Ya no existe duda de la pretensión de ruptura constitucional pretendida por Petro o, sin eufemismos, del golpe de estado a la Constitución. Claro otra cosa es que logre derrotar a nuestras sólidas instituciones.
Pero por lo menos para una gran mayoría del país la máscara ha caído. Ya no estamos en la fase del proceso donde encima del desbarajuste del gobierno teníamos que lidiar con devotos y acomodados que insistían en vender una imagen falsa y engañosa del aspirante a tirano.
Y está clara la ruta conceptual del proceso y tiene precedentes conocidos y desgraciadamente efectivos.
La cantaleta de la Constituyente no es una engañifa o un simple distractor como lo venden los moderados y perezosos de siempre. Es un marco conceptual que casa y coincide con la ruta del proceso de paz emprendido contra viento y marea con el ELN. Así mismo empalma con otras piezas del rompecabezas de la toma del poder como el cínico mandato de la comisión de la verdad, el plan de desarrollo y los restantes y espurios procesos de paz con otras expresiones del crimen organizado.
La ruta del gobierno no se dirige a una asamblea nacional constituyente. El objetivo es una falacia instrumental denominada el estado comunal basado en el poder popular plenamente desarrollada en Venezuela en su momento por Chávez.
El proceso inició ya con el mecanismo anárquico de la asamblea permanente. Las reuniones de adeptos de alquiler, financiadas y convocadas por el gobierno que día y noche divulgan los órganos oficiales y que neciamente difunden los medios privados, no tienen como propósito escuchar a nadie. Son escenarios de difusión y publicidad y apuntalan el concepto de que quienes formarán la ley y el estado del futuro son esos líderes y asistentes que escuchen por horas al jefe del insulto.
El complemento esencial para hacer la transición pretendida se hace en silencio y en la oscuridad de los cuarteles con trabajo metódico y sistemático de adoctrinamiento de nuestros suboficiales y soldados. Se cultiva hoy en nuestras fuerzas militares la desconfianza, la incertidumbre y la deslealtad de manera masiva y se destruye la doctrina, la unión, el sentido de pertenencia y el compromiso operacional.
Este adoctrinamiento aunado a los absurdos ceses al fuego y sobre todo a la suspensión de actividades de inteligencia, tendrá graves usos para el gobierno en un futuro no muy lejano. Los evidentes son la pérdida ampliada del control del territorio a manos de las organizaciones terroristas y criminales, la ruptura de la inteligencia operacional y de combate para que se pierdan de vista en cada región para la fuerza pública, los objetivos interés de eso grupos criminales y, con ello, se dilate o limite la efectividad en la recuperación de la soberanía nacional.
Los usos no evidentes y más gravosos se materializarán en el momento en que el gobierno intente hacer efectivo el poder constituyente popular de la mano de la protesta violenta, las asambleas o cabildos permanentes y los bloqueos estratégicos de la infraestructura productiva nacional. Cuando inicie el procedimiento de ruptura, cuando se mezclen los grupos guerrilleros, milicias, primera línea, mingas y liderazgos del Pacto Histórico en la ejecución de los desafueros y en la promulgación de las nuevas leyes, la sorpresa para el país será que la base de nuestras fuerzas militares, después de centurias de lealtad constitucional, desmontarán su liderazgo para proteger a los “nuevos constituyentes” en una acción de facto, no masiva en número, sino atomizada, dispersa y diversa, imposible entonces de controlar para el mando unificado de las fuerzas militares y de policía.
Los laboratorios sucesivos de la izquierda radical en 2019, 2020 y 2021 han demostrado que Petro y las milicias tienen los recursos y los canales de suministro de los mismos para alimentar este tipo de acciones coordinadas en el tiempo, tienen un diagnóstico clarísimo de las enormes debilidades de nuestra red vial estratégica, respecto de las cuales el gobierno Duque, a pesar de la evidencia materializada en el paro nacional, nada hizo para solventarlas y tienen una determinación violenta que en mucho supera la disposición anímica de la mayoría de una ciudadanía que quiere paz y tranquilidad, que se ocupa de su supervivencia económica de manera obsesiva y que ha aprendido a tenerle miedo a los violentos en este dramático clima de impunidad.
Mientras tanto, Petro cumple su rol de agitador físico y digital, haciendo la transición del relato y discurso de ensoñación y propuestas fantasiosas a la cultura del odio y el insulto. Una reinterpretación histórica constante que ahora abandona los cauces formales de la perorata del materialismo histórico pseudo científico, para adoptar sin ambages las formas jacobinas de la ridiculización, el rencor, la envidia poderosa y la caricatura de maldad y perversión de todo aquel que represente la democracia y la sociedad colombiana.
Seguirá agitando el odio y el insulto, y la prensa tradicional seguirá cayendo en su trampa de atención, hasta el paroxismo, para que entonces, su propio frenesí, real ese sí, le permita prender los fuegos del gran paro nacional y el auto golpe.
Nuestras instituciones todas deben prepararse para tomar medidas preventivas frente a esta incitación a la ruptura constitucional. Poderes públicos y autoridades regionales deben con urgencia preparar planes de contingencia, no solo en cuanto al uso de sus competencias institucionales, sino en cuanto a sus capacidades materiales para ejercerlas.
Enrique Gómez Martínez
Cómo es posible que después de más de 30 años viendo cómo G. Petro sigue vivo y vive gracias a la democracia y la usa y abusa solo para su beneficio, y cuando no le sirve, manipula las leyes y las ONG (Organizaciones Neo Guerrilleras?), para que salga siempre inocente, le sigan creyendo? Qué pasa con la justicia? Son hábiles (Piedad Córdoba, Iván Cepeda, G. Petro, D. Quintero, etc), infiltrando y manipulando la ley y el sistema judicial.. Cuándo van a responder por sus acciones criminales, corruptas y terroristas?