Escribir sobre lo que ha sido mi madre para mí es relatar todo lo que soy, pues a ella le debo mi vida, crianza, estudio y muchas cosas más, particularmente siempre he pensado que en este mundo después de nuestro Dios creador, no existe un amor parecido al que ellas dan, seguramente si en un momento por tal circunstancia a una madre la pusieran a elegir entre su vida y la de un hijo ellas sin duda alguna darían la respuesta favorable hacia su retoño, y es que fueron nueve meses en su vientre, ese vínculo tan estrecho que se crea ahí entre hijo y madre nadie jamás lo podrá destruir, ni siquiera la muerte.
Recuerdo cuando apenas era un niño en Uribía mi pueblo natal, mi madre trabajaba como enfermera en el hospital nuestra señora del perpetuo socorro, ahí en el desarrollo de sus actividades laborales ella para poder criar a sus cuatro hijos debía aprovechar las horas extras que brindaban los largos viajes en ambulancia hacia la ciudad de Barranquilla para así fortalecer financieramente el hogar. Sacrificio que obviamente le produciría a corto, mediano y largo plazo un desgaste físico alimentado por el amor que sentía por sus hijos, su lucha siempre la observé con gran admiración y modelo a seguir, pues por medio de esas acciones empecé a conocer los valores como la responsabilidad, el respeto, la seriedad y el ser comprometido ante la palabra.
Decirles que poco tiempo nos dedicaba es cierto pues sus diversas actividades eran destinadas a nutrir la crianza nuestra, pero a pesar de estar muy joven la entendía, no había otro camino, el tiempo que llegaba a la casa lo aprovechaba para descansar y tratar de reponer un poco las interminables horas de trasnocho producidas por los turnos nocturnos, a veces la escuchaba quejarse porque sentía que estaba muy cargado la asignación laboral de determinado mes, en muchas ocasiones a inicios de la década del 2000 a las 4 o 5 de la madrugada escuchaba timbrar el teléfono fijo pues en aquella época no existía el móvil como hoy día, Al levantar la bocina escuchaba la voz de mi madre decir que estaba en Barranquilla, santa Marta o Valledupar, porque había surgido una emergencia con un enfermo o herido, dicha llamada guardaba un mensaje repleto de instrucciones sobre la preparación de los alimentos y demás actividades del hogar.
Posteriormente ya muchos años después cuando en el desarrollo de mis actividades académicas en el marco del bachillerato en Riohacha, Valledupar, Santa Marta y Barranquilla en la etapa universitaria, su acompañamiento fue crucial, fueron muchas vicisitudes vividas en aquella época, pero creo que en el fondo fue necesario vivirlas, para poder constituir hoy día todo lo que somos como persona. A veces miro al cielo y me preguntó que hubiera sido de mi si Dios no me hubiera otorgado tal regalo ¿Que sería de mi vida? ¿Dónde estaría? Al mismo tiempo le doy gracias a él por ser tan bueno conmigo y darme una madre tan buena.
La madres son como una especie de órgano rector que por medio de orientaciones nos regula la vida, tales lineamientos que solo llegamos a comprender cuando alcanzamos una edad determinada en la cual nuestra madurez cronológica nos da la oportunidad de comprender todo su esfuerzo y sacrificio en servicio nuestro, cuando esa reflexión ocurre inicia un proceso paulatino de comprensión y valoración, desafortunadamente para algunos cuando eso pasa su madre ya no está con vida, por eso desde acá les hago un llamado a los hijos que por alguna razón no tengan una buena relación con su madre a qué empiecen a propiciar un acercamiento, les aseguro que con el tiempo entenderán lo necesario que es, pues ese ser los tuvo casi un año en su cuerpo, gracias a ella tu haz podido vivir, reír, disfrutar momentos.
Una vez conversando con un amigo el cual días atrás había fallecido su madre, me decía que a pesar de estar rodeado de gente por dentro se sentía solo, el ser que le había dado la vida ya no estaba en este mundo, sentía él, que ese cordón umbilical se había desprendido y que su vida en este mundo ya casi no tenía sentido, El poder de regresar el tiempo y volver al pasado Dios no lo otorgó al ser humano, por eso siempre escuchamos que la vida hay vivirla como si fuera el último día, sin tanto prejuicio, amando a tus seres queridos con hechos, no con palabras, siendo más verbo que sustantivo.
Desde este medio les envió un mensaje a todas las madres que en su noble labor jamás abandonan a sus hijos, en la situación que sea, en cualquier lugar, ellas siempre están ahí, dispuestas, de manera pues que estaremos todo el tiempo tratando cada vez de enaltecer su lugar en nuestra sociedad, un fuerte abrazo a todas.
Luís Antonio Gómez Peñalver