Septiembre marchaba bien. La vida tenía su rumbo: el trabajo en mi empresa, la carrera terminada en la Andina, las metas alineadas. Todo parecía en su sitio… hasta que el destino nos mostró su cara más difícil. De repente, la leucemia tocó a nuestra puerta, y no de cualquier forma, sino en la persona de nuestro pequeño Salomón.
¿Cómo se enfrenta una familia a una noticia así? ¿Cómo se explica que un niño de solo siete años, lleno de vida, de sueños por cumplir, con una sonrisa que ilumina el mundo y una pasión desbordante por el Real Madrid, tenga que luchar una batalla tan grande? No hay respuestas simples, solo la certeza de que la vida cambia en un instante y nos pone pruebas que jamás imaginamos.
Desde el primer día, lo entendí: esta enfermedad no solo afecta al paciente, sino que sacude los nacimientos de toda la familia. He visto de primera mano cómo los padres dejan todo a un lado: el trabajo, los hábitos, el descanso… Todo gira en torno a su hijo, a cada medicamento, a cada cita, a cada subida de temperatura que puede ser una alarma. No hay pausas, no hay espacio para descuidos. Es un desgaste físico y emocional que solo ellos, los verdaderos guerreros, entienden.
Pero, ¿sabemos realmente lo que significa estar ahí para alguien? No hablo solo de visitas al hospital o de mensajes de ánimo en redes sociales. Hablo de estar de verdad, de acompañar, de ser refugio. Porque, al final del día, lo que más reconforta no son solo los tratamientos médicos, sino el amor, la certeza de que hay una red que sostiene, que abraza y que nunca deja caer.
En mi caso, he podido ir dos veces a verlo. Y jamás olvidaré esa última visita. Al encontrarme con mi hermano, ese abrazo nos reinició el alma. En ese instante entendimos que no importa qué tan duro sea el camino, siempre seremos nuestro lugar seguro. Y ese es el mensaje que quiero dejar hoy: la familia debe estar unida, no solo en tiempos difíciles, sino siempre. No esperemos una enfermedad para demostrar cuánto amamos, cuánto nos importan los nuestros. Un mensaje, una llamada, una visita sorpresa pueden cambiar un día entero, pueden dar fuerza cuando las fuerzas flaquean.
Salomón, mi querido sobrino, mi pequeño guerrero de Dios, tu nombre significa «hombre de gran sabiduría», y vaya si lo eres. Nos ha enseñado más de lo que creíamos saber sobre la vida, el amor y la fortaleza. Y aquí estamos, todos contigo, sosteniéndote, animándote, celebrando cada pequeña victoria. Porque esta batalla no la peleas solo, la peleamos juntos, y recuerda que tenemos un viaje juntos con María Fátima y se que Dios nos regalara la dicha de vivirlo ahora tienes la tarea de escoger el lugar, Punta Cana o el mítico Santiago Bernabéu, casa de el equipo de nuestras pasiones.
Que tu amor, fortaleza, alegría y fe nos sigan guiando. Te amo, Salo.
Ahora te hablo a ti y todas las familias tenemos circunstancias distintas, pruebas o enfermedades, animo, no están solos, Él siempre escucha nuestras oraciones, un aplauso de pie para ustedes también, son unos guerreros y la vida nos premiara con sanidad, bendiciones y paz.
Fabio Torres “El Rector”
Muy Buen mensaje. Solo Dios conoce la verdad en tu corazón y tiene la última palabra ante las abversidades. Mucha fé y esperanza.
Hermosa reflexión, y pensar que esa situación alguna vez nos toca de una o otra manera. Sólo nos toca orarle a Dios por la salud de Salomón.
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