A nivel global, los negocios verdes están creciendo con fuerza, impulsados por la crisis climática, nuevas regulaciones como el Plan Nacional de Negocios Verdes, las ventanillas ambientales, y una ciudadanía cada vez más consciente del consumo sano y natural. Hoy se habla de economía circular, energías limpias, agricultura regenerativa y tecnologías sostenibles como ejes de desarrollo. Los inversionistas priorizan empresas con criterios ambientales, sociales y los mercados premian la innovación verde.
Esta transformación no solo es ambientalmente necesaria, sino también estratégicamente económica. Un estudio conjunto del BID y la OIT indica que, si las emisiones de carbono se reducen en un 35 %, podrían generarse 15 millones de empleos netos hacia el año 2030.
Colombia no es ajena a esta tendencia. En el marco de la Semana de la Biodiversidad, el país volvió a poner sobre la mesa el papel de la sostenibilidad, la bioeconomía y la economía circular como motores de un modelo económico que respete la vida y el conocimiento ancestral.
Según el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, Colombia cuenta hoy con 4.162 negocios verdes verificados, distribuidos en 750 municipios de los 32 departamentos. Estos negocios generan 48.052 empleos y agrupan a 78.392 asociados, cifras que reflejan un ecosistema productivo en crecimiento, con impacto y legitimidad.
Tendencias destacadas en Colombia
De acuerdo con el Observatorio Ambiental Regional de la Cuenca del Río Bogotá (Orarbo), estas son las principales tendencias de los negocios verdes en el país:
- Aumento sostenido de negocios verdes y empleos vinculados.
- Expansión geográfica hacia regiones históricamente excluidas.
- Metas de verificación duplicadas frente a lo propuesto en el Plan Nacional de Desarrollo.
- Ventas anuales que superan los $933.000 millones de pesos.
Sin embargo, más allá de las cifras, los territorios son protagonistas clave de esta transformación. Así lo demostró La Gran Ventana Verde, evento que reunió a más de 300 negocios verdes del país y fue calificado como una “mini COP16” por su nivel de organización e impacto. Este espacio permitió visibilizar proyectos locales con potencial global, demostrando que es posible producir, conservar y prosperar al mismo tiempo.
Uno de los focos del evento fue La Guajira, con sus ecosistemas únicos que van desde el bosque seco tropical hasta zonas áridas y costeras, una diversidad cultural valiosa, la península alberga un potencial transformador. Plantas nativas como el trupillo, protagonista en alimentos innovadores presentados durante en la Gran Ventana Verde, son apenas un ejemplo del poder de la bioeconomía local. A esto se suma el conocimiento de comunidades indígenas como los Wayuu, que han convivido en armonía con estos territorios durante siglos, aplicando prácticas sostenibles que hoy cobran renovada vigencia.
Cuatro negocios verdes del departamento participaron con el respaldo de Corpoguajira:
- Finca La Magolita, con su café Saja, cultivado bajo principios regenerativos.
- Lauest Acu, empresa gestora de aceites usados
- History Travelers, agencia de turismo comunitario y étnico en la Alta Guajira.
- La Guajirina, un alimento funcional a base de trupillo, protagonista en la cocina en vivo del evento.
Estos ejemplos demuestran que el desarrollo sostenible no tiene que venir de afuera. Está en las comunidades, en su relación con la naturaleza y su capacidad para generar valor desde lo local. No obstante, se requiere financiamiento accesible, formación empresarial verde, educación ambiental y voluntad política. No basta con aplaudir iniciativas en eventos.
La alimentación también se vuelve verde
En este panorama de transformación, la alimentación sostenible también gana protagonismo. A nivel global crece el interés por modelos como la dieta paleo, que promueve el regreso a formas ancestrales de alimentación: carnes magras, frutas, verduras, frutos secos y alimentos no procesados.
La transición hacia una economía verde no puede seguir siendo una aspiración futura. Debe convertirse en una estrategia nacional, articulada y con fuerza en los territorios. Como dijo Paul Polman, ex CEO de Unilever “No hay empresas exitosas en sociedades fracasadas.” En Colombia, donde la biodiversidad es un privilegio y la desigualdad un reto urgente, esta frase cobra un nuevo significado. ¿Estamos listos para construir una economía que no solo genere ingresos, sino que también regenere lo que hemos degradado?
La Gran Ventana Verde nos mostró que sí es posible. Ahora, el reto es convertir esa posibilidad en política, práctica y prioridad nacional.
Emilsa Rojas Atencio

