Al día siguiente de las concurridas marchas del pasado 20 de junio en todo el país, convocadas para protestar contra el pobre desempeño del gobierno nacional, varios destacados líderes empresariales y algunos líderes políticos de la oposición, en un acto de apertura democrática, hicieron un llamado al presidente Petro para que propicie las condiciones apropiadas para un diálogo efectivo que permita construir en consenso los cambios en las reformas que reflejen los planteamientos de todos los sectores políticos. Es el único camino para tramitar y obtener su aprobación, sin terquedades ni polarización.
Pero hasta ahora el presidente Petro ha insistido en profundizar el antagonismo con el Congreso, los partidos, los medios y los colombianos que no comparten su ideología. Su creatividad discursiva es prolífica y para ello recurre al uso frecuente de falacias y tergiversaciones de los hechos para acomodar sus mensajes a sus propósitos ideológicos o gubernamentales. En sus recientes viajes a Europa -dos en una semana- hizo gala de esa característica personal compulsiva que proyecta disfrutar mucho.
Desde allá, en una aburrida disertación en un auditorio cerrado, que los canales de televisión han intentado obligarnos a ver dos veces en horario familiar, calificó las marchas como débiles -a pesar de ser 5 veces más concurridas que las que él convocó- y arremetió contra la clase media, a la que calificó de “arribista” por participar en ellas. Un odioso irrespeto contra cerca del 30% de los colombianos honestos, pujantes, consagrados a su trabajo y comprometidos con un mejor futuro del país, que la conforman. ¿Acaso él y su familia no pertenecen, o pertenecieron, a esa misma clase?
En el mismo evento manifestó que a la marcha “no salió el hombre que pega ladrillos o pone los vidrios, ni la señora del tinto, etc. …”. Típico discurso populista. Olvida el presidente, paradójicamente, que ese humilde trabajador podría estar viendo amenazado su futuro laboral como consecuencia del derrumbe que vive la industria de la construcción, que con una caída del 66% a mayo es tal vez uno de los problemas económicos y sociales más delicado que vive el país.
Solo en los 5 primeros meses del 2023 se han perdido más de 44.000 empleos directos en este sector. Es un sector donde también se requiere más gobierno y menos ideología. Además del empleo estos colombianos también necesitan cumplir su sueño de comprar una vivienda. La reactivación del programa “Mi casa ya” y los subsidios de vivienda debe ser una prioridad.
En su narrativa sobre la no aprobación de la reforma laboral refleja un total desprecio por sus opositores, no solo porque no apoyan sus ideas sino porque pertenecen a la clase rica del país, especialmente los empresarios, a quienes calificó como “oligarcas esclavistas” porque, según él, no quieren perder el privilegio de la propiedad privada. También reincide en falacias al afirmar que no quieren pagar las horas extras, cuando es un tema que no está en discusión; que no pagan recargos por trabajo nocturno, dominical o festivo, cuando actualmente si se paga y solo se quiere incrementar el valor que se paga.
Durante su visita a La Guajira no podían faltar sus falacias: le echó la culpa de la muerte de los niños indígenas por desnutrición al carbón del Cerrejón. Nada más lejos de la verdad, pues estos niños no han estado expuestos al carbón dado que las comunidades donde residen están ubicadas muy lejos del área de explotación minera -que además no utiliza agua del rio para sus procesos de minería-. Por el contrario, tal como lo indicó un reciente y serio informe, el rio Ranchería incrementa su flujo de agua al pasar por esta área.
En su afán por incrementar el nivel de aprobación de su gobierno, en esta visita también se hicieron anuncios de iniciativas que alimentan la ilusión y la esperanza de algunos ciudadanos, aunque sean irrealizables o representen pocos beneficios reales para la población. El aeropuerto internacional en la alta Guajira es uno de ellos. Sería un gran despilfarro por su bajo potencial de impacto en generar desarrollo, existiendo uno el Riohacha y otro ubicado estratégicamente favorable como es el aeropuerto de Cerrejón, los que podrían habilitarse para el mismo propósito, complementados con las vías que se proyectan hacia esa área geográfica más septentrional del territorio guajiro.
Por el bien del país, el gobierno tiene la oportunidad de rectificar y enderezar el rumbo. Se requiere voluntad política, apertura para escuchar y capacidad de concertación para involucrar las buenas ideas y planteamientos de todos los sectores políticos, empresariales y sociales en la construcción de ese nuevo rumbo. Los resultados de la legislatura que acaba de pasar, en la que no se aprobaron varios de sus proyectos o iniciativas, demostraron que actuando solo el gobierno no podrá cumplirles a sus electores.
Por supuesto que el presidente debe morigerar sus creencias mesiánicas, y eliminar su nivel de agresividad y de maltrato con los colombianos que no comparten su ideología. Debería aprovechar la apertura que se le brinda pues es posible que no exista una segunda oportunidad sobre la tierra para su plan de gobierno.
Álvaro López Peralta