Crisis permanente, es lo que se puede entenderse de la historia de las relaciones entre la República de Colombia y la República Bolivariana de Venezuela la cual ha estado distinguida por múltiples dificultades, algunos de ellos han sido por discrepancias en la delimitación territorial, otras veces por injerencias políticas, militares o traslado del conflicto interno más allá de las fronteras. Lo cierto es que en los 2.219 kilómetros de frontera común se vive como pueblos hermanos, esta relación, de amores, odios y apoyo mutuo a problemas económicos y sociales hace que sea mundialmente reconocida como una de las fronteras más activas, en la que los problemas de un lado de la frontera eran y son las angustias del otro.
El 23 de febrero de 2019 oficialmente Colombia rompió relaciones de todo tipo con su hermana nación, en un momento en el que el estallido social y económico en Venezuela estaba en su punto más álgido, se cerraron fronteras, embajadas, consulados y por ende, todo tipo de relación comercial. Varios años después, con la llegada de Petro a la presidencia de Colombia se dispuso el restablecimiento total de las relaciones políticas, lo que nos lleva a pensar cual será el papel de La Guajira y los guajiros en este proceso.
Una vez se conoció la noticia muchos se alegraron especialmente los habitantes de Maicao, uno de los pueblos más afectados con el congelamiento de las relaciones Colombia – Venezuela; así como los maicaeros, los habitantes de los 15 municipios esperan que se pueda mejorar la seguridad ciudadana y la misma situación de orden público; pues esa nueva dinámica permitirá una colaboración mutua en inteligencia policial y militar entre los dos países. Aunado a ello la apertura de la frontera facilitará la restauración de las relaciones comerciales, culturales, sociales y familiares rotas por la disputa política del entonces presidente Iván Duque y de Nicolás Maduro en el año 2019.
La historia reciente nos recuerda que entre 1970 y 1990 muchos Guajiros emigraron a Venezuela para buscar mejores oportunidades de vida, a muchos ese país que se encontraba en la más floreciente bonanza petrolera les otorgó a muchos derechos a la residencia, al voto y otros servicios sociales. Unas décadas después la migración se hizo a la inversa, pues millones de venezolanos han pasado la frontera huyendo de las consecuencias sociales y económicas de las políticas socialistas impuestas, de los cuales más de 200.000 se han radicado en los diferentes municipios de la península Guajira donde hoy reciben las atenciones del estado.
Con el arribo a la presidencia de la República de Gustavo Petro se han iniciado un conjunto de cambios políticos, económicos e institucionales en Colombia, uno de ellos es la reconstrucción de los lazos políticos con el vecino país, propiciado por una visión geopolítica diferente a la que hasta hoy se conoce, pues, en los anuncios presidenciales se habla de incrementar los procesos de integración económica latinoamericana, iniciando con el país natal de Bolívar y con la República de Chile, países que comparten ideales de izquierda en su sistema económico, tal como se pretenden implementar acá. Escuchando a los encargados de esa tarea, se advierte que el esfuerzo para el restablecimiento total de relaciones propone unas metas macroeconómicas en las que se estima que a corto plazo se podría llegar a un intercambio comercial cercano a los $10.000 millones de dólares beneficiando a los más de ocho millones de colombianos que viven en la frontera, incluidos los habitantes de La Guajira. Esa tarea de construir riqueza para ambos pueblos debe servir de impulso para que el Gobierno departamental y sus gentes evalúen cuáles podrían ser los bienes y servicios que se podrían exportar permitiendo la generación de nuevos emprendimientos, empleos y el mejoramiento del aparato productivo regional.
No se puede olvidar que la ruptura de las relaciones diplomáticas privilegió el crecimiento exponencial de la ilegalidad en la frontera, el flujo migratorio de más de tres millones de personas que han entrado de manera legal en Colombia ha desatado una ola de violencia por cuenta de las disputas territoriales de diversos grupos armados ilegales que delinquen en esas zonas, además de la conformación de mafias de contrabando de productos comerciales de la canasta básica, la delincuencia común y el sicariato. Se espera que esta nueva era de las relaciones binacionales permita intercambiar información respecto a personas que están reseñadas como delincuentes y que hoy se pasean campantes por calles de ambas naciones protegidas por la sombra de no existir información en los sistemas de inteligencia. Amalaya y esto sea diferente a partir de ahora.
La apuesta de Colombia, según se evidencia está principalmente en el resguardo de la frontera, asuntos de seguridad humana y estratégica, protección de pasos (fronterizos), y asuntos consulares y económicos, para lo cual se sería importante que se escuchara a los habitantes de la Guajira para tener en cuenta su opinión en los procesos, programas y proyectos a implementar, así como, por otra parte, estos mismos deberían prepararse para participar en el intercambio comercial.
Adaulfo Manjarrés Mejía