SABER NO ES LO MISMO QUE PODER

Hoy, nos encontramos en tiempos extraordinarios, donde podemos acceder a información de cualquier tipo, de manera instantánea, abundante y, en muchos casos, gratuito. Sin embargo, esto nos lleva a preguntarnos: ¿Tener acceso a información nos convierte automáticamente en expertos capaces de intervenir responsablemente en situaciones complejas o delicadas? La respuesta, aunque podría parecer evidente, amerita una reflexión profunda: no necesariamente. Hoy quiero invitarte a considerar detenidamente la diferencia crucial entre «saber algo» y estar realmente capacitado para actuar con responsabilidad en situaciones específicas de la vida y las organizaciones.

Imagina por un momento un escenario cada vez más frecuente: una persona obtiene una certificación como coach luego de participar en un curso en línea relativamente breve y decide empezar a apoyar procesos personales o de crecimiento humano. A primera vista, esto parece razonable e incluso positivo. ¿Acaso no es suficiente escuchar, motivar y guiar con buenas intenciones? Sin embargo, aquí es donde debemos detenernos y reflexionar: ¿esta formación breve le proporciona realmente todas las herramientas necesarias para manejar situaciones delicadas, como una intervención en crisis?

No se trata de cuestionar el valor o la eficacia del coaching. De hecho, cuando el coaching se ejerce con responsabilidad y dentro de límites claros, es un recurso invaluable para potenciar el desarrollo personal y profesional. La clave está precisamente en reconocer los límites de nuestra formación y comprender que para ciertos contextos específicos es necesario contar con una base formativa y de experiencia mucho más profunda y amplia.

Aquí otro ejemplo desde una perspectiva distinta, para aclarar mejor la importancia de esta diferencia. Consideremos a un ingeniero civil. La construcción de un puente o una estructura compleja no se limita a tener un conocimiento superficial sobre materiales o una experiencia corta en técnicas constructivas. Se requieren años de estudios académicos rigurosos, prácticas supervisadas, certificaciones oficiales y, sobre todo, una actualización constante en estándares de seguridad y procedimientos técnicos para poder llevar a cabo estos procesos de construcción de manera responsable. De lo contrario, podríamos poner en riesgo la integridad física de quienes transiten esa estructura.

Algo similar sucede cuando abordamos aspectos de la salud emocional y psicológica. La psicología, como disciplina profesional, brinda un marco profundo que permite entender cómo funcionamos emocional y cognitivamente las personas. Un psicólogo cuenta con una formación prolongada que incluye tanto teorías fundamentales sobre el comportamiento humano como prácticas clínicas supervisadas, además de constante actualización profesional. Organizaciones como la American Psychological Association (APA, 2021) insisten en que los profesionales de la psicología deben poseer competencias específicas y estar preparados para atender situaciones delicadas que afectan la salud emocional y mental de las personas.

Por otro lado, instituciones reconocidas como la International Coaching Federation (ICF, 2022) destacan que un coach, incluso certificado, debe conocer claramente los límites de su práctica y referir apropiadamente a profesionales formados específicamente en salud mental cuando la situación lo amerita. Es precisamente aquí donde entra la importancia de una formación profunda: saber cuándo una situación escapa del ámbito de competencias propias y cuándo es necesario derivar a un profesional más especializado.

Es importante destacar que el riesgo no radica en la herramienta, sino en la manera en que se ejerce la actividad cuando no se posee la formación adecuada para contextos particulares. Esto podría llevar, sin intención, a situaciones potencialmente perjudiciales para quienes reciben la intervención. Por eso, la responsabilidad es el aspecto clave que diferencia al profesional preparado y consciente de su alcance frente a quien actúa con buenas intenciones, pero sin suficientes herramientas.

Esto nos lleva a un punto esencial en este debate: la experiencia práctica versus la formación académica. Muchas personas podrían argumentar que la experiencia por sí misma es suficiente para garantizar una actuación profesional efectiva. Sin embargo, aunque la experiencia es vital, nunca sustituye completamente la formación académica rigurosa. Ambas dimensiones, la teoría y la práctica, deben ir de la mano, nutriéndose mutuamente y enriqueciendo nuestra capacidad de intervenir con responsabilidad y efectividad en diferentes situaciones.

Como sociedad, es fundamental que aprendamos a valorar adecuadamente la importancia de una formación especializada en cada área. Este no es un llamado a excluir a profesionales que no sigan una trayectoria convencional o académica tradicional, sino a reconocer claramente la necesidad de contar con bases sólidas y específicas para intervenir de manera responsable en ciertas áreas sensibles.

Este enfoque responsable y consciente nos invita a ser cuidadosos y exigentes al elegir quién nos acompaña en nuestros procesos personales, emocionales o profesionales. Por ejemplo, si vamos a confiar nuestro bienestar emocional en manos de otra persona, deberíamos buscar un profesional con formación sólida en psicología o áreas afines. De manera similar, si queremos construir una civil, debemos asegurarnos de que el proyecto esté dirigido por un ingeniero calificado.

En definitiva, la responsabilidad que acompaña ciertas profesiones y prácticas no es un asunto menor. Como profesionales, debemos asumir con claridad el impacto de nuestras intervenciones. Como usuarios de estos servicios, debemos ser más críticos y selectivos al escoger a quién confiamos áreas tan sensibles como nuestra salud emocional o nuestra seguridad física.

Te invito a reflexionar ahora con más profundidad:

  • ¿Estás valorando adecuadamente la formación específica de los profesionales en quienes confías tu bienestar emocional o físico?
  • ¿Reconoces la importancia de exigir que quienes intervienen en áreas delicadas tengan una formación profesional pertinente?
  • ¿Estás dispuesto a promover en tu entorno una cultura donde la formación profesional adecuada se valore realmente como un requisito indispensable y no como algo opcional?

Nuestra decisión de elegir con responsabilidad puede marcar la diferencia entre alcanzar bienestar y desarrollo personal, o poner en riesgo nuestra seguridad emocional o física. Apostemos por profesionales adecuadamente preparados, porque el conocimiento superficial nunca será suficiente cuando lo que está en juego es nuestra vida, seguridad o bienestar.

 

  

Juan Manuel Mendoza-Puccini

DESCARGAR COLUMNA

Referencias

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *