Las tendencias señalan el retorno del populismo a los escenarios definitivos de la contienda electoral en el país. El antecedente lo encontramos en las consecuencias del fallido proceso de diálogo y la burla de las FARC, expresada en la” silla vacía” que le dejó el señor Manuel Marulanda, al expresidente Pastrana. Ese acontecimiento generó en la opinión pública, un masivo sentimiento de frustración e insatisfacción. Abrió la posibilidad de que alguien interpretara y capitalizara el enorme desengaño existente en el país con el suceso. Ese alguien que supo captar la enorme insatisfacción ante la burla de alias Tirofijo, fue Álvaro Uribe. El país evolucionó rápidamente en ese entonces de una expectativa y esperanza de dialogo gobierno-guerrilla a la necesidad de un sucesor de mano dura.
De esta forma Uribe, con su discurso y atendiendo el clamor general tradujo perfectamente lo que las mayorías de la nación deseaban. Se imponía un ejercicio de mano dura y apareció con su “Mano firme y corazón grande”. Entendió perfectamente lo que quería oír el elector en ese momento. Inmediatamente, saltó de marcar una intención de voto del 3% en las encuestas, a ganar las elecciones en primera vuelta. Fue el ejercicio pionero del ascenso al poder en Colombia de un populista de derecha. No vamos a entrar a evaluar sus ocho años de gobierno. A manera de explicación, una de las lecciones aprendidas en el trasegar de los procesos electorales es que quien se sintonice con las frustraciones y los anhelos de la opinión pública, con la coyuntura y con lo que la gente considera prioritario en ese momento, es muy probable que sea exitoso electoralmente. Lo cual en ningún modo significa que ese acierto sea la solución a la compleja problemática. En el caso de Uribe se creyó equivocadamente que, con acometer con determinación el asunto con los grupos guerrilleros, nuestros males se acabarían como por arte de magia. Peor aún, esta violencia ha mutado, 20 años después y a pesar de que el prácticamente ha impuesto los gobiernos sucesivos. El conflicto, se ha exacerbado, sigue ahí martirizándonos.
El fenómeno populista que está ocurriendo con el ingeniero Hernández es una réplica de lo anterior. La bandera en esta ocasión no es el combate a las FARC, sino el combate a la corrupción. Un político de 77 años que más allá de haber ejercido como concejal y posteriormente alcalde en la ciudad de Bucaramanga, que antes de todo este maremágnum electoral, era conocido mucho más por la cachetada que le asestó en su despacho a un concejal, por haber ofrecido tiros por aquí y por allá y por sus sempiternas vulgaridades; no se tenían mayores nociones de él. Hasta hace poco y a pesar de estar cercano a los 80 años, jamás se le habían conocido posturas sobre los problemas más álgidos del país: el conflicto armado, la desigualdad social, el paramilitarismo, narcotráfico y otros males, sin embargo, terminó apropiándose de un asunto igualmente determinante, como lo es el tema de la corrupción.
Este aparente Outsider de la política nacional, como suele autodenominarse; con frases efectistas y con alta dosis de patanería ha devenido en un fenómeno político. A punta de frases llamativas, directas y de vulgares descalificaciones a sus contrapartes y personalidades políticas de la vida nacional ha terminado acaparando el voto de los indecisos y según marcan las últimas encuestas ha pellizcado un porcentaje a cada uno de los demás aspirantes, al extremo de estar a punto de pasar a la segunda vuelta.
Este abuelo iconoclasta y demagogo, eximio representante de un perfil típicamente populista de derecha, que no sabe dónde queda el Guaviare y que más allá de su bandera facilista: la corrupción, no maneja con propiedad otros temas cruciales de la realidad económica, social e institucional del país. Dice que va a meter a los corruptos a la cárcel, lo cual es absolutamente sorprendente ya que el abuelo no aspira a magistraturas judiciales y por lo tanto carece de facultades para hacerlo, tampoco ostenta una estructura política y partidista con la cual desarrollar legislativamente sus propuestas punitivas contra los corruptos. Es comprensible que su tema bandera haya recogido la insatisfacción del país, sobre todo en una nación con tan altas tasas de analfabetismo educativo, lo cual se reproduce en una enorme apatía, e incomprensión de cómo funciona el Estado y cuáles son las trasformaciones que requiere el país.
Pero los gajes del populismo y la demagogia lo han encumbrado. El elector común y corriente prefiere apegarse y engancharse en unas frases sugestivas, dichas por un viejito folclórico que, ahondar en las propuestas de cambio de las estructuras económicas, sociales, institucionales, en la transición energética, el cambio de modelo económico. Aquello es más fácil de digerir y asumir, pero estamos ante la reaparición de un nuevo exponente del populismo colombiano. Bastante parecido a Trump y Bolsonaro, sobre todo al primero, en el estilo y en el color del pelo, esto no debería ser mera casualidad.
Un outsider, un voluntarista no puede resolver los problemas de un país tan complejo como el nuestro y mucho menos, si como el mismo lo admite, tiene falencias administrativas y carece de las virtudes y conocimiento de los vericuetos estatales. La solución a la compleja problemática no es obra de iluminados, es una tarea colectiva en la que indudablemente es fundamental un Líder. El ingeniero adolece de esa estructura colectiva. Ha dicho que se rodeará de los mejores. Esa partitura no se puede entrar a improvisar. Debió haber sido construida con antelación, o por lo menos en el desarrollo del trámite electoral. Ni lo uno ni lo otro. Las propuestas programáticas del ingeniero no existen, todas vienen de “su cabeza”. Increíble pero cierto.
Propone crear algunas entidades anticorrupción que ya existen. Lo novedoso y funcional de su propuesta es recompensar a la denuncia ciudadana. Ha sido exitosa en otros países. Aunque establece el origen de los recursos, no es muy claro en lo que respecta a los mecanismos operativos.
Pero lo más paradójico de todo es que el ingeniero tiene una enorme sombra de duda en un millonario negocio para el manejo de las basuras en Bucaramanga. Ese negocio dejas muchas incertidumbres y compromete su reputación. E igualmente la reputación de su hijo también se encuentra en entredicho en el entramado en el que aspiraba recibir una coima de la unión temporal Vitalogic, de más de 1,5 millón de dólares. El propio ingeniero también se encuentra involucrado allí. Lo más insólito es que el documento comprometedor fue autenticado en Notaria.
José Luis Arredondo Mejía