LA VIDA DE UN SERVIDOR PÚBLICO

La vida de un servidor público se mueve entre la presión de la sociedad, el cumplimiento del deber y los resultados de la gestión. Todo no es color de rosas como mucha gente cree que todo es alegría. Lo digo por la experiencia que me ha tocado vivir desde el ejercicio de la vida pública. Una vida pública donde a todos se les mide con el mismo racero, tildándolos de corruptos, ladrones o burócratas.

Muchos olvidan que a la vida pública también se llega por honor al mérito y se ingresa a la carrera administrativa y se entra a calificar servicios y así se va escalando hasta llegar a las más altas posiciones. También se viene precedido de muchos méritos académicos, en pregrado y postgrado universitario que te destaca como un gran funcionario público. A muchos nos ha tocado desde la perspectiva de la vida pública, luchar contra muchos vientos por construir un buen nombre, honor, reputación y prestigio, a punta de trabajo y sacrificio sin tener una cauda electoral ni ser un potentado económico para lograr los cargos.

Trabajar, trabajar y trabajar, para resolver, resolver y resolver, problemas y necesidades de la comunidad y garantizarle sus derechos, es la gran consigna de un servidor público para dejar una huella y que nuestra gente mejore su calidad de vida y alcance mejores índices de desarrollo humano. Pero la gratitud pública se ve reflejada en muy pocas personas y por mucha moralidad y pulcritud que sea tu comportamiento como servidor público la gente no te cree y lanzan dardos y acusaciones condenatorias llevándose a quien este por delante sin importar su desempeño.

El pueblo mira al servidor público como el administrador de unos bienes públicos que tiene una clientela que debe atender y debe poner a su disposición para usufructuarlos y garantizarle sus derechos. El alto índice de desempeño laboral importa muy poco a la ciudadanía y en muy pocas veces te convierte en sujetos elegibles popularmente, sino más bien nombrarles para cargos que están a la vanguardia de los ejecutivos. Es indudable que las necesidades de la comunidad son más grandes que los presupuestos públicos y a los gobernantes les corresponde priorizar según la pertinencia adonde focalizan la inversión.

Pero siempre es así, se atiende una comunidad y otra se levanta a protestar y hasta quieren tener autonomía para decidir y tomar posiciones olvidando que son otros los elegidos y quienes tienen esa responsabilidad. El servidor público tiene un jefe que es quien lo nombra y a quien le debe subordinación y respeto y debe rendirle cuentas de su desempeño. Además, debe responder por sus actos disciplinarios frente a la Procuraduría General de la Nación, por el cuidado del patrimonio del estado frente a la Contraloría General de la República y por los delitos contra la administración pública frente a la fiscalía. Del mismo modo, la Dirección Nacional de Planeación y el Departamento Administrativo de la Función Pública evalúan, califican y establecen un ranking de los indicadores y metas del plan de desarrollo y del índice de desempeño institucional, respectivamente.

Pero en el día a día, se necesita trabajar 24/7 para atender las necesidades, presiones y problemas de la comunidad, quien hoy reclama la garantía de sus derechos desde el rigor de las vías de hecho y con muy poca conciencia y cultura ciudadana utiliza la línea abierta de los medios y las redes sociales. Muchos servidores públicos trabajan muy poco tiempo en la función pública, pero duran toda la vida defendiéndose de los órganos de control y de justicia por sus acciones u omisiones cuando se desempeñaron como empleados públicos. Por eso muchos consideran que no es rentable ser servidor público, porque es muy baja la escala de remuneración de los cargos y las presiones son muy altas igual que los riesgos y prefieren la vida independiente.

Muchos servidores públicos de gran desempeño, no tienen acceso a su desempeño detrás del trono ni en las camarillas del poder y terminan viviendo en casas subsidiadas, endeudados con icetex para educar a los hijos y no logran pensionarse por falta de cotización en alguno de los fondos de pensiones. Esa es la gran realidad de muchos servidores públicos en Colombia. Por eso, estamos de acuerdo con la vicepresidenta de Colombia cuando dice que la dignidad en Colombia debe volverse costumbre, empezando por aquellos servidores públicos que lo han dado todo por la sociedad y que merecen una vejez digna.

Rafael Humberto Frías

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