La vida me regaló la dicha más grande que un hombre puede recibir: la bendición de ser papá. Y no solo eso, sino que me premió con la presencia de mi hermosa princesa, María Fátima. Una niña inteligente, creativa y amorosa, que ha heredado mis dones y que cada día me enseña que el amor se expresa en los pequeños momentos.
Pero hoy quiero hacerte una pregunta, a ti que, como yo, tienes el privilegio de ser padre: ¿Qué tipo de espejo estamos siendo para nuestros hijos?
Nuestros niños no solo nos escuchan, nos observan, nos imitan, nos absorben como esponjas. Somos su primer modelo de vida, su primera referencia de lo que es el amor, el respeto y la fortaleza. Entonces, me pregunto: ¿Estamos reflejando lo mejor de nosotros? ¿O acaso nuestro espejo está nublado, sucio, lleno de distracciones y ausencias?
Aunque María Fátima hoy no viva conmigo y esté en casa con su mamá, no permito que la distancia defina nuestra relación. Aprovecho cada momento que la vida me concede para estar con ella, para hacer de lo simple algo extraordinario. Disfruto llevarla y traerla del colegio, porque esos instantes en el carro no son solo traslados; son conexiones, conversaciones profundas, risas, enseñanzas. Le hablo del amor, de la importancia de la amabilidad, de cómo las pequeñas cosas son las que construyen una vida feliz.
Siempre le recuerdo sus virtudes, la lleno de palabras que fortalezcan su corazón y su confianza. Y cuando es momento de corregir, lo hago desde el amor, sin regaños innecesarios, sin gritos que hieran, sino con la paciencia de quien sabe que cada enseñanza deja una huella. Porque ella es el amor de mi vida, y mi misión es verla crecer y triunfar.
Cada día desde Zona Creativa, trato de ser luz y ejemplo para ella y trabajo con disciplina, amor y entrega, porque sueño con el día en que mis ojos la vean alcanzar sus metas, volar alto con la certeza de que puede lograrlo todo. Como en aquella canción que le compuse, donde cada verso es un pedazo de mi corazón:
«María Fátima, regalo del cielo,
milagro de vida que llena mi anhelo,
llegaste a mi mundo con tu dulce mirar
mi corazón encontró su lugar»
A todos los padres que lean esto, les dejo este mensaje: seamos ejemplo. No importa cuánto tiempo pasemos con ellos, lo que importa es cómo lo vivimos. Convirtamos cada momento en un recuerdo inolvidable, en un aprendizaje, en una prueba de amor, un recuerdo imborrable que se le quede para siempre en su corazón como un tatuaje, es el momento de construir puentes de confianza que nadie pueda destruir.
Porque ser padre no es solo dar la vida, es ser parte de la vida de nuestros hijos, es acompañarlos con el alma y el corazón.
Me despido con este versículo que siempre me marco y jamás olvido e inculco a mi princesa: Hijo mío, obedece el mandamiento de tu padre y no abandones la enseñanza de tu madre. Proverbios 6,20
Fabio Torres “El Rector”