En el 2016 tuve que salir del país para acompañar a mi papá en el inicio de quizás la batalla más difícil que puede sobrellevar un ser humano; él contra la quimioterapia, pero, sobre todo, él contra él mismo, contra la mente que es capaz de gobernar los peores escenarios, que tiene el poder de hacernos decidir que ‘ya fue suficiente’ y que no merece la pena seguir luchando cuando el cuerpo reposa sobre la lona.
Hoy, te escribo a ti Juanita, porque entiendo esos demonios que se posan en tu hombro, que dicen disparates, pero que no todo lo que dicen, lo son. A ti, con quien tomamos aguardiente y te esperamos siempre. Le escribo a tu familia, quienes temen que le hagas caso a aquellos demonios y a tus amigos que han sabido mostrar fortaleza aun cuando lloran en silencio.
Aunque suenen extrañas estas líneas, quiero que sepas que las siento cálidas, porque esta realidad me ha hecho reflexionar, ¿Por qué tú, tan joven y con ese pelazo estás jugándote la vida tan de repente? ¿Por qué te cruzaste con nosotros? ¿Qué nos estás diciendo entre dientes que aún no lo podemos ver? Queremos saberlo y si la vida nos lo permite que seas tú misma quien nos lo cuente. Si no, estoy seguro que a tu muy única manera te encargarás de desencriptar los acertijos.
La vida es un baile y tú la has sabido bailar, síguelo haciendo y no escuches a quienes torpemente temen por tropezar en la pista. Siempre has fluido y no es momento de empezar a calcular los pasos, baila con quien quieras y haz esos prohibidos que nunca te atreviste.
Ríe, llora, grita, teme, hazle caso a tus demonios o pídeles que se marchen, solo tú tienes ese poder, no pidas consejos, haz lo que te haga feliz, lo que te de paz. No es momento de pensar en el qué dirán, es el momento de quizás sonar egoísta, de jugarte tus cartas y esperar que juego tiene del otro lado aquel oponente.
A nosotros, a los que rodeamos también les dedico algunas líneas… Lo primero, gracias, estoy seguro que la quimio sin amor no funciona, la esperanza y la paciencia son también combustible. Sepamos entender, perdonemos y cuestionemos, entremos en ese baile sin miedo a hacer el ridículo porque al final, lo ridículo es quedar debiéndonos.
Juanita, cuenta con nosotros, para reírnos o para llorar, también para criticar. Recuerda que todo es cuestión de perspectiva, hay quienes viven muchísimos años y en realidad no están viviendo, hay otros que vivieron poco y pero viven en quienes quedaron, y hay otros como tú quienes han vivido lo que han querido, lo seguiremos haciendo.
Hoy como en aquellas charlas, con aguardiente en la mano….
¡Salud!
Juan Camilo Rocha