MALAS COMPAÑÍAS

“No se dejen engañar, las malas compañías corrompen las buenas costumbres”, esta frase podemos leerla en 1 Corintios 15:33, y sí, es cierto, pero jamás puede tomarse como excusa para menospreciar a las personas. Nada de lo que está escrito en La Biblia puede usarse como justificación a nuestros malos sentimientos o nuestro mal proceder. Como lo encontramos en 2 Timoteo 3:16-17, “toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia…” no para juzgar, condenar o hacer a un lado a los demás.

Cuando se nos hace el llamado de no andar en malas compañías, se refiere a no andar en intimidad con aquellos que niegan a Cristo y hacen que las relaciones con ellos nos alejen de él o nos hagan vacilar en nuestra fe; más que impedirnos estar cerca de esas personas, lo que debemos hacer es frenarnos a nosotros mismos evitando caer en comportamientos que violen nuestros principios y valores personales o nuestra ética profesional. Menospreciar a los demás por las cosas malas que hacen es una llave segura que en algún momento abrirá una puerta donde seremos menospreciados por las cosas malas que nosotros hacemos. Somos frágiles humanos expuestos a caídas, por más que procuremos la honestidad, integridad, bondad, fidelidad, amor, entre otros, en algún punto habremos de fallar.

Sí, es cierto que mantener la distancia de ciertas personas nos evitará muchos problemas; pero eso no debe paralizarnos ante el llamado que, como hijos de Dios tenemos, de ser luz en medio de la oscuridad y ser sal en la tierra por lo insípida que puede ser la vida a veces.

Hemos de brillar con la luz de Jesús en nuestro corazón, enseñándole el camino a quienes están en tinieblas, pero no con esa luz enceguecedora de sentirnos mejores seres humanos, restregando nuestra bondad, nuestros principios y valores, haciendo a un lado a quienes creemos no merecen nuestra amistad, no, eso no es ser luz, eso es tener elevado el ego. Se trata de una luz que guíe, que a veces confronte, que enseñe, que alumbre el andar de quien camina en la oscuridad y le dirija por camino correcto. Sí, debemos apartarnos de aquellos que pueden corrompernos, pero no sin antes haber hecho el intento de llamarlos a avanzar por senderos de amor, justicia, lealtad, transparencia, fidelidad, etcétera.

Si una mala compañía corrompe nuestras buenas costumbres, no es solo porque se trate de una mala compañía, también tenemos parte de responsabilidad por no tener valores con cimientos sólidos, como lo es estar en Dios y que él esté en nosotros.

Si solo andamos con personas que a nuestro juicio son agradables, de buena fama y con principios, ¿Cómo vamos a rescatar a los perdidos? ¿Cómo vamos a propagar la buena noticia del evangelio? ¿Cómo vamos a invitar al arrepentimiento y el perdón en Cristo, cuando es esa nuestra GRAN COMISIÓN? Una cosa es no intimar con todo el mundo y otra muy diferente es negarnos a extender la misericordia y dar una nueva oportunidad a muchos que la necesitan.

Elisa y María se hicieron amigas hace unos 10 años, Elisa, una joven de 23 años aproximadamente, cursaba el último semestre de administración de empresas y hacía todo lo que hacen los jóvenes a esa edad, salía a bailar, pasear, encontrarse con sus amigos, sí que disfrutaba su tiempo libre; pero eso sí, muy bien portada. María, por su parte, tenía alrededor de 32 años, muy mala fama en la ciudad en la pequeña ciudad donde vivían, tomaba licor siempre que podía, no estudiaba, lo poco que tenía era gracias a los hombres con los que salía. A pesar de que se encontraban de manera regular, María nunca convidó a Elisa a hacer lo que ella hacía, cuando se veían, salían a comer y quizás compartían una piña colada en algún restaurante mientras conversaban a gusto.

Elisa era muy criticada por otras amistades, quienes constantemente le reprochaban el andar con María, pero Elisa nunca les hizo caso, siempre hablaba con María de una mejor manera de vivir, le aconsejaba que estudiara, que se alejara de sus malos caminos y quizás la vida la sorprendería con un hombre que la valorara sin importarle su pasado. Poco a poco los consejos de Elisa fueron llegando a María quien se apresuró a conseguir un trabajo informal, pero digno; para su tranquilidad contaba con el apoyo de su madre, quien le ayudaba con los gastos de aquello que no alcanzaba a cubrir con su salario. Para sorpresa de muchos y lastimosamente la incredulidad de otros tantos, María incluso iba a la iglesia y se convirtió en una mujer de oración.

Hoy, 10 años después, María y Elisa no son amigas, no porque haya habido algún problema entre ellas, Elisa se fue a vivir a otra ciudad y la amistad simplemente se desvaneció, pero hay algo claro, Elisa, a pesar de los años de amistad con María, nunca se corrompió, nunca le importó el qué dirán, no anduvo en malos pasos, cometía errores, claro que lo hacía, pero jamás se dejó influenciar por el mundo de María, todo lo contrario, le fue por luz a una persona que estaba en la oscuridad.

(La historia contada es real, los nombres y algunos acontecimientos fueron alterados para no violar la intimidad de las protagonistas).

ORACIÓN: Señor, hoy entiendo que no soy quien para juzgar ni menospreciar a nadie, lléname de tu amor para que yo pueda amar a todos los que necesitan ser amados. Enséñame a mirar a otros como tú los ves, a perdonas como tú me has perdonado a mí, que tu palabra sea lámpara a mis pies y que de la misma manera yo pueda ser lámpara a los pies de aquellos que andan en oscuridad. Esconde mis dedos si han de señalar; cierra mis labios si han de acusar y guarda mi corazón de tener por poco a los demás. Ayúdame a ser una buena influencia a todo aquel que lo necesite y dame la sabiduría para saber cuándo es el momento oportuno para alejarme de quienes pueden ser una mala compañía y una mala influencia para mí. Amén.

Jennifer Caicedo 

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