Hace un tiempo escribí sobre la relación que existe entre el desarrollo integral de los pueblos y los líderes que pasan por el cernedor estricto de la democracia; esos que para llegar a ser, deben vencer los rigores de la política electoral.
No se me hace posible avanzar sin señalar el marco geográfico de esa relación: me refiero a Maicao, al que he recorrido palmo a palmo y en el que en cada vivencia he disfrutado en sus diálogos piel a piel. Esa experiencia, que completa casi veinte años, hoy me otorga licencia para publicar un diagnóstico que no encuentra un sustento distinto al que indica con severidad la ineludible necesidad de renacer.
Renacer es redescubrir y establecer con coherencia y plena honestidad el sagrado derecho a elegir y ser elegido y encontrar a través de estos valores, el mejor estado de conciencia para respaldar con el voto a la mujer o al hombre que necesita el territorio para el ejercicio del poder.
La distancia del acto de conciencia que nos permite sanas postulaciones y aciertos para elegir nos ha salido cara y nos ha cobrado por ventanilla la confianza que entregamos a la ligera.
El momento actual de Maicao y su estado frente a lo que deberían mostrar sus indicadores, nos sacan de los puestos de privilegio.
Revisemos:
Necesidades básicas insatisfechas, inseguridad que atenta contra la tranquilidad y la productividad, falta de confianza frente a la administración pública, incredulidad al respaldo institucional, crisis de valores y otros elementos afines a esta evaluación, me llevan a concluir que, en lo que compete a la elección que promueva curules a senado y cámara, deben y tienen necesariamente que honrar la moral, la ética y especialmente la evaluación rigurosa que no permita posicionamiento de narrativas demagógicas a quienes tuvieron la oportunidad de servir y no lo hicieron; en la mayoría de los casos porque se situaron en las complacencias burocráticas y hasta en el manejo corrupto del presupuesto público.
Siento que describir todo lo que no deben contener las próximas candidaturas me hacen cumplir con la descripción que señala a quienes deben apartarse de los discursos que reivindican lo prometeico y que promueven lo demagógico.
Reafirmo mi tesis y concluyo: renacer es un asunto de voluntades y no de falsas promesas, renacer es también evaluar y exonerar a quienes realmente aprendieron de la experiencia, renacer es entender que no basta con nacer en la tierra en la que te postulaste, renacer es apropiarse de la sanción social para castigar a quienes pudieron servir y no lo hicieron, renacer es castigar a los que pasaron por lo público para robustecer presupuestos particulares y salir en el presente a aspirar con la misma demagogia.
Sobran sanos liderazgos que visionan a Maicao como esa capa de renacimiento y a quienes aún le sobran voluntades.
Carolina Issa Morales