Las adicciones son tratadas hoy como enfermedades en el ámbito de salud pública. Se piensa que derivan de una precondición genética pero a veces, entre la presión de grupo, la aburrición o la ansiedad, se expanden como si fueran contagiosas.
La persistencia en la adicción a veces está motivada en el sentido de rebelión o en un afán de auto destrucción motivado por la venganza y el resentimiento. Esta conducta es propia también del alcohólico o el ludópata.
En el manejo de la salud en el gobierno Petro pareciera que confluyen estas tres trazas de adicción. Adictos a una mitología estatista de la salud. Nacida de los todopoderosos sindicatos que quebraron al Seguro Social y que han cohonestado infinito número de desastres en la red pública hospitalaria del país controlada por gobernadores y alcaldes.
Adictos al objetivo de estatizar el aseguramiento público de la salud y la prestación como expresión de una agenda ideológica. Aunque también justifica esta obsesiva adicción a destruir nuestro sistema público privado de subsidio a la demanda, o sea subsidio al usuario de salud por opuesto al subsidio a la oferta controlada por hospitales públicos, el afán de apoderarse de las enormes rentas de la salud, rentas que por su destinación quedan por fuera del estatuto de contratación y por su complejidad y dispersión en el gasto resultan imposibles de controlar frente a la politiquería y la corrupción.
Muchos han sido los logros de la ley 100 y todas sus esforzadas, y a veces sufridas, evoluciones. Total cobertura de la población, amplio plan de beneficios, terapéutica que representa el estado del arte mundial, bajo costo per cápita, mínimo gasto de bolsillo para el usuario y mejora constante en todos los indicadores de morbi mortalidad en los últimos 30 años.
Pero algo que se olvida con frecuencia, o se tapa por los críticos del sistema de salud, es la enorme capacidad de gestión del riesgo médico, del riesgo financiero y del riesgo moral que han conformado las EPS.
Gracias a la necesidad de controlar los costos médicos y la siniestralidad las EPS que subsisten en el país en su mayoría han construido un conocimiento poderoso de sus bases de usuarios, de su perfil epidemiológico, han construido redes de prestación de servicio conformadas por prestadores idóneos y transparentes, han desarrollado sistemas de auditoría sofisticados para regular la pertinencia en el gasto y la transparencia en el cobro.
Con sus prácticas las EPS han creado, a su vez, la profesionalización de la prestación. Colombia goza de grandes prestadores, con importantes inversiones en instalaciones, dispositivos diagnósticos, quirúrgicos y terapéuticos, novedosas infraestructuras hospitalarias y hemos creado campeones especializados por servicios o por niveles de atención. Las ciudades segundarias del país hoy empiezan a ver la llegada de hospitales de segundo y tercer nivel en los cuales pueden con confianza y especialistas de calidad obtener tratamientos avanzados para los cuales antes era necesario desplazarse a grandes capitales.
Todo este andamiaje, know how y estructura organizacional está claramente en riesgo por la intención específica no ocultada de Petro y sus ministros de salud de sofocar financieramente al sector salud.
Porque cuando se ahoga a las EPS se ahoga a toda la cadena de valor. Que no se engañen los voceros sectoriales o gremiales que coquetean con el gobierno del Pacto Histórico ni los cultores de antiguos resentimientos de épocas de mínima cobertura anteriores a la ley 100.
Y a cambio, los adictos energúmenos, incompetentes y voraces, no ofrecen nada. Ninguna alternativa de gestión.
Aterradoramente en su reciente conferencia de prensa el ministro de Salud Jaramillo, en una simplificación casi que delictual, planteó que si tres de las más grandes y mejores EPS se quebraban por su manejo irresponsable, no pasaba nada. Dijo textualmente: “yo tengo la plata, yo salgo y le pago a las IPS”.
Como si fuera así de sencillo. Como si la ley no reclamara otra cosa. Como si los millones de atenciones diarias de TRECE MILLONES DE PERSONAS, se fueran a coordinar por si solas.
Una afrenta al pueblo y la vida en el supuesto gobierno de la potencia de la vida.
Son suicidas que como directores de culto están dispuestos a matar a sus seguidores y miles de ciudadanos para proteger su adicción al paradigma socialista estatizante.
Enrique Gómez Martínez