NO TE DEJES LLEVAR POR LAS APARIENCIAS, MÁS BIEN DISCIERNE EL CORAZÓN

Santiago Capitulo 2

Mis amados hermanos, ¿cómo pueden afirmar que tienen fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo si favorecen más a algunas personas que a otras? Por ejemplo, supongamos que alguien llega a su reunión vestido con ropa elegante y joyas costosas y al mismo tiempo entra una persona pobre y con ropa sucia. Si ustedes le dan un trato preferencial a la persona rica y le dan un buen asiento, pero al pobre le dicen: «Tú puedes quedarte de pie allá o bien sentarte en el piso», ¿acaso esta discriminación no demuestra que sus juicios son guiados por malas intenciones? Santiago 2:1-4 NTV

Este capítulo inicia con una pregunta muy confrontadora, ¿cómo expresar que tenemos fe si tratamos mejor a unas personas que a otras? Es decir, si nuestra fe realmente está fundamentada en Cristo, no debe producir en nosotros discriminación, clasismo o injusticia, sino todo lo contrario.

Conozco de un dicho que expresa: «Cómo te ven, te tratan». Y la verdad es que la mayoría de seres humanos somos muy visuales, todo nos entra por los ojos y en algunos casos nos dejamos llevar por las apariencias, llámese belleza física, inteligencia, el cargo que ostenta, el carro o la casa que poseen ciertas personas y por tantas otras cosas externas, que no nos dan cuenta realmente de lo que hay en el interior de ellas.

Nos interesamos en aquellos cuya relación nos conviene o beneficia, los tratamos bien, les rendimos pleitesía e incluso hacemos cosas solo para agradarles y encajar en su círculo. En cambio, no damos el mismo trato a aquellos de quienes no obtendremos algún favor y que por el contrario requieren nuestra ayuda. Está palabra nos enseña que cuando obramos de esa manera, nuestro juicio está siendo nublado por las malas intenciones del corazón.

Teniendo en cuenta lo anterior, busque el significado de APARIENCIA, es el aspecto exterior de una persona o cosa, verosimilitud, probabilidad, cosa que parece y no es, manera de presentarse a la vista o al entendimiento de una persona.

Investigando un poco, en la antigüedad era muy difícil que las personas pudieran tener un reflejo de sí mismas, solo podían tener una ligera percepción de su propia imagen en el agua en calma de un pozo o rio. Esto cambió con la invención del primer espejo, luego vinieron las cámaras fotográficas que junto a la tecnología nos dan una visual detallada de nuestra imagen. Es así, que nos esforzamos por vernos físicamente bien puestos, muchos a diario creamos un concepto en nuestra mente de lo que queremos ver reflejado en el espejo, pero olvidamos algo muy importante, lo que refleja nuestro interior.

La biblia enseña: Pero el Señor le dijo a Samuel: —No juzgues por su apariencia o por su estatura, porque yo lo he rechazado. El Señor no ve las cosas de la manera en que tú las ves. La gente juzga por las apariencias, pero el Señor mira el corazón. 1 Samuel 16:7 NTV.   La apariencia oculta la realidad de nuestro ser interior delante de los hombres, pero delante de Dios siempre estamos al descubierto.

No podemos negar que vivimos en un mundo de apariencias, en el que todo se trata de la imagen.  Esta conducta tiene su origen en la falta de aceptación, no solo se trata de la aceptación personal, sino de la aceptación hacia las otras personas. En psicología la aceptación personal nos posibilita el aprobarnos cómo somos, reconocer las cualidades, pero también los defectos que todos tenemos.  Precisamente esto último es lo más difícil de asimilar, pero si no admitimos nuestros defectos, nos estancaremos y será complejo transformarlos para ser mejores personas. La aceptación personal, nos da una comprensión de la realidad tal cual es y no como nos gustaría que fuese, reconocer aquello que nos rodea (personas, circunstancias, enfermedades, rechazos de nuestro entorno, etc…) y crecer en medio todo ello.

Con relación a esto, dice la palabra en el Salmo 139:13-14 Tú creaste mis entrañas; me formaste en el vientre de mi madre. ¡Te alabo porque soy una creación admirable! ¡Tus obras son maravillosas y esto lo sé muy bien!

Dios nos creó perfecta y maravillosamente bien, entonces cuando no reconocemos la obra de Dios en nosotros, la estamos menospreciando y no descubrimos nuestro verdadero valor como personas y como sus hijos, mucho menos tendremos la capacidad de valorar a los demás. Ser aceptados es una necesidad humana y en aras de satisfacer esta necesidad muchas veces asumimos una postura, actitud, pensamiento o forma de hablar, incluso llegamos a tomar decisiones imprudentes para lograr la aceptación de personas a las que tal vez no les interesa nuestro bienestar y nosotros hacemos lo mismo con otros; y es aquí donde se produce el vivir de las apariencias.

Para no caer en esto, hay cuatro aspectos importantes a considerar:

  1. Fuimos creados por Dios y ante El hemos de presentarnos a cara descubierta, con el propósito de ser transformarnos en nuestras imperfecciones y reestablecer su diseño perfecto en nosotros. Cuando nos presentamos ante Dios no es necesario tanta parafernalia, usar maquillaje o palabras rebuscadas, solo necesitamos derramar delante de él, nuestro corazón como lo dice en el Salmo 51:17 «Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios».

Reconocer nuestra necesidad de Él y saber que no somos una obra terminada sino en proceso, nos permitirá no solo vernos como él nos ve, sino ver a los demás de esa misma manera.  Aceptar nuestra perfecta imperfección nos hará mirarnos y mirar a otros con otra perspectiva. Filipenses 1:6 Estoy convencido de esto: el que comenzó tan buena obra en ustedes la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús.

  1. No calificar a las personas basados sólo en lo que vemos o escuchamos de ellas. Dios envío a Samuel a buscar un hombre para ungirlo cómo rey en lugar de Saúl y Samuel esperaba encontrarse con alguien igual o por lo menos mejor que el Rey. Recordemos que Saúl según describe la biblia eran un hombre bien parecido, alto y fornido (1 Samuel 9:2) dice que «entre los hijos de Israel no había otro más hermoso que él; de hombros arriba sobrepasaba a cualquiera del pueblo”. Con esa visión empezó la búsqueda, pero Dios le hizo entender que, aunque los demás no aprobaban a David por su apariencia, inexperiencia y juventud, Dios sabía lo que había dentro.

Eclesiales 11:2 No alabes ni desprecies a nadie por su apariencia; ¡la abeja es un insecto pequeño, pero produce la miel más dulce.

  1. No te esfuerces en aparentar nada ante los demás. Siempre es mejor mostrarnos tal cual somos, ser auténticos y genuinos. Si no es así, en algún momento saldrá a la luz la verdad sobre lo que hay en nuestro corazón. Fingir ser lo que no somos es desgastante, nos roba la energía, la paz, el gozo y nuestra esencia se va desvaneciendo gradualmente.

Mateo 23:27-28 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, más por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia. Así también vosotros por fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad.

Cuando el deseo de mostrarnos como no somos se vuelve parte de nuestra identidad, terminamos siendo una fantasía, una falsedad, una hipocresía. Entonces mantener esta máscara, se convierte en un trabajo duro y frustrante, que nos esclaviza.

  1. Lo trascendental no es agradar a las personas, sino agradar a Dios. Elige ser la persona que Dios creó y quiere que seas, único y diferente a los demás, aunque esto te represente ser criticado. Nunca lograrás tener contentas a todas las personas, aunque te afanes por impresionarlas; siempre habrá alguien a quien no le agradarás.

Gálatas 1:10 ¿Qué busco con esto: ganarme la aprobación humana o la de Dios? ¿Piensan que procuro agradar a los demás? Si yo buscara agradar a otros, no sería siervo de Cristo.

La voluntad de Dios es que le agrademos y seamos como Él nos diseñó. Él nos ama de manera incondicional a pesar de conocer nuestro interior, no nos juzga, ni nos evalúa por lo que los demás dicen de nosotros, porque Él nos conoce; siempre está dispuesto con los brazos abiertos para recibirnos, y si se lo permitimos transformar nuestra mente, emociones y voluntad, para que seamos lo que él dice que somos, y así mismo ser instrumentos útiles en sus manos.

Hoy Dios nos invita a ser sencillos y sinceros, a no querer aparentar algo que no somos, mostrarnos transparentes y salir de los sepulcros blanqueados. A no juzgar el valor propio y el de los demás desde nuestra perspectiva sino desde su entendimiento. Judas Iscariote parecía un discípulo fiel, pero su apariencia era engañosa, los demás discípulos nunca sospecharon siquiera lo que pasaba al interior de Judas, Jesús era el único que conocía su corazón: «¿No os he escogido yo a vosotros los doce, y uno de vosotros es diablo?» (Juan 6:70). La perspectiva de Dios es más alta, insondable y sabía que la nuestra.

Pidamos hoy a Dios no solo que nos enseñe a escudriñar nuestro corazón, sino que también nos regale el don de discernir los corazones de los demás para no equivocarnos.

Vicky Pinedo 

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