Resultó sumamente apasionante uno de los últimos debates generados en el pais, el cual discurrió en torno a los denominados tecnócratas por un lado y activistas por el otro. Como muchos de los asuntos y discusiones sobre el gobierno Petro, copó la atención en los medios de comunicación, disfrutando de abundante difusión. En este caso particular dicha polémica se suscitó con mucha amplitud, pero con escasa profundidad. Sin embargo y tal como cualquier tema controversial sobre este gobierno, se mantuvo latente en la opinión pública, y no podría ser menos, ya que es la primera ocasión en que llega al poder un régimen alternativo.
A diferencia de excepcionales gobiernos reformistas de antaño, Petro ha planteado un conjunto de reformas que lo sitúan entre el justo medio de los pronósticos absurdos y trasnochados del Castro- Chavismo y el gradualismo e incrementalismo un tanto inane, característico de los tecnócratas de nuestro pais. Aupado por su triunfo electoral y precisamente en cumplimiento del mandato otorgado por ese triunfo, Petro brega insistentemente, por el momento infructuosamente, para llevar a feliz termino dichas trasformaciones. Las que, por supuesto deben traducirse en cambios con una profundidad superior a la que ha llevado a Colombia a ser uno de los países mas desiguales, con una distribución injusta de la tierra, en donde cada intento de Reforma Agraria ha chocado con una feroz oposición, una nación en la que la violencia ha sido la constante desde hace más de 60 años. Si bien en el segundo semestre del año pasado, en una fugaz luna de miel entre el ejecutivo y el congreso se lograron algunas satisfacciones. La tarea por cumplir las reformas prometidas más sustanciales, navegan en medio de una borrasca política.
A esa feroz oposición de las elites económicas y políticas privilegiadas, que no quieren desprenderse de los privilegios mantenidos secularmente, estamos hablando de menos del 0,3% del total de la poblacion colombiana. Se le suman los tecnócratas, egresados de la Universidad de los Andes en su inmensa mayoría. Con especialización en varias de las principales universidades de Estados Unidos e Inglaterra, en las cuales retroalimentan la ortodoxia académica y conceptual y cuyo pensamiento en múltiples ocasiones es ajeno a la realidad intrínseca del pais. Esa ortodoxia exótica es la que vienen a poner en práctica en los cargos públicos que ocupan, y con lo cual no hacen sino reproducir las condiciones de desequilibrio económico y social, y prolongar el conflicto interno, que han sido el sello de nuestra evolución.
Esos tecnócratas en su inmensa mayoría son bogotanos y el restante originario de Medellín y del Eje Cafetero. Su ortodoxia, aplicable en los países en donde adquieren sus estudios de post grado, recoge el modelo económico neoliberal. Un sector aún más reducido, asimilado como la “elite del conocimiento”, constituida también por economistas uniandinos, de raza blanca en un 86%, clase media alta y alta, los cuales, según un novedoso, riguroso e interesante estudio, no pasan de 60 personajes, los que en los últimos 30 años han dominado la Dirección Nacional de Planeación, El Ministerio de Hacienda, la Gerencia del Banco de la Republica y Ecopetrol. ¡Increíble, pero cierto ¡.
Incondicionalmente funcionales, complementarios y aliados a los intereses de esas elites económicas y políticas. Son postulados por ellas. Practican la famosa puerta giratoria, van y vienen de los cargos directivos en las grandes empresas privadas, a las altas dignidades del Estado. Asimismo, algunos han ocupado importantes posiciones en organismos internacionales como Banco Mundial, Banco Interamericano de Desarrollo, etc.
Haciendo eco de las sesgadas y acomodadas nociones del conflicto y su solución, han priorizado el fortalecimiento militar como antídoto a la guerra interna, lo cual ha resultado fallido. Caen en el facilismo y en la interpretación simplista de que el móvil del conflicto armado es el enriquecimiento. Investigaciones refutan esas nociones. Sin embargo, han enfocado la estrategia fiscal a financiar y fortalecer militarmente al ejército. Hasta un impuesto de guerra se creó. Pero, muy a pesar de los reiterados fracasos de la estrategia bélica, cuestionan sin recato los intentos de paz total del actual gobierno. Pretenden que lo que no han logrado los gobiernos a los que representan, en más de medio siglo, lo alcance el actual en 18 meses. Estrambótico y exagerado.
Visto lo anterior podemos deducir que la antítesis entre tecnócratas y activistas no es un simple y superficial antagonismo. Detrás de unos u otros se develan enormes maniobras que se traducirán en trasformaciones que como lo hemos afirmado han chocado con una fuerte oposición de las elites que han ostentado el poder. Se le achaca a Petro que su gobierno calificado como el gobierno del cambio, ha resultado un fiasco en ese sentido. Obviamente las inmensas trabas por lograr realizar evoluciones económicas y sociales estructurales, han provenido esencialmente de las fundamentales contrariedades de parte de esas elites que, en la defensa de los privilegios, han encontrado eco en masas ignaras, desinformadas y manipuladas, esquiroles sin “velas en ese entierro”. Nos referimos a un significativo grupo poblacional, cuyos intereses difieren sustancialmente de aquellas elites, pero debido a la confusión, al analfabetismo, terminan ubicándose al lado de los que en realidad son sus enemigos de clase y engrosan sustancialmente y sin ton ni son las criticas y las marchas de la oposición.
Aquellos tecnócratas se creen dueños y amos absolutos de la verdad, y si bien se le abona la estabilidad macroeconómica de la que ha gozado Colombia, ello no es suficiente. Se quedan en el concepto estricto del crecimiento y la estabilidad económica, meta que ha sido revaluada por una noción mucho más ambiciosa como lo es el desarrollo económico, o crecimiento con equidad. Adicionalmente, esos tecnócratas se sienten cómodos con la implementación y primacía de un modelo extractivista que ha venido sentando sus raíces en el pais desde hace más de 40 años.
El debate entonces como pretenden algunos no se puede reducir a tecnócratas y activistas. Va mucho más allá, se trata de una pugna entre tecnócratas de centro, centro derecha y derecha y tecnócratas alternativos o progresistas, con la ventaja para los primeros de que ellos han contado con una escuela y han disfrutado, con algunas excepciones, con el espacio y el tiempo más que suficientes para implementar sus políticas, mientras que los tecnócratas alternativos apenas se encuentran estrenando un escenario para lo propio. No obstante, cabe destacar a diversos y prominentes funcionarios del gobierno actual que desempeñan su labor con lujo de detalles. En anterior columna hice alusión a esa circunstancia. Ellos no encuadran en esa descripción de los tecnócratas tradicionales, porque combinan la sabiduría técnica con una comprensión más cabal de la problemática socioeconómica.
José Luis Arredondo Mejía