratégica han perpetuado un ciclo de dependencia y atraso que impide a la región capitalizar su riqueza de manera efectiva. Esta falta de confianza en los líderes locales ha generado un escepticismo generalizado entre los ciudadanos y ha alejado a posibles inversores internacionales.

 

¿Cómo romper el ciclo?

El problema de La Guajira no es la ausencia de recursos, sino la falta de una gestión eficiente y comprometida con el desarrollo sostenible. La clave está en garantizar que las regalías sean administradas bajo un modelo autónomo, transparente y orientado a resultados tangibles. Un fondo regional autónomo podría ser el mecanismo necesario, permitiendo que los recursos se destinen de manera prioritaria a infraestructura crítica, sistemas de agua potable y una educación enfocada en la productividad y la innovación.

Para generar confianza y atraer proyectos de envergadura a la región, es indispensable fortalecer las instituciones locales, erradicar la corrupción y garantizar la seguridad en el territorio. Sin estabilidad y orden, los proyectos de inversión seguirán viéndose como riesgos inasumibles. Una estrategia viable sería la creación de un programa integral de seguridad pública que combine fuerzas locales capacitadas, tecnología avanzada como sistemas de vigilancia y monitoreo, y acuerdos comunitarios que fomenten la denuncia y la prevención del delito. Esto debe ir de la mano con programas sociales que reduzcan la desigualdad y limiten las condiciones que perpetúan la inseguridad.

Además, la confianza no solo se exige, sino que se construye a través de acciones concretas. Implementar auditorías independientes, garantizar la participación ciudadana en las decisiones clave y trabajar en conjunto con el sector privado bajo principios claros y justos son pasos esenciales. La combinación de seguridad, transparencia y desarrollo social demostrará que La Guajira está lista para asumir su potencial como un territorio confiable y próspero.

Con una visión estratégica, instituciones confiables, un entorno seguro y una ciudadanía activa, La Guajira puede transformar su riqueza natural en un motor de oportunidades reales y equitativas para todos sus habitantes. Este enfoque no solo aliviaría la pobreza, sino que crearía las bases para un desarrollo inclusivo y sostenible a largo plazo.

La Guajira no puede permitirse seguir siendo una región de promesas incumplidas. Los líderes locales tienen una oportunidad histórica de transformar las regalías en motores de desarrollo sostenible. Sin embargo, esta transformación solo será posible si se establecen mecanismos claros de rendición de cuentas y si los ciudadanos participan activamente en la toma de decisiones sobre el futuro de su territorio.

La riqueza de La Guajira es una paradoja que ya no podemos ignorar. Es hora de que sus recursos no solo llenen las arcas nacionales, sino que también lleven agua a sus hogares, educación a sus niños y esperanza a sus comunidades. Porque el verdadero desarrollo no se mide en toneladas de carbón o millones de pies cúbicos de gas, sino en la calidad de vida de quienes han custodiado estas tierras por generaciones.

La pregunta ya no es si La Guajira tiene el potencial para cambiar su destino, sino si estamos dispuestos a garantizar que ese potencial se convierta en una realidad.

 

Juana Cordero Moscote 

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Un comentario de “LA PARADOJA DE LA GUAJIRA: RIQUEZA NATURAL FRENTE A POBREZA ESTRUCTURAL

  1. Sergio Fajardo Valderrama dice:

    Juana es una líder que quiere y entiende su región, tiene claros los retos y pasos a seguir para transformar la riqueza de la Guajira en riqueza para tosa su población. Sabe muy bien que sin planeación rigurosa y con corrupción no hay futuro posible. Estoy seguro que como Juana hay otras personas que tienen la capacidad para liderar la transformación que la Guajira se merece y quiere. Si se juntan, lo logran.

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