SER Y PARECER

En esto días, Sofía, alguien a quien conozco hace años atrás, contaba a través de una historia de Facebook, que sus padres no estaban bien económicamente, por lo que en su casa no había sala, tampoco un comedor donde se sentaran en familia a comer los alimentos, que normalmente lo hacían debajo de un árbol de mango que estaba en el patio. Ella confesó que quería invitar a sus compañeros de clase a almorzar, pero le daba vergüenza que conocieran su situación; finalmente se animó, invitó a sus compañeros, a quienes no les importó no comer en la comodidad de un comedor, antes estaban muy felices almorzando debajo de aquel árbol y anhelaban volver a ser invitados por ella, realmente estaban fascinados.

Sofía culmina su historia diciendo lo importante que es ser y no parecer, que ella era una persona de bajos recursos y que no tenía por qué avergonzarse, ni intentar parecer algo que no era. Al decidir mostrar tal y como vivía y ver la reacción de sus compañeros, también le hizo entender la innecesaria vergüenza que sentía, pues aquello que le apenaba resultó ser atractivo y divertido para ellos.

En 1 de Samuel 16:17, dice que el hombre mira la apariencia exterior, pero el Señor mira el corazón, así pues, si bien estoy de acuerdo que no hay que vivir de apariencias, que debemos mostrarnos tal y como somos, no es menos cierto que no debemos restarle importancia al “parecer”.

Para quienes les gusta engañar a los demás, hay un refrán muy popular que dice: “no es importante ser, sino parecer”, para otros, como Sofía, de quien sé, es una mujer amorosa, dedicada a sus hijos, trabajadora y fiel seguidora de Cristo, es más importante ser que parecer, sin embargo, creo que ser y parecer deben ir de la mano, sobre todo si no queremos ser juzgados por algo que no somos.

Muchas veces nos jactamos de ser ciertas cosas, pero nos olvidamos de parecer, cuan significativo es que ambas guarden coherencia para no sembrar dudas en los demás. No tenemos que demostrar nada cuando lo que somos tiene relación con lo que hacemos y no podemos culpar a los demás de señalarnos cuando aun siendo, no parecemos. Que las personas siempre van a juzgarnos y a señalarnos en algún momento, seguramente, todos estamos expuestos a que eso suceda, sin embargo, mal hacemos en quejarnos cuando es nuestro propio comportamiento el que habla, dando un mal mensaje, aunque esté muy lejos de la realidad.

Para ser más clara en estas palabras les contaré algo que le pasó a mi amiga Valeria durante una relación. Ella es cristiana, disfruta leer la Biblia, pasar tiempo a solas con Dios y asiste a la iglesia regularmente, tiene sus defectos como todos, pero en términos generales es una mujer íntegra, intachable, con un corazón noble, leal y diligente en su trabajo.

Ella pregona ser creyente y toda la responsabilidad en cuestión de comportamiento que eso exige; el problema que tiene, no solo ella, sino muchos de quienes somos creyentes, es que somos cristianos, pero no parecemos cristianos. No me refiero a que tengamos vidas dobles, a hipocresías o máscaras, sino a la ausencia de acciones que nos llevan a parecernos a Jesús.

En la relación amorosa de Valeria, cada vez que ella se disgustaba con su novio, de una manera no sólo infantil, sino poco cristiana y muy mal vista, publicaba salidas de tiempo pasado, en restaurantes y fiestas. Cuando se veía con sus amigas publicaba fotos con sus novios para despertar celos en su pareja, si bien lo lograba su actitud fue mucho más lejos, su pareja comenzó a desconfiar de ella hasta que finalmente terminó la relación.

¿Era Valeria infiel? No, ¿Estaba en los planes de Valeria faltarle a su pareja? No, ¿A Valeria le gustaban otros hombres? No, ¿Coqueteaba Valeria con otras personas? No; sin embargo y aunque sus publicaciones estaban lejos de la realidad, Valeria se estaba mostrando como una mujer parrandera, amiguera y era apenas lógico que su pareja desconfiara. Valeria era fiel, quería a su novio, nunca lo engañó, ni siquiera tuvo la intensión de ser infiel, pero no lo parecía y ello le costó la relación.

Así pues, en la vida no solo hay que ser, sino parecer, porque el parecer va más allá del qué dirán, si bien es cierto hay personas que hablan lo que no les consta, no es menos cierto que hay otras que hablan por lo que con nuestras acciones demostramos. Ser y no parecer, también nos hace hipócritas. Olvidó Valeria, que lo importante en una relación no es solo ser fiel, en Tito 2:4, se aconseja a las jóvenes a amar a sus esposos, a ser sensatas, puras y cuidadosas del hogar, bondadosas y sumisas para que no se hable mal de la palabra de Dios.

1 de Pedro 2:1 dice: “Desháganse de toda mala conducta, hipocresía, celos y toda clase de comentarios hirientes”.

¿Qué en el ser y parecer vamos a fallar? Sí, todos fallamos ya sea en lo espiritual o en lo secular, lo importante es reconocerlo y retomar el camino correcto.

Por último, recuerda que es de más estima es el buen nombre que las muchas riquezas, y la buena fama más que la plata y el oro (Proverbios 22:1), que no importa la edad, nuestros hechos hablan de quienes somos, dice en Proverbios 20:11, que: “Aun el muchacho es conocido por sus hechos, si su conducta fuere limpia y recta”.

En esos términos, te digo que hay que SER y PARECEER, ninguna de las dos funciona independiente de la otra. ¿Qué dicen tus acciones de ti?

Jennifer Caicedo

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