TESIS SOBRE EL ORIGEN DEL CASTROCHAVISMO
Cuba ha sido el conejillo de Indias, “laboratorio” donde hace más de 60 años con el patrocinio de Estados Unidos, el beneplácito, complicidad y apoyo de sumisos gobiernos regionales se estrenó una abusiva política injerencista. Venezuela más recientemente sufre en carne propia los embates de un despiadado bloqueo económico. El par de ejemplos citados han caído como anillo al dedo a la narrativa de la derecha latinoamericana para justificar sus desvaríos y encubrir sus propias miserias a partir de situaciones propiciadas por ella misma. Entre los desvaríos figura un producto con denominación de origen, fruto de la agudeza y creatividad paisa, y que por arte de magia se convirtió en nuestra principal exportación: la teoría del Castrochavismo, consumida por un “mercado cautivo” de 74, 200,000 personas que conforman el electorado Trumpista. Del lunático para abajo, todos adquirieron el embeleco. La caverna regional solazada con los magros resultados económicos y sociales en esos dos países derivados de las infames decisiones adoptadas en el seno de La OEA y el denominado Grupo de Lima instrumentalizados por la gran potencia, acompasados para instigar y apoyar pérfidos bloqueos económicos y políticos, ha expandido el ámbito de consumo de ese despropósito.
Las elites reaccionarias y aliados mediáticos eficaces en atribuir vicisitudes y dificultades al sistema de gobierno imperante en ambas naciones obviamente soslayan las consecuencias del asedio. Las complejas condiciones por las que atraviesan los dos países, usadas para establecer paralelos entre regímenes de derecha con supuestas economías de mercado versus “dictaduras” donde según interpretación acomodaticia campean el hambre, la miseria. Omiten los populosos cinturones de miseria que constituyen el paisaje en las laderas de las urbes latinoamericanas, secularmente gobernadas por la derecha, sin bloqueos. Olvidan los amanuenses criollos por ejemplo que, el Choco y La Guajira pertenecen a Colombia. “La paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio”. Hipotéticamente conjeturamos la situación económica y social de Colombia o cualquiera de los países traidores de la causa latinoamericana si fuesen compelidos a similar situación. ¿Subsistirán estos gobiernos desalmados en esas circunstancias?
Proverbial cinismo, hipocresía y desvergüenza; bajo la batuta de Estados Unidos un puñado de países con Colombia a la vanguardia organizaron un concierto en la frontera colombo-venezolana irónicamente denominado “humanitario”. En el trasfondo fraguaron una intervención militar, una especie de invasión, finalmente fracasada; el propósito: derrocar a Maduro dizque por dictador- una pizca de perspicacia nos ilustra sobre lo que realmente está en juego-. En otros países regionales como Honduras, Guatemala e inclusive Colombia se han suscitado tramas democrática e institucionalmente más cuestionables, pero se trata de regímenes de derecha, gobiernos parceros; en estos casos, Estados Unidos y la OEA, se hacen los de la vista gorda y miran para otro lado. El gran pecado del gobierno venezolano: salirse de la órbita geopolítica de Washington. Desde
entonces han desencadenado rayos y centellas: una cincuentena de naciones de los cinco continentes-conminados por Estados Unidos por supuesto- tildan de fraudulentos y desconocen sus procesos electorales, bajo ese subterfugio conciben sanciones, bloqueos, retención ilegal y manejo ilegitimo de sus recursos financieros y de las reservas de oro consignados en bancos internacionales.
Libreto análogo diseñaron en Bolivia, nuevamente la OEA como mascaron de proa, obviamente con la finalidad de impedir la expansión de gobiernos progresistas al margen de la egida estadounidense; se apresuró a calificar de tramposa la estrecha victoria electoral de Evo Morales, basada en que la noche del escrutinio, faltando escaso margen para garantizar el triunfo del MAS; como es la usanza, la autoridad electoral suspendió la emisión de datos, a la espera de la llegada de mesas faltantes provenientes de remotas zonas rurales – trillado que las áreas rurales de Bolivia están habitadas por indígenas abrumadoramente “masistas”- . El escrutinio definitivo una vez contabilizadas la totalidad de las mesas rurales ratificó lo previsible, victoria de Morales por angosto margen, pero triunfo al fin. La OEA cumpliendo al píe de la letra las pautas de Washington, invalida el triunfo de Morales y su partido; que en poco más de una década han transformado sustancial y positivamente las condiciones económicas y sociales, han dignificado las comunidades ancestrales. Bolivia durante el periodo de Evo es el país con mayor tasa de crecimiento en Suramérica.
El papelón de la OEA condescendió para que en el interregno de convocatoria a nuevas elecciones en Bolivia se instaurara una dictadura, las fuerzas armadas jugaron rol determinante, en la práctica hubo un golpe de Estado; la OEA calló. El Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT) luego de un análisis estadístico posterior cuestionó a la OEA y concluyó que los resultados eran legítimos: Evo ganó “con alta probabilidad” sin fraude. No obstante, fue obligado por los militares a abandonar el poder. Transcurrido el fatídico, ilegitimo y corrompido gobierno transitorio, se reiteró la victoria del MAS, esta vez contundentemente. Arce obtuvo el 56% de la votación total, 27 puntos por encima del segundo.
El episodio boliviano devela una estratagema orientada a idéntico resultado: deponer gobiernos progresistas regionales. En cumplimiento de ese objetivo, regímenes de derecha mediante postizo contubernio apelan articuladamente a operadores judiciales, mediáticos y demás instituciones proclives a sus designios. Ganar elecciones en estos países no garantiza ostentar el dominio, quedan intactos poderes mediáticos, judiciales, económicos; también subsiste el poder de “fuego” de organismos como la OEA.
Para fastidio de los trogloditas regionales, gobiernos de signo opuesto están de vuelta, López Obrador en México, Fernández en Argentina, Arce en Bolivia y muy probablemente la Revolución Ciudadana o más exactamente el correísmo en Ecuador por intermedio del binomio Arauz- Rabascall que, tras superar multitud de triquiñuelas, trabas y obstáculos impuestos por el Consejo Nacional Electoral para convalidar su candidatura se vislumbran como probables vencedores en elecciones a realizarse en febrero.
LOS RIESGOS DEL POPULISMO DE DERECHA
La insólita, descabellada y dantesca toma del Capitolio a cargo de una turba liderada por el disparatado extremista chaman Jake Angelli, exacerbados e incitados permanentemente por el demente Trump, aderezada con una explosiva combinación de fanatismo, racismo y demás
elementos nocivamente inspiradores que retroalimentan las bases electorales del lunático gobernante, ancoradas en sectas como Qanon y Proud Boys estrechamente emparentadas con organizaciones supremacistas, más la facilidad para la obtención de cualquier tipo de armas- En EEUU es más fácil comprar un fusil de asalto que una patilla-, y los bajos niveles educativos de sectores fundamentalmente obreros, y habitantes rurales primordialmente blancos, anglosajones protestantes, evidenciaron la peligrosidad del neopulismo de derecha.
Se patentizó una absurda mezcla de fe y religión que equipara a Trump como el salvador y a Biden con Satanás- cualquier parecido con nuestra realidad no es mera coincidencia-, nada distante del culto a la personalidad del que sabemos. La participación en política de diferentes sectas evangélicas colombianas, un fenómeno creciente y preocupante – no perdamos de vista que las iglesias pentecostales y demás “hierbas» similares que pululan en Colombia son aliadas incondicionales del uribismo y contribuyen con la interpretación sobrenatural de los fenómenos cotidianos.
La atmosfera fanática, emotiva, irracional, abunda en el uribismo; se camuflan hordas propensas a la violencia, refugiadas en argumentos irracionales para imponer su ideario. Es usual ver en redes a amenazantes militantes dotados de virulentos discursos, desatinadamente enceguecidos de pasión por su líder. El ambiente históricamente violento del entorno bosqueja un escenario aterrador para Colombia; aunque periódicamente se generan episodios ilustrativos en el presente. Gajes del culto a la personalidad, de la desinformación e idealización espuria. Thumor caricaturista del ESPECTADOR en su edición dominical del 10 de enero ironizaba con ácido humor y no menos acierto que la diferencia entre un Trumpista y un Uribista es el inglés.
EL DOBLE RASERO
Temor reverencial y usanza de un rasero distinto para medir situaciones iguales o incluso más execrables han sido la tónica. La OEA hace mutis por el foro ante las tropelías de las huestes incitadas por el magnate hotelero, sus miembros, con excepciones, tienen el rabo entre las piernas; presidentes regionales, en especial DUQUE, PIÑERA, BOLSONARO y ABDO BENITEZ acuciosos emitiendo comunicados y pronunciamientos oficiales cuestionando y expresando radicalmente sus desacuerdos con gobernantes que no comulgan con sus tesis, y si son países débiles aún más; han guardado absoluto silencio. Como decimos coloquialmente el “mono sabe en qué palo trepa”, y/o la Ley es para los pendejos. Aplican ambos asertos.
Inimaginable el escenario colombiano de darse una previsible derrota del actual gobierno. ¿Entregaran el poder? ¿aceptaran su derrota? Además de estrechas afinidades ideológicas, simpatías con los modales del energúmeno TRUMP; razones judiciales y penales derivadas de un cumulo de investigaciones y procesos coinciden en amenazar cual Espada de Damocles el futuro del presidente gringo saliente y de quien ostenta realmente el trono en Colombia. Una vez ocurrida la alternancia quedan expósitos ante órganos judiciales competentes. Es sabido que el hijo tiende a imitar al padre en sus conductas, no es de extrañar entonces una reacción de la extrema derecha criolla similar a la desplegada por el trastornado “peliamarillo” y sus huestes.
Emergen incuestionables parangones, el orate gringo prorrumpió allá: “este es un gran fraude a nuestra nación”; pocos meses atrás vociferaba el inefable líder local “magistrados mafiosos, guerrilleros, me tienen secuestrado” y otra sarta de afirmaciones semejantes, absolutamente
irresponsables. Ni allá ni aquí hubo la mínima prueba de tan extravagantes aseveraciones. En cambio, sí incitaron a la violencia y al desacato. En Estados Unidos el establishment incluyendo congresistas del propio partido del orate no permitieron que un aparecido afectara su institucionalidad. A no dudarlo el tragicómico espectáculo – con muertes incluidas- de la toma de la sede legislativa norteamericana tendrá más repercusiones externas, afectará la credibilidad y el prestigio de Estados Unidos como líder mundial, declinante hace años.
No obstante, afloran enormes diferencias. Allá, exceptuando una docena de senadores de un total de 51 de su propio partido, nadie más quiso meter las manos al fuego por el chiflado. Los suprapoderes emanados de los complejos financiero, industrial y militar impidieron que un individuo- así se tratara del presidente de la nación más poderosa del mundo- persistiera en amenazar al sistema y sus instituciones. En nuestro contexto es al revés, controlan el statu quo, un grupo de individuos en cabeza de instituciones comenzando por el Presidente de la Republica, siguiendo por el Fiscal y seguramente la Procuradora elegida en trance de posesión; además del partido de gobierno y otras colectividades “enmermeladas”; dispuestos a inmolarse a favor de un individuo y en contra de la nación. Esa gavilla la engrosan grandes empresarios e importantes medios de comunicación masiva. Colombia es una democracia absolutamente deleznable.
JOSE LUIS ARREDONDO MEJIA