Hace un par de días el Presidente Álvaro Uribe dio a conocer un valioso documento en el que explica, con la nitidez y el pragmatismo que lo caracteriza, sus reflexiones y preocupaciones sobre la reforma a la salud propuesta por Petro y su ministra Corcho –la misma a la que Roy Barreras califica de “ideologizada” y “arrogante”. Su aporte a este trascendental debate constituye un insumo sumamente valioso, por ser uno de los arquitectos del actual modelo de salud que, como bien lo afirma, requiere de ajustes en procura de mejorarlo, pero sin que ello signifique su desbarajuste.
Entre sus más serias advertencias, se destacan las relacionadas con las consecuencias de la estatización plena y el encarecimiento del servicio de salud que, a la larga, provocará el agotamiento de los recursos públicos. En términos simples, para el Presidente Uribe, la de Petro es una reforma insostenible en el tiempo.
“La propuesta anunciada llevaría a que las personas para acceder a la salud tendrían que acudir a fondos regionales, organismos de monopolios burocráticos estatales.
Lo anterior puede llevar a unos costos impagables por la explosión burocrática. Sin EPSs se debilitaría la racionalidad para utilizar el servicio. Además, en un monopolio estatal aumentaría el peligro de crecientes influencias politiqueras para obtener citas, acceso a especialistas, a procedimientos y cirugías.
En monopolios estatales se aumenta el riesgo de corrupción con sobrefacturación y toda clase de costos excesivos.
El nuevo sistema sería insostenible. Al cabo de un tiempo, por agotamiento de recursos, obligará a las personas a pagar más de su bolsillo o a quedarse sin servicio.”
A pesar de sus deficiencias, el sistema mixto (público / privado) de salud con el que actualmente contamos los colombianos se destaca como uno de los mejores del mundo, no sólo en términos de calidad del servicio sino de acceso igualitario al mismo.
El discurso revanchista y de odio y de Petro se fundamenta siempre sobre la falsa premisa de que nuestro sistema de salud representa un negocio de la “oligarquía colombiana” que sólo beneficia a quienes tienen poder adquisitivo, no a los más pobres. Nada más alejado de la realidad.
Primero, mientras que en los noventa el régimen subsidiado tenía una cobertura del 19,5% y el contributivo un 37,7%, en 2010 dicho porcentaje se equiparó: 46,8% del subsidiado y el 45,4% del contributivo. Como pocos en el mundo, el sistema colombiano ha experimentado un proceso de universalización de su cobertura, beneficiando principalmente a quienes menos poder adquisitivo tienen.
Segundo, aunado a que la mayor cobertura ha potenciado la accesibilidad a los servicios de salud en el segmento de población de menores recursos, el gasto por contingencias de salud en los más pobres es prácticamente nulo. De acuerdo con la OCDE, mientras que en países como EEUU, Suiza y Australia el acceso a los servicios de salud supone un significativo porcentaje de gasto para los pacientes, Colombia se destaca por haber logrado consolidar un verdadero aseguramiento en salud, reflejado en el hecho de que los hogares colombianos no tienen que descapitalizarse o vender sus activos para poder pagar por estos servicios.
Y tercero, contrario a lo que con delirio pregona Petro, el sistema colombiano asimismo se destaca por la calidad de los servicios que presta; esto se demuestra con, entre otros: (i) una mayor expectativa de vida (77 años en 2018, 8 más que hace 30 años); (ii) menores índices de mortalidad materna (83 por cada 100.000 habitantes en 2018, 17 menos que hace 20 años), y menores reportes de fallas en distintas dimensiones del servicio de salud por parte de los usuarios (en 2018, sólo el 7% de los usuarios que recibieron atención médica manifestó haber sufrido fallas; en 2002, el reporte era del 42,3%)
A cambio, como lo advierte claramente el Presidente Uribe, Petro está obsesionado por adoptar un modelo plenamente estatizado como el que había antes del actual, que a la postre terminará por arrastrarnos a los tiempos en lo que se destacaba por su ineficiencia, falta de accesibilidad y precariedad del servicio.
Hoy hacemos un llamado a todos los sectores para alentar un debate técnico y no ideológico en torno a la salud, que no es ni más ni menos que una garantía para preservar la vida de los colombianos.
Paola Holguín