SOBRE EL PODER EN LA SOMBRA…

A veces cuesta trabajo entender el papel que cumplen aquellos personajes que, ocultos tras bambalinas, e incluso sin necesidad de ocultarse, logran ocupar posiciones trascendentales de poder que pueden llegar a opacar la imagen e influencia de sus propios líderes. El caso de Diosdado Cabello en Venezuela pareciera extraído del fuego de la más profunda forja, de allí de donde ha llegado tan copiosa multitud de héroes y villanos acuciosamente reseñada por la Historia.  Tal es su poder e influencia en el Régimen del Presidente Maduro, tanto que parece a veces que fuese él quién manda en el territorio, más incluso que el propio Presidente, según son frecuentes sus apariciones tomando posturas políticas que afectan el curso de las cosas, bien sea en el entorno interno de su propio como en el contexto internacional.

Cabello se forjó político al lado de Hugo Chávez y, siendo aún militar activo, estuvo con él desde los inicios del Movimiento V República (MVR) para luego secundarle en el fallido golpe de febrero de 1992, lo cual le dio los méritos suficientes para ocupar el segundo puesto de poder que hoy ostenta. Durante el Gobierno de Chávez llegó a ser parte del gabinete como ministro del Despacho, Vicepresidente del país y Presidente Interino durante el fallido golpe del 2002, perpetrado por derechas reaccionarias contra el entonces Presidente Chávez.  Ha sido Presidente y Diputado de la Asamblea Nacional, Presidente de la Asamblea Nacional Constituyente y hoy hace parte del gabinete ministerial de Nicolás Maduro como Ministro de Relaciones Interiores, Justicia y Paz.  Además, destaca como Secretario General del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). Está claro que no ocupa el segundo cargo dentro del Gobierno, pero nadie duda que es el número dos en Venezuela.  

Y es desde esa posición que se toma el privilegio de opinar sobre casi cualquier asunto en Venezuela, en el continente y el mundo. Aunque no tiene mando militar, que es una autoridad que corresponde al General en Jefe Vladimir Padrino, sus señalamientos y observaciones suelen desencadenar reacciones militares en todo el país, al fin que pesa el antecedente de su carrera militar y el escudo protector del finado Comandante Chávez. Y es gracias a esa prerrogativa de poder que interviene en casi todos los asuntos internos, desde los más simples hasta los que podrían parecer más complicados, como podría ser la reciente “reelección” del Presidente Maduro y sus instrucciones para controlar la oposición de María Corina Machado y todos sus agregados en el reclamo de una Democracia verdadera en Venezuela. De allí que vea en ella “su fugitiva principal” y se sienta en libertad de pronunciarse en contra del Nobel de Paz recientemente concedido, diciendo con menosprecio que el premio se trata de “una subasta al mejor postor”. ¿Distinta sería su actitud si el premiado fuera otra persona que no fuese sujeto de sus preocupaciones? Y mucho menos escapa a su crítica el Presidente Trump y su intención de “invadir” Venezuela y se atreve a afirmar que el Régimen de Maduro “tiene los días contados”. Al Jefe de Estado norteamericano le advierte sin reverencia que “nada, pero nada de nada, podrá acabar con la revolución Bolivariana”. Ello da una señal inequívoca de cuánta confianza tiene de sí mismo desde su posición de mando y cuánta confianza tiene en el pueblo venezolano si es que algún día se atreve el Presidente a atentar contra “la dignidad y la soberanía de Venezuela”.  Quizás no se repita el episodio protagonizado por el Presidente Duque cuando tuvo éste el desliz – en mejores palabras la pifia – de decir lo mismo cuando apenas comenzaba su Gobierno, y hay que ver cómo se puso Cabello ante semejante amenaza.  El tiempo pasó, Duque terminó su mandato y Maduro siguió campante, solo que un poco más delgado.  

El poder en la sombra es un fenómeno tan antiguo como la propia humanidad. No es la primera vez que alguien que tiene la prerrogativa de hablar al oído de un rey o de un gobernante acumule tanto poder como para hacerse indispensable e incluso insustituible. En la antigüedad profunda de Egipto, los faraones depositaban totalmente su confianza en su Visir. Los visires ostentaban el más alto rango en la corte; eran la mano derecha del Faraón y se desempeñaban como jefes de gobierno y administradores supremos de los asuntos del reino. Como confidentes del faraón, solían ser cómplices en su accionar, llegando incluso a ser parte de la familia real. Equivalían a un Juez Supremo que supervisaba todo el aparato de justicia y aseguraba el orden del Estado bajo la autoridad suprema del Rey. Controlaban la diplomacia, de donde cumplían el papel de Canciller ante los gobernantes extranjeros. Controlaban la hacienda y mantenían relación estrecha con los sacerdotes en los templos para la recaudación de impuestos, el manejo de las cosechas y la vinculación de personal para las obras públicas. Con la excepción del Ejército, que tenía su propia estructura y dependía directamente del Rey, el Visir controlaba toda la burocracia.  Es decir, no había persona que concentrara mayor poder.  La figura del Visir llegó a ser incluso temida, más que la del propio Rey, según podían ser violentas e inclementes sus reacciones.   

El Visir, que proviene del árabe, se normalizó en los sistemas islámicos principalmente como sujeto de poder al interior del Estado, pero pudo extenderse hacia las monarquías de occidente bajo la figura de “consejeros” u otros equivalentes, encarnándose hoy en lo que se conoce como “primeros ministros”, es decir ministros de rango superior y de mayor responsabilidad que responden directamente ante el soberano y el Parlamento, si es que se se trata de una Democracia establecida. Esa idea de un superministro nos ayuda a recordar personajes de la talla de Winston Churchill, quién tuvo a sus espaldas el gobierno del Reino Unido y el comando de ejército británico durante la Segunda Guerra Mundial, pero también nos daría pie para pensar en Cabello como la mano derecha del Presidente Maduro en su tarea de Gobierno y en su propósito misional de “extender la Revolución Bolivariana por el continente”. Por supuesto que no se alcanza a leer en ello el sueño de Bolívar, no del todo, pero sí el de Hugo Chávez, que es el sueño bolivariano que se ha empeñado en impulsar el binomio dictatorial que domina en Venezuela. No puede haber duda que el halo de poder que ha cultivado por décadas le sirve bien para ser considerado la persona viva más importante del Movimiento Revolucionario, aquel que urdiera al lado del comandante Chávez en serenas tardes de prisión, por allá comenzando los años noventa. 

Decimos pues que, escuchando a Cabello, se tiene a veces la sensación que es el principal en Venezuela. Y resulta que es ese poder el que le ha servido para escalar posiciones en otras esferas en las que no tiene tanta figuración pero que le son muy cercanas. No son esferas de gobierno, pero sí de muy atractivo encanto económico. Cabello está acusado de hacer parte dirigente de círculos de lavado de dinero y narcotráfico, específicamente en lo que se conoce como “el Cartel de los Soles”, para hacer cruda y peligrosa referencia a su papel en una supuesta “estructura mafiosa” de la que hacen parte miembros del Gobierno y Militares de alto rango, quizás en pleno ejercicio y con mando sobre la tropa, quizás ya retirados del servicio, pero no alejados del poder. Vaya uno a saber. 

Se podría decir que el empeño de los dos “aprendices de revolucionario” es apenas un asunto interno de Venezuela y que todos los demás países podemos seguir tranquilos con nuestras vidas, pero no, no puede ser así, porque ya son recurrentes las señales de acción encaminadas a que el continente entero termine implicado en un apresurado contagio de progresismo hacia la izquierda, así como ya ha sucedido y está sucediendo en México, Brasil, Colombia, Argentina, Chile, Bolivia Perú y Ecuador, para citar apenas  algunos casos relevantes. ¿Se espera que al final todos los países se unan al club de Cuba, Nicaragua y Venezuela?

Para Colombia, esta coyuntura política podría verse no muy grave si se toma en cuenta que el gobierno “progresista” que timonea hacia la izquierda está por terminar y no hay todavía una perspectiva clara y contundente de un nuevo gobierno de izquierda, aunque nunca se sabe. Podría ser ésta una razón para estar tranquilos, si no es porque el Presidente Petro ha estado haciendo pronunciamientos insistentes contra el Gobierno de los Estados Unidos por sus amenazas de intervención para acabar con el Régimen de Maduro, lo cual desencadena siempre ruidosos elogios en el otro lado de la frontera. Así, en curso de esa idílica relación, el Presidente Petro se acerca sin complejos a la posición de Venezuela, perdiendo de vista que en su papel de jefe de Estado se arrastra en ese capricho la postura geopolítica de Colombia. El Presidente puede estar viendo en esto un asunto menor, que no lo es, pero es que puede sentirse muy pesado el “compromiso” si es que fuese cierto que hubo recurso s venezolanos en la campaña del Pacto Histórico para la Presidencia de Colombia. 

Un “Dictador en la sombra” puede hacer tanto o más daño que el propio titular, puesto que tiene las manos libres y tiene a su disposición las maquinarias legales e ilegales que necesita para actuar en consecuencia y sin rendir cuentas.  Alguien en esa condición, desde en la sombra, puede hacer uso y abuso del poder sin tener que ponerse en evidencia. Alguien que conoce como Cabello “el arte de la guerra” y lo aplica, sabe que puede “tomar las brasas con mano ajena” y conseguir los resultados que quiere sin salir afectado.  Pensando en ello, se puede sentir muy cómodo con que el Presidente de Colombia le ayude en la tarea de desafiar al Presidente Trump en ese su intento de “intervenir en Venezuela para tumbar a Maduro”. Pensando en ello, se tiene que sentir incómodo si se amenaza a Maduro, porque sabe perfectamente que después de su captura sigue él. Y es seguro que está incómodo porque sabe que se puede probar de qué modo está involucrado en el sugerido Cartel de los Soles, lo cual puede representar para él y sus secuaces unas largas vacaciones en las penitenciarías federales de los Estados Unidos. 

Y sería de esperar que el Presidente Petro esté muy incómodo con la amenaza del Presidente Trump porque sabe que también está acusado de pertenecer al mismo Cartel y que, en caso de un desenlace militar, el turno siguiente sería para él. No es una perspectiva muy agradable para un Presidente, de hecho, de tal modo que se justifica todo intento de desprestigio y descrédito contra la agresiva acción estadounidense, con tal de disminuir el riesgo implícito en la anunciada acometida contra Venezuela. Entonces tal vez tome sentido la reciente propuesta que publicó el Presidente Petro de conceder “amnistía total y gobierno de transición con la participación de todos”, buscando que se le reconozca un papel de “buen componedor” en la crisis y eso le permita “alejar sus plumas del fuego”.

Detrás de todo ello puede estar el descollante segundo hombre de Venezuela, obedeciendo al propósito de ganar más y más aliados entre los países del continente, y a su lado buscará estar el Presidente Petro, según es grande la deuda que se supone que tiene con el Régimen dictatorial. ¡Tremendo problema!!

 

Arturo Moncaleano Archila

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