Desde los 11 años esta artista recorre los festivales musicales. En 2019 se consagró en el Encuentro Vallenato Femenino en Valledupar.
La mejor acordeonera de las riberas del San Jorge es Sara Arango. Nació en La Apartada, pueblo de hatos de ganado y de pescadores que se surten del río, el 27 de marzo de 2005, en el hogar de Lina Pérez y Edwin Arango. Se alzó entre músicas en las que pitos, redoblantes, bombos, platillos, bombardinos y trompetas sirven de refugio a ritmos como el porro, la cumbia y el fandango.
Un acordeón de juguete, al tiempo que la radio local, la afectaba con los clásicos vallenatos en la ejecución y la voz de los juglares, una música que recorría libremente por las ondas hertzianas, muchas veces desplazando las músicas nativas. En la Casa de la Cultura Sara Arango encontró al profesor Juan David Pérez, quien la observaba mientras ella acariciaba la lira y los armónicos del único acordeón existente y, aunque bastante vencido por su uso, la naciente artista ya tenía el sueño de lucirse ante sus contendores en los festivales de la región.
La conexión con ese instrumento, al tenerlo en sus manos, fue mágica. Al posar sus dedos sobre esos botones sintió un volcán despierto al brotar la melodía de un eterno sonsonete que los principiantes no se cansan de tocar hasta saberla de memoria: era La piña madura, una sencilla melodía que sirve de patrón en el aprendizaje.
Esa primera inquietud sobre una hilera de pitos y armónicos sorprendió al profesor de música que preguntó: “¿Quién le enseño?”. El padre de Sara Arango se encogió de hombros y dijo: “Ella no tiene acordeón, creo que nació con el don de la música”. Fue tanta la sorpresa, que el instructor decidió prestarle sin temor el acordeón para que se lo llevara para su casa.
Esa tarde y parte de la noche, estuvo el instrumento sometido a la terca obsesión de la niña que, en su iniciación musical, repasaba la clásica melodía y al filo de la media noche, cayó bajo el embrujo de sus diminutos dedos. Con la tarea cumplida se durmió con una sonrisa plena, llena de música.
Con 11 años metidos en un diminuto cuerpo, empezó el camino sobre un instrumento que la llena de pasión. Al explorar otros senderos de la música desde ese instrumento, Sara Arango siempre contó con el apoyo de sus profesores Luis Castañeda, Carmelo Rodríguez, Efraín Peña y Gerardo Porto.
Pasaron los meses y, en una oportunidad, Jorge Oñate al verla tocar en un quiosco, sorprendido exclamó: “Esa jovencita toca más acordeón que muchos acordeoneros ganadores del festival y, de los actuales, ni se diga, les da sopa y seco”. Poco después se les sumaron las palabras de Emiliano Zuleta Díaz quien dijo: “No hay un acordeonero que toque como ella. Toca Carmen Díaz y Olvídame mejor que yo”. A Israel Romero, por su parte, se le oyó decir: “Sara tiene un futuro maravilloso. Es una acordeonera bendecida”.
Desde entonces la figura juvenil de la acordeonera recorre los festivales donde expone su talento. En muchos ha ganado, en otros la han superado. De aquel primer grupo conocido como Los hermanos Arango solo queda el recuerdo.
Su versatilidad le permite tocar los cuatro ritmos del vallenato con gran habilidad, tanto como porros, cumbias y fandangos de la mejor manera. Muchos eventos saben de su presencia, en el territorio cordobés, en Antioquia, el Cesar y La Guajira, ganando en más de 20 festivales. Uno de sus más representativos triunfos lo logró en el Encuentro Vallenato Femenino, en 2019, en Valledupar, en la categoría infantil.
Tiene el propósito de grabar un producto con las mejores voces, con canciones que tengan la verdadera esencia vallenata. Poco a poco escala en sus sueños, hasta ahora ha ingresado a los estudios de grabación en un par de oportunidades, produciendo dos sencillos, Tierra de ensueño, un porro de Luis Alberto Prado; y Qué tiene ese muchachito, un paseo alegre de Kique Araújo.
Su ejecución es impecable, aunque no deja de señalar que sus fortalezas musicales están en construcción. Es ambidiestra en la ejecución de su instrumento y hace malabares para divertir al público, el acordeón en el pecho o en la espalda como también hace uso de la tecnología al ejecutar ese instrumento en su celular. Sin dejar de buscar la perfección, su camino es ser una profesional con su estilo propio.
Sara Arango sigue en un amplio diálogo con su paisaje natural, donde el verdor de sus sabanas es musicalizado por las aves y las notas salen de las diversas expresiones que, al tocar su acordeón, se vuelven realidad. Ella construye el sendero musical influenciado por Emiliano Zuleta, Israel Romero, Juancho Rois y Héctor Zuleta, quienes con su ejecución le enseñaron que la rapidez debe ser acompañada con mucha melodía, pulso, precisión y firmeza.
Toda esa gracia que tiene Sara Arango, con virtuosidad, elegancia y donaire, seguirá en ella para poner en un mejor sitial sus conquistas musicales con su aliado de siempre, el acordeón.
FERCAHINO – Félix Carrillo Hinojosa