En Colombia, hay un fenómeno psicológico que ha evolucionado hasta convertirse en un arte político refinado: el sesgo de validación. Sí, ese truco mental tan útil que consiste en ver solo lo que te conviene ver, escuchar solo lo que te gusta escuchar, y creerlo todo como si fuera un evangelio firmado por el mismísimo Marx, Chávez y el Che, en una videoconferencia celestial transmitida vía Telegram.
El sesgo de validación no es solo un error cognitivo; es una herramienta estratégica de gobernanza. ¿Alguien duda del milagroso crecimiento económico? ¡Pues claro que sí! Pero solo si miras el PIB calculado por instituciones nacionales, diseñadas especialmente para que el crecimiento siempre parezca positivo, incluso cuando el país está más hueco que una alcachofa en carnaval. Y si aparece un estudio internacional que diga lo contrario, sencillamente: “es manipulación del imperio”, “fake news”, o “una campaña mediática orquestada desde Washington”.
Este sesgo es como el aire: invisible, omnipresente y muy difícil de evitar. Nos permite dormir tranquilos mientras afuera explota todo. Nos ayuda a decir “esto está mejorando” sin ironía, sin sarcasmo, sin ni siquiera saber si mañana habrá agua potable, empleo digno o transporte seguro para leer esta columna.
Así que si usted se pregunta por qué nadie cambia de opinión, por qué los debates se vuelven peleas de perros rabiosos, o por qué Colombia sigue siendo Colombia, quizás la respuesta no esté en los planes económicos ni en las reformas estructurales, sino en esa pequeña trampa mental que todos compartimos: ver solo lo que queremos ver, y negar lo demás como si fuera un mal sueño que va a terminar cuando despertemos. Hasta entonces, seguiremos validándonos mutuamente en nuestras verdades convenientes, mientras el país sigue girando —como debe—, según quien lo diga.
El “yo tengo datos” vs. “tú estás equivocado”
Hoy en día, cualquiera puede encontrar información que respalde cualquier cosa. Y eso ha convertido a muchos ciudadanos en investigadores autodidactas, expertos en estadísticas selectivas, economistas de redes sociales y analistas geopolíticos de dos minutos.
¿Alguien dice que hay escasez de alimentos? ¡Falso! Yo compré arroz ayer. ¿Alguien menciona que hay inflación? ¡Fake news! Yo pagué lo mismo por el café hace un año… claro, si no cuento que ahora vivo en otro barrio, que mi salario no me alcanza, ni siquiera para pagar el parqueadero de la indignación.
La polarización no solo divide ideologías; divide la percepción misma de la realidad. Un país partido en dos, pero no por fronteras geográficas, sino por lentes cognitivos distorsionados, fabricados localmente con material importado del mundo digital.
El debate imposible: cuando hablar no sirve para entender
¿Alguna vez has tenido una conversación política que termine bien? No hablo de esas charlas amables entre amigos donde se respetan las diferencias y se llega a acuerdos. Hablo de esas otras, donde uno termina bloqueado, tildado de traidor, vendido, imperialista, oligarca, uribestia, petroñero, o resentido. Eso pasa porque ambos bandos están usando datos diferentes, lenguajes distintos y emociones a flor de piel. Nadie escucha, todos defienden su verdad como si fuera un trofeo olímpico. Y mientras tanto, el país sigue girando, pero nadie sabe hacia dónde.
El sesgo de validación no es nuevo. Ni exclusivo de Colombia. Pero aquí se vive con tal intensidad, con tal fervor patriótico, que parece haberse convertido en parte del ADN político. Como la bandeja paisa, la cumbia, el vallenato y el amor por la selección, pero con menos alegría y más desconfianza.
Así que, ¿Qué hacer? Quizás, antes de gritar, insultar o bloquear, deberíamos preguntarnos: ¿estoy viendo toda la realidad? ¿O solo estoy mirando en el espejo mágico?
Porque si seguimos buscando solo lo que confirma nuestras ideas, jamás saldremos de esta burbuja. Y mientras tanto, el país seguirá siendo el mejor ejemplo del peor caso de realidad alternativa institucionalizada.
Ahora bien, ¿Qué pasa cuando ese sesgo deja de ser solo un error cognitivo y se convierte en una forma de vida política? Que terminamos viviendo en un país donde todo el mundo tiene razón… y al mismo tiempo, nadie.
El espejo mágico a diario: Petro, su gobierno y sus dos millones de realidades
Tomemos como ejemplo al presidente Gustavo Petro. Para unos, es el salvador de Colombia, el hombre que llegó para acabar con la corrupción, el machismo y las desigualdades estructurales. Para otros, es el demonio encarnado, un peligro para la democracia, un experimento socialista que nos llevará al colapso venezolano. Y lo curioso es que ambos bandos tienen datos, cifras, declaraciones, memes e incluso videos de TikTok para respaldarlo.
Pero claro, cada uno ve lo que quiere ver. El petrismo mira el aumento de becas universitarias, el deshielo con el ELN y la reforma tributaria como logros históricos. La oposición, por su parte, solo ve caos, descontrol fiscal y una agenda ideológica que “nos está llevando al abismo”. Ambos lados usan información real, pero también ignoran partes importantes de la realidad. Es como si estuviéramos viendo el mismo partido de fútbol, pero cada hincha viera un resultado diferente.
Y así, mientras tanto, el país sigue jugando… pero nadie sabe si ya perdió o ganó.
La oposición: entre la crítica constructiva y la negación absoluta
No se crea que el sesgo de validación es privilegio exclusivo del gobierno. En la oposición también hay un festival de percepciones sesgadas. Un día dicen que Petro es débil y que su gobierno está cayendo; al otro, aseguran que es un dictador en ciernes que está tomando el control absoluto de las instituciones. Lo mismo pasa con las encuestas: si favorecen al gobierno, son manipuladas. Si las gana la oposición, son «la voz del pueblo».
Y eso sin mencionar cómo se percibe la seguridad. Un ciudadano de Bogotá puede sentirse inseguro porque le robaron el celular en la carrera séptima, mientras otro en Medellín dice que ahora hay más policía en las calles. ¿Quién tiene razón? Todos… y ninguno. Porque cada quien vive su propia experiencia y la usa como evidencia universal.
El poder de los medios: ¿informar o reforzar?
Otro actor clave en este circo de realidades es la prensa. No me refiero a los periodistas honestos que buscan contar la verdad, sino a esos medios y columnistas que han aprendido a usar el sesgo como estrategia editorial. Algunos publican solo noticias positivas del gobierno, otros solo las negativas. Y entre medio, el ciudadano común tratando de sobrevivir a tanta contradicción.
¿Resultado? Una audiencia dividida, polarizada, con cada vez menos espacio para el diálogo. Porque si consumes solo información que confirma tus creencias, nunca vas a cambiar de opinión. Ni siquiera cuando el país se incendie por completo. Simplemente dirás: “esto es temporal”, “es culpa del pasado”, o mi favorito: “esto va a mejorar”.
¿Cómo salir de esta burbuja?
Bueno, ahí está el dilema. Salir del sesgo de validación no es fácil. Requiere humildad intelectual, curiosidad genuina por entender al otro, y la capacidad de reconocer que tal vez, solo tal vez, no tenemos toda la razón.
Arcesio Romero Pérez
Escritor afrocaribeño
Miembro de la organización de base NARP ASOMALAWI
Totalmente cierto Checho, en pocas palabras es la aplicación soterrada en todo orden y hasta locaria de la ley del embudo!!!