Hace poco, Ana me contaba acerca de su amiga Margarita, una mujer adulta, a quien describe con una profunda admiración, cuenta que, además de hermosa, tiene un corazón maravilloso; aunque la conoce hace apenas unos 4 o 5 años atrás y es de sus amistades más recientes, pareciera que la conociera de toda la vida, pues su amistad se ha fortalecido por la cercana relación que tienen con Dios.
Ana y Margarita poco se frecuentan, sin embargo, se han demostrado que se tienen la una a la otra cuando lo necesitan, ocasionalmente se reúnen, salen a cenar y a contarse lo que últimamente ha sucedido en sus vidas y siempre comienzan o terminan sus encuentros con una oración.
Ana ha visto la nobleza de Margarita, lo trabajadora y emprendedora que es, siempre dispuesta a dar lo mejor de ella en todo tiempo, y, pese a que la vida la ha maltratado una y otra vez, con personas que no han valorado, Ana no ha endurecido su corazón.
Muchos hemos estado en el lugar de Ana, tal vez hemos sido acusados por un mal entendido, quizás hemos sido despreciados a pesar del amor o bondad que expresamos, puede que el pago por nuestros servicios sea poco apreciado y posiblemente nuestra opinión haya sido pasada por alto en muchas ocasiones; no importa, aun así, debemos alabar a Dios porque él conoce nuestros corazones y solo él sabe el momento oportuno para recompensar las buenas acciones.
En Gálatas 6:9-10 dice: “9No nos cansemos de hacer el bien, porque a su debido tiempo cosecharemos si no nos damos por vencidos. 10 Por lo tanto, siempre que tengamos la oportunidad, hagamos bien a todos, y en especial a los de la familia de la fe”.
Confiar en Dios nos hace fuertes e impedirá que nos debilitemos ante los malos sentimientos y acciones de los demás, también perderá importancia la opinión o percepción equivocada que puedan tener de nosotros.
Nunca dejaremos de experimentar cosas malas, el mundo está lleno de maldad; pero debemos tener claro que Dios no nos deja solos, pase lo que pase no debemos permitir que las heridas que nos hagan los demás nos hagan herir a otros; jamás debemos permitirnos dar del mal que nos han dado, sino por el contrario, esa bondad con que Dios nos trata es la que debemos de regalar. Debemos llenarnos tanto del amor del Padre a tal punto que ahoguemos todo lo malo para abrir paso a dar todo lo bueno.
Sin fijarte mucho en lo que recibas o puedas recibir, tú sigue dando lo mejor de ti. Claro, ello sin olvidar que, si puedes evitar un mal gesto o un mal trato de alguien, evítalo y toma distancia, pues en Mateo 7:6 también se nos dice que no demos lo santo a los perros, ni echemos perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen con sus patas, y volviéndose nos despedacen. Este pasaje bíblico quiere decir que, si sabemos que no somos queridos o al menos bien tratados, debemos huir, es una pérdida de tiempo dar lo mejor de nosotros a personas que no nos quieren, que no nos aprecian y a la que no le importamos. No debemos dejar de hacer el bien, pero debemos ser sabios y ejercer discernimiento a fin de no malgastar nuestro tiempo con personas que, hagamos lo que hagamos, nunca nos van a valorar.
Más que pretender tener éxito en todas nuestras relaciones, aceptación o vivir bien, nuestra intención debe ser la de estar restaurándonos constantemente, impidiendo que el mal que nos hagan nos lleve a hacerle mal a otros.
Oración: Señor, hoy te entrego mi corazón, deposita en Él tu amor y bondad, para que sea eso lo que de mi salga para dar a los demás. Guarda mi corazón para que ningún mal que me hagan quede plantado allí, de tal manera que no pueda ser endurecido, sino por el contrario, aun pagar bien por el mal recibido. También te pido que me ayudes a percibir el mal y me des el carácter para huir de las personas que pueden dañarme.
Amén.
Jennifer Caicedo