¿RECUPERACIÓN DE LA ESPADA DE BOLÍVAR? FUE UN ROBO DEL M-19

La conmemoración de los 50 años de la “recuperación” de la espada de Bolívar por parte del Ministerio de Cultura de Colombia es una afrenta al dolor del pueblo colombiano, al tener claro que fue un asalto cometido por el grupo terrorista M-19 del que procede el inquilino del Palacio de Nariño. Hoy desde el Gobierno pretenden reescribir la historia y resignificar un acto delictivo de un grupo terrorista y secuestrador que tanto daño le hizo al país.

Es un exabrupto que desde la cartera de Cultura se pretenda cambiar un suceso de tan alto calibre por la pretensión del presidente Gustavo Petro de tratar de maquillar un hecho delictivo, propio de un grupo al margen de la ley, para premiar a unos bandidos que hicieron derramar tanta sangre de colombianos inocentes.

Las cosas hay que decirlas como son. Fue una banda de criminales la que cometió lo que podríamos calificar, nada más y nada menos, como un delito de lesa humanidad, tras apropiarse de un símbolo tan valioso para la historia no solo de Colombia, sino de toda una región emancipada por el prócer Simón Bolívar.

Esto que hizo Petro es un símil de lo que hemos visto bajo regímenes totalitarios como los de Cuba, Venezuela y Nicaragua, en donde sus dictadores suelen tergiversar la historia para ponerla al servicio de una ideología estéril que solo ha empobrecido a esos pueblos.

Petro, al cometer esta inmoralidad, está enviando un mensaje que debe ser rechazado rotundamente por la comunidad internacional. Aplaudir lo que ha respaldado el exguerrillero es tanto como convertirse en cómplice del terrorismo que tantas víctimas ha dejado en nuestro país y el mundo.

Sin lugar a duda, estamos ante un mandatario que piensa, al igual que otros de su misma calaña, que la violencia es un mecanismo válido para obligar a todos a pensar igual que ellos. De alguna forma, Petro está buscando justificar el robo de la espada de Bolívar a través de las vías legales para limpiar los crímenes de su ‘club de amigos’, todos hoy en la legalidad y algunos parte integral de su Gobierno.

Los colombianos de bien sentimos vergüenza ajena por lo que ha hecho Petro. La ‘romantización’ del crimen y la violencia es la forma mediante la cual los criminales reescriben la historia, presentando a salvajes carniceros como heroicos ideólogos. No se me hace raro que, tal como sucede en Cuba y Venezuela, el Ministerio de Educación, bajo las órdenes de Petro, en algún momento proponga cambiar en los textos escolares la palabra robo por el eufemismo “recuperación”, atendiendo el libreto comunista.

La propaganda al estilo nazi, como bien lo pregonaba Joseph Goebbels, es tan peligrosa que logró justificar los más horrendos crímenes, presentando a los judíos como demonios. En este caso, vemos a un Petro mostrando como arcángeles a una manada de delincuentes, que gracias al marketing y la repetición de mentiras hoy quiere convertirlos en unos íconos.

Afortunadamente, todavía hay muchos colombianos pensantes que no tragamos entero, a quienes la gran mentira de Petro no podrá seducirnos. La propaganda pensada y estructurada para engañar pretende justificar el mal, con el bien definido propósito de darle al crimen valores y moral inexistentes.

Es el momento propicio para poner en contexto el asalto al Palacio de Justicia en 1985 y el vil asesinato de magistrados y civiles que se encontraban dentro del recinto.

Hay que refrescarles la memoria a los colombianos dejando en claro que los terroristas del M-19 fusilaron a todo aquel que se interpuso en su misión. De tal manera, masacraron a funcionarios inocentes y a hombres de la Fuerza Pública, causando también graves heridas a otro medio centenar de personas cuando incendiaron la edificación, con la única intención de borrar toda evidencia judicial de los expedientes de los narcos para evitar así su extradición.

No nos dejemos meter los dedos en la boca. La tal “recuperación” que plantea Petro sobre el deleznable robo de la espada del Libertador hace medio siglo debe servirnos de campanazo de alerta para lo que podría estar cocinándose en Colombia. Bien vale preguntarnos: ¿Comienza Petro a mostrar sus garras para convertirse en otro dictador?

Sofy Casas

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