Las crónicas coloniales cuentan que Juan Rodríguez de Villafuerte, uno de los hombres de Hernán Cortés, trajo a territorio americano una imagen de la Virgen de los Remedios «para su consuelo»; era un regalo de su hermano que al entregársela le había dicho que tuviera mucha confianza porque a él le habría librado de los peligros de las batallas en que se había hallado y esperaba que le sucediera lo mismo en el Nuevo Mundo. Se cuenta que Hernán Cortes y sus diezmados soldados abandonaron el oro y llevaron su pequeña imagen en la llamada “noche triste” tras la derrota sufrida a manos de los guerreros aztecas en la penumbra del 30 de junio de 1520, la cual dejaron bajo una mata de maguey. La imagen se recuperó en 1540.
El culto de Nuestra Señora de los Remedios se expandió en el Caribe llegando hasta el Cabo de la Vela y Riohacha en 1538 y posteriormente en 1544. Contaba Fray Alonso de Zamora en su obra Historia de la Provincia de San Antonino, publicada en 1701, que cuando un peligro amenazaba a sus moradores la imagen tallada de la virgen daba en su nicho la espalda al pueblo y la cara al monte para señalar con su acción la dirección en que habían de huir sus vecinos para salvar sus vidas y sus haciendas. Cultos religiosos como el de la Virgen de Guadalupe y el de Nuestra Señora de los Remedios han tenido un carácter fundante para el surgimiento de las identidades criollas en América como la mexicana. Ellos fueron el espejo que fabricaron esos hombres durante la colonia para mirarse y descubrirse a sí mismos.
En la literatura de diversos países hispanoamericanos han dejado sus huellas como lo vemos en la obra de García Márquez. Cuando el joven José Arcadio Buendía regresa a su casa, Gabo nos dice que “Sus espaldas cuadradas apenas si cabían por las puertas; tenía una cadenita de la Virgen de los Remedios colgada en su cuello de bisonte”. En otro pasaje, se nos cuenta que el general Moncada, antes de su fusilamiento, “se quitó el anillo matrimonial y la medalla de la Virgen de los Remedios y los puso junto con los lentes y el reloj”. Uno de sus personajes más emblemáticos se llama Remedios y otro es designado por el hipocorístico de este nombre: Meme, el amor desaforado de Mauricio Babilonia.
Sobre este culto religioso trata la exposición de Juliana Ríos Martínez La promesa que exhibirá el Museo Santa Clara. La artista a través de su obra nos invita a explorar la realidad social y cultural de La Guajira, desde sus tradiciones religiosas que incluyen procesiones, milagros domésticos y promesas. La muestra estará abierta al público desde el 5 de diciembre hasta marzo de 2025. Estos cultos registran relatos relacionados con milagros que han salvado a ciudades enteras de ejércitos extranjeros o de tormentas marinas.
La autora nos recuerda a través de sus pinturas, filtradas por la memoria de los relatos familiares, que la devoción religiosa transcurre en un tiempo propio. Ellas registran una especie de marco referencial asentado sobre rituales, creencias y fiestas por el que fluyen de manera incesante las generaciones humanas. Estas pasan sobre la tierra como silentes o vibrantes cohortes romanas plasmadas en su obra con cuerpos y rostros difusos.
Weildler Guerra Curvelo