LOS IDUS DE MARZO

La primera vez que escuché esa expresión fue en las aulas del Liceo de Cervantes de Barranquilla, en la asignatura de Historia Universal. El Reverendo Licesio Merino Santos hizo tanto énfasis en ella, que nunca más se me apartó de la memoria. Idus, en latín significa la mitad del mes. Y la expresión alcanzó notoriedad porque el Emperador Romano Julio Cesar fue asesinado el 15 de marzo del año 44 AC, cuando una fracción del Senado quiso impedir que se convirtiera en Dictador Vitalicio. Y como uno de los que empuñó el arma homicida fue su propio hijo Brutus, la acción también se ha convertido en presagio de traición o de que algo malo podría suceder. En la obra teatral JULIO CESAR, del gran escritor William Shakespeare, hay una frase que se volvió icónica para la humanidad: Cuídate de los idus de marzo.

Años después tuve una de las conversaciones más conmovedoras con mi padre. En la finca familiar de nombre “Hatico”, cerca de San Juan del Cesar, mi papá me hizo el relato más fidedigno y triste que jamás haya escuchado. Allí, en el mismo sitio de los acontecimientos, me mostró el portón de madera donde falleció su padre (mi abuelo) Ciro Vespasiano Cuello Pereira. Intentando reconstruir la escena de la tragedia, hizo el ademán de empujar con la culata de su rifle el portón de madera y así permitirle el paso a su hija Elizabeth, quien montaba en otra cabalgadura. Después de abrirle paso a su hija, la inercia del portón lo hizo regresar su punto original, con la consecuencia de que el arma se accionara. La punta del cañón del rifle estaba apuntando a su corazón y el disparo le perforo la arteria aorta. Antes de desangrarse, le expresó sollozante a su hija: Icha; me he matado.

Mi padre parecía absolutamente transportado a ese momento aciago de su vida. Supe de sus propios labios que el desespero que experimentó su hermana Elizabeth fue indescriptible. Inmediatamente llamó a gritos a Sosonte, un indígena concertado que ayudaba a la familia en los quehaceres de la finca, quien arrancó a todo galope para dar aviso urgente a mi abuela Altagracia Ariza en San Juan del Cesar. Esa tragedia ocurrió el 4 de marzo de 1947 y mi abuelo tenía solamente 44 años recién cumplidos. El siguiente 8 de diciembre cumpliría 45. Mi papá estaba estudiando en el Colegio “Pinillos” de Mompox y también me relató esa mañana el ingente drama originado para darle la noticia y toda la parafernalia que implicó el viaje repentino para regresar a San Juan del Cesar. Mi padre era el primogénito de sus hermanos y en tal condición, ese suceso determinó la finalización de su vida estudiantil. Tal vez por ese motivo me aferraba con profunda convicción a pedirle a Dios que mi Papá nunca me faltara y así poder culminar mis estudios universitarios.

Mi Papá era un excelente relator de historias. Tenía una capacidad por encima del promedio para organizar los relatos en el tiempo, lugar y circunstancia. Además, tenía el talento de la declamación, lo cual le confería a sus historias una impronta de recordación garantizada. Y a fe que lo logró conmigo. Creo ser el hijo que más tiempo estuvo con él en sus andanzas de campesino y animal social, que tanto disfrutaba. Y ese 4 de marzo quedó para siempre calcado en mi recuerdo. Aunque casi nunca lo menciono, cada vez que el calendario marca ese día, inevitablemente mi memoria se transporta a imaginar la figura de mi padre contándome esa historia en aquel paisaje agreste de la flora de bosque seco tropical espinoso de mi entrañable San Juan del Cesar.

Pero el calendario de un campesino como mi Padre habría de continuar plasmando su huella en mi recuerdo. Cada vez que llegaba el mes de diciembre, con sus brisas refrescantes y el rápido efecto marcescible sobre los pastizales, el optimismo de mi Papá se iba transformando, al igual que el color de los pastos en la región, que dejaron de ser verdes en noviembre para tornarse pardos en diciembre.

Muchos años después, el 4 de marzo de 2014, con la experiencia acumulada de tantos marzos a cuestas, conversaba con Ivonne el tinto de la mañana. Ese día le dije que mi Papá, al igual que el de ella, se quejaba del verano como una costumbre que había que practicar a diario. Y le dije que mi Papá creía que el mes de marzo era el mes más difícil del año. La queja comenzaba en diciembre, con la llegada de las brisas. En enero la situación se tornaba más complicada, porque después del año nuevo, el conteo de las cabañuelas era un ritual que fácilmente podría romper la esperanza del campesino más optimista, si no se derramaban como lo anhelaba su deseo. En febrero el candente terreno ponía las cosas en su alerta máxima y todos los quitipones se dejaban abiertos para que el ganado circulara por todos los porteros de la finca en procura de algún vestigio de hierba disecada o alguna fruta silvestre. Y si febrero era el retrato de un paisaje desolador, donde en lontananza se veían vacas fantasmales, trupios deshojados y horizontes de tristeza, MARZO era el verdadero desastre, cuando la naturaleza resolvía postergar la llegada de las primeras lluvias de la primavera para el mes de abril.

Esa mañana, cuando Ivonne le hizo a su Papá la acostumbrada llamada de todos los días, le empezó a contar las dificultades ambientales del mes de marzo que yo le acababa de relatar. Pero como ella quería que el mensaje a su Papá le llegara sin alteraciones, me puso directamente al teléfono a conversar con él. Ese día tuvimos una conversación climática muy propia de la época. Me dijo que en Valledupar había un verano criminal, como solía referirse a los veranos inclementes. Esa fue la última charla que tuve con mi suegro Toño Urbina, antes de su partida el 12 de junio de 2014.

Pero cabe también recordar que un 17 de marzo de 1986 comenzamos en Puerto Bolívar, La Guajira, Colombia, el contrato que cambió el escenario empresarial de ACCIONES URBANAS LTDA en El Cerrejón, lo que de cierta manera se constituyó en un vuelco trascendental que vino a torcerle el pescuezo a la tendencia negativa que hasta ese momento venia marcando el perfil de los idus de marzo.

Orlando Cuello Gámez

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Un comentario de “LOS IDUS DE MARZO

  1. MEME URBINA dice:

    Emocionada al leer tu referencia a los IDUS DE MARZO pues recordé a mi profesora de historia. Saltaron mis lágrimas al recordar a mi hermano más querido. Recuerdo con mucho cariño a mi San Juan del Cesar cuna de mis ancestros ,, donde naciò mi madre un jueves santo, 16 de abril de 1906
    ¡Gracias!

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