Hace un año para esta época, me reuní con la ministra de Agricultura, Jhenifer Mojica, en su despacho de la avenida Jiménez del centro de Bogotá. Fue una charla amena, donde analizamos lo bueno, lo malo y lo feo, del sector agropecuario en Colombia.
A pesar de tener diferencias ideológicas -ella de izquierda y yo de derecha-, al final del tinto coincidimos en muchas cosas. La jefe de la cartera agraria, es una funcionaria que sabe escuchar, es respetuosa, transparente y tiene las ganas de trabajar por el campo. El problema es que no tiene equipo, no se deja ayudar y solo está concentrada en la reforma agraria, el programa bandera del gobierno con la ejecución más baja. Según las cifras del ministerio de Agricultura, solo han podido comprar 88.155 hectáreas de 3 millones que anunciaron comprar en los cuatro años. Es decir, solo han cumplido el 3% de la meta en casi dos años.
Recuerdo que ese día, me preguntó cómo mejorar el acceso al crédito agropecuario. Le respondí que el Sistema Nacional de Crédito Agropecuario, había que reformarlo porque concentró más del 75% del crédito de fomento en grandes Superficies de Alimentos y conglomerados agroindustriales. Finagro, Banco Agrario, la Bolsa Mercantil y Fiduagraria, fueron creados para financiar a los productores del campo y las inversiones en sus fincas, pero según las cifras, entre enero y abril de 2024, a los agricultores y ganaderos, solo les otorgaron el 25% del total de los desembolsos. Además, Finagro reportó 138.000 operaciones de créditos, de tres millones de productores que hay en el país. Es decir, el 95% de los productores del campo no existen para el sistema financiero.
Respecto a la ejecución del presupuesto de inversión, la ministra dijo esta semana en la Comisión Quinta del Senado, que, de los 8 billones que le asignaron en inversión, ya había comprometido el 35,4% y girado el 7,5%, es decir, 600 mil millones de pesos en 42 proyectos de inversión. Con todo respeto, señora ministra, me parece que la ejecución ha sido muy baja, y si esos recursos públicos no fueron invertidos en sistemas de riego, mecanización de cultivos, adaptación de nuevas biotecnologías y transferencia de paquetes tecnológicos en proyectos productivos integrados a la industria de alimentos, esa platica se perdió. En la agricultura de nuestro país, los presupuestos de ayudas, incentivos y subsidios, deben ir acorde a los calendarios de siembras (abril-mayo y agosto-septiembre), y destinados a inversiones que aumente la productividad de los proyectos productivos.
Otro indicador que preocupa, es el tibio crecimiento del PIB agropecuario. Desde el gobierno Duque, ninguno de los cuatro ministros que han desfilado por el ministerio de Agricultura, pudo lograr un crecimiento trimestral superior al 1.8%. Le queda pues, al ministerio de agricultura y a sus entidades adscritas y vinculadas, remontar las cifras de gestión en el segundo semestre. Hasta ahora, van rajados.
Apreciada ministra, cuando usted lo considere, nos tomamos el segundo tinto, para discutir alternativas que mejoren la productividad y rentabilidad del campo. El agobiado sector rural está exigiendo soluciones de verdad y que sean perdurables en el tiempo.
Indalecio Dangond