“Me encantan los lunes”, es una frase que usa por costumbre un compañero de mi escuela primaria, nunca he sabido si es sarcasmo, si lo dice para automotivarse o si de verdad le gustan tanto los lunes.
El lunes, es un día del que muchos se quejan ya que comienza la semana laboral o académica. Luego de un fin de semana de descanso o diversión, parece no ser fácil retomar las responsabilidades que enfrentamos en nuestro lugar de trabajo o estudio.
Estamos a unas horas de celebrar el Día Internacional del Trabajo, lo que me hace meditar y francamente no comprendo como para algunos el trabajar resulta una carga, cuando en realidad es una gran bendición. Yo, personalmente crecí con mis abuelos, unas personas humildes que gracias a sus esfuerzos y aún sin título académico, lograron salir adelante con sus hijos, hoy, siendo nieta, puedo recoger el fruto de esos esfuerzos.
También, gracias a mis padres, nunca me ha faltado nada. Mi mamá, una mujer “echada pa’ lante” e incansable, me ha enseñado que, si bien se trabaja por dinero para tener el sustento diario, también se hace por amor; admiro su entrega a cada paciente o familiar enfermo y la he visto triste por aquellos que pierden la lucha en una camilla.
Disfrutar de un banquete, usar un vestido que te gusta o pasar vacaciones en un hotel de tu agrado es una delicia, pero es mucho más placentero cuando se ha ganado con honradez, dedicación y trabajo duro, es decir, de la manera correcta.
El trabajo dignifica nuestra vida, aunque muchas veces no estemos en el lugar que deseamos, no es excusa para no dar lo mejor de nosotros, ser diligentes y eficientes. Que nos vamos a cansar, sí; que tendremos que lidiar con jefes y compañeros difíciles, también; que habrá personas que nos traten mal, seguro; que el sueldo es poco, puede ser; pero aún así qué bello es amar lo que hacemos y alegrarnos de nuestras labores, finalmente por ellas llevamos un plato a nuestra mesa. No necesitamos el empleo perfecto, el jefe más compresivo, el horario más flexible, los compañeros más empáticos y el mejor salario para ser felices y agradecidos.
Dice en Eclesiastés 2:24, que no hay cosa mejor para el hombre, sino que coma y beba, y que su alma se alegre en su trabajo…
Salmo 128: 1-2, dice; “Bienaventurado todo aquel que teme a Jehová, que anda en sus caminos. Cuando comieres el trabajo de tus manos, bienaventurado serás, y te irá bien”.
Así pues, cuando llegue el día lunes y debas ir a cumplir con tus compromisos laborales o académicos y sientas que esto te agobia, te da pereza o mal genio, piensa en lo que podía pasar si no tuvieras trabajo o estudios y motívate a cambiar de actitud. Sé agradecido, el trabajo no es una carga, sino un regalo a través del cual el Señor nos bendije y nos provee.
Que Dios bendiga tu trabajo, te proporcione uno si no lo tienes, que bendiga la obra de tus manos, que recojas los frutos y puedas ser de bendición para otros. Así que, cuando sea lunes no festivo y suene la alarma para ir a trabajar, di: “ME ENCANTAN LOS LUNES”
Jennifer Caicedo