TRES MUJERES QUE LUCHAN POR LA IGUALDAD DESDE LAS AULAS, LA ALCALDÍA Y LAS LETRAS

Zenobia Orozco, Ana Cecilia Fuentes y Adina Ariza son tres sanjuaneras que han abierto el camino para que otras mujeres puedan ser elegidas en la política, se animen a utilizar su voz para narrar el mundo y se eduquen. A propósito del Día Internacional de la Mujer contamos sus historias.

San Juan del Cesar es conocida por ser tierra de compositores y de grandes cantantes, incluso de algunos acordeoneros. Todos hombres. Pero lo cierto es que, aunque no sean igualmente reconocidas, en este municipio han nacido y se han criado mujeres que han contribuido a la historia musical, literaria, política y educativa. Tres de ellas son Zebonia Orozco, primera alcaldesa de San Juan y fundadora de la Casa de la Mujer; Ana Cecilia Fuentes, maestra alfabetizadora de adultos; y Adina Ariza, escritora de cuatro libros, poeta y educadora.

Durante más de 30 años han enfocado sus labores en lograr que otras mujeres se capaciten y salgan adelante. Estas son sus historias.

María Zenobia Orozco

María Zenobia Orozco se graduó como licenciada en español y Literatura a sus 65 años. Su trayectoria es amplia: fundó una escuelita rural y la Casa de la Mujer, pasó a la historia como la primera alcaldesa y concejala del municipio y fue la primera dama de la alcaldía de uno de sus seis hijos.

Nació en Zambrano hace 88 años, en una familia campesina y en un caserío en el que únicamente podía estudiar hasta tercero de primaria, pero con apoyo de su padre pudo terminar el quinto grado en la cabecera municipal de San Juan del Cesar. Al volver a su pueblo, los padres y madres de familia, que estaban teniendo problemas con la profesora del pueblo, le pidieron que hiciera una escuelita, y la fundó. “Tenía 30 niños en una casita de bahareque, me pagaban un peso, sentados en unos cajoncitos de donde venía el jabón de pino y enseñando en un tablero que me hizo mi tío Bernardo”, recuerda.

Tres años después, fue nombrada como maestra en la escuela pública de Zambrano. Los sueños de Zenobia siempre estuvieron dentro del aula, aunque no pudo ser normalista por falta de recursos. Pensaba que desde la educación podría ayudar. “Mi papá cosechaba maíz, lo echaba en un caney, y al que llegaba le daba su poquito su mazorca y su mochila con

maíz, con yuca. Y mi mamá al que llegaba le daba el plato de comida, es decir, veía que mis padres servían y eso fue naciendo en mí, pero para ayudar al más pobre, porque a mí me duele es la pobreza”, reflexiona.

Como era ese su objetivo, pensó siempre que no se quería casar, “pero me encontré al mejor hombre de mi vida”, dice todavía llena de amor, 61 años después del matrimonio. Y aunque para la época, los años sesenta, era raro que las mujeres de San Juan participaran en política, Zenobia se movía con los varones de ese mundo, como Enrique Brito, buscando mejoras para Zambrano. En eso estaba en 1966, cuando el gobernador del recién conformado departamento de La Guajira le pidió una terna a Enrique Brito para nombrar al alcalde de San Juan. Y aunque la primera terna no incluía su nombre, Brito agregó un renglón más sin consultarle. “Quiso Dios que para castigar bien sea al míster (Brito) o a Leo (su esposo) porque era conservador y yo sí era liberal, me escogieron”. La decisión no cayó bien entre los que esperaban el cargo, ni entre los hombres que sí tuvieron la oportunidad de profesionalizarse y que desdeñaban de la posibilidad de tener una alcaldesa mujer, maestra y que solo cursó la primaria. “Yo empuñé mi nombramiento y me quedé callada. Después me fui sola a la Alcaldía. Llegué donde Ernestico Parodi, que era el juez civil, a tomar posesión yo sola”, recuerda.

Como alcaldesa estuvo enfocada en fortalecer los procesos comunitarios. Legalizó el que hoy se conoce como el barrio Las Delicias, nombró juntas cívicas en todos los corregimientos y caseríos, antes de que existieran las Juntas de Acción Comunales en la ley, y nombró a varias mujeres en su equipo. “Anacarmen Cortés se hinchaba un revólver, se ponía un sombrero y se montaba en una mula y se traía cinco presos desde Caracolí. La respetaban como a nadie”, recuerda sobre una de las corregidoras de entonces. Aunque la Alcaldía solo duró tres meses, porque renunció cuando le pidieron negarle el apoyo a un compañero, Zenobia Orozco quedó en la historia como la primera alcaldesa de San Juan del Cesar.

30 años después, su hijo Jairo fue alcalde y, como era soltero, Zenobia fue su primera dama. Durante todos esos años había visto el sufrimiento de las mujeres. “Las mujeres sufren mucho en los hogares porque se enfrentan a los hijos. No diré que son todos los hombres, pero hay muchos irresponsables que dejan a las mujeres solas con seis y siete hijos. Quería que las mujeres nos pudiéramos educar y seguir adelante”, explica. Por eso, mientras su hijo estaba tramitando la inclusión de la zona de carretera a San Juan, antes de que fuera destituido del cargo, le pidió un pedazo. “Yo le dije que la casa donde vivía el ingeniero nos la dejara para la Casa de la Mujer”. Su sueño era ver que mujeres jóvenes y mayores se pudieran capacitar para el trabajo, de modo que no dependieran económicamente de nadie, y que si llegaran a quedar solas pudieran defenderse.

“Las mujeres sufren mucho en los hogares porque se enfrentan a los hijos. No diré que son todos los hombres, pero hay muchos irresponsables que dejan a las mujeres solas con seis y siete hijos” Zenobia Orozco

Luz Elena Mendoza es una de esas mujeres que aprovechó las oportunidades de la Casa de la Mujer. Hace unos siete años hizo un curso de repostería que le permitió, hasta hace poco, cuando se le dañó su horno, producir dinero extra. “Me mandan a hacer tortas y me rebusco”, cuenta. Para ella, además, fue importante aprender completamente gratis y en un entorno de cuidado. “La señora Zenobia es una gran persona, sabe explicar y ayuda bastante cuando uno necesita. Recuerdo que una vez tuve una cita médica y ella me colaboró. Siempre ayuda”, dice. En la Casa, además, se han dictado cursos de modistería, manicure y pedicure, entre otros.

En el año 2000, a sus 65 años, Zenobia se hizo licenciada en español y Literatura, a través de un programa que llegó al municipio. Ahí se acabaron las brechas personales que había cargado durante tantos años. “Y es que las mujeres tenemos las mismas actitudes de los hombres. Yo mando en una finca como manda mi marido. Está la idea de que las mujeres tenemos que estar relegadas, pero los mismos derechos nos asisten”, dice.

Hoy piensa que la sociedad sí se ha transformado, pero hace falta mucho “Después de mí ya fueron más alcaldesas, y todavía se postulan para representantes y diputadas. Nos tienen en cuenta, pero también nosotras aprendimos a reclamar”.

Ana Cecilia Fuentes

Cuando era una niña, Ana Cecilia Fuentes acompañó a su mamá a hacer una diligencia en Valledupar. Siempre que hacían ese recorrido usaban carros colectivos, por lo que su madre le decía al conductor que iba para el Valle, y allá la dejaban. Pero en esa ocasión, que está grabada en la memoria de Ana Cecilia, no había carritos para regresar a San Juan del Cesar, solo buses. Cada bus tenía adelante las tablillas que anunciaban su destino: Barranquilla, Valledupar, Santa Marta o Riohacha. De la mano de su madre, la niña subió a un bus. “Una señora sanjuanera que traía mercancía de Valledupar y vendía en su almacén alcanzó a ver a mi mamá por la ventanilla y le dijo ‘Ve, Mica, ¿tú pa dónde vas? Y mi mamá: pa San Juan. La señora le gritó: ¡Bájate, que ahí dice Barranquilla!”.

En ese momento, Ana Cecilia supo que su mamá no sabía leer, y que pudieron terminar perdidas en una ciudad extraña solo por no comprender qué significaban los garabatos plasmados en el bus. En la escuela, luego, también descubrió que le gustaba enseñar, y pensó: “A la primera a la que le tengo que enseñar es a mi mamá”.

Así lo hizo, pero a sus 20 años, cuando se graduó como normalista superior en la Escuela de San Juan y empezó a trabajar como maestra, se dio cuenta de que, además de enseñarle a los niños, tenía que hacerlo con las madres de familia. “Yo pensé: si las mamás saben leer, me van a ayudar con los alumnos en la casa. Y les dije que las que quisiera, que yo les enseñaba. Tenía un curso como de unas 19 mamás, sin ganarme un peso”, recuerda. “Era una satisfacción grande cuando me daba cuenta que las mamás ya aprendían a firmar su nombre o aprendían a leer su nombre”, agrega.

Su trabajo voluntario la llevó a que desde la Alcaldía le propusieran dirigir un programa de alfabetización, primero municipal, luego a nivel del sur de La Guajira y finalmente a nivel departamental.

Javier Díaz aprendió a leer de la mano de Ana Cecilia hace 25 años, cuando era un joven de 17 años que trabajaba en la albañilería de seis de la mañana a cinco de la tarde. Tenía ya un hijo, que era su principal preocupación. “Ya uno con hijos y hogar tiene un compromiso muy grande por delante”, recuerda. Por eso volver al colegio a terminar no era una opción para él. Su oportunidad para aprender a leer y a escribir vino con el programa de Ana Cecilia, a quien recuerda con cariño. “Es una excelente profesora, cariñosa, es quizás la mejor profesora que he tenido en la vida”, dice.

Fiel a su idea de que “enseñarle a leer y a escribir a una persona es como devolverle la vista a un ciego”, Ana Cecilia continúo con su labor, que incluso la llevó a ser Mujer Cafam de La Guajira en 2018, y aunque no ganó a nivel nacional, sí pudo capacitarse en liderazgo. Hoy, a sus 66 años, sigue convencida de que la fuerza de las mujeres puede cambiar el mundo. “Debemos empoderarnos, que nos llene de satisfacción el triunfo de las otras mujeres, que nos dé alegría. Yo les digo a las mujeres de San Juan que luchen, que nosotras podemos”.

“Debemos empoderarnos, que nos llene de satisfacción el triunfo de las otras mujeres, que nos dé alegría. Yo les digo a las mujeres de San Juan que luchen, que nosotras podemos” Ana Cecilia Fuentes

Adina Ariza Cuello

Adina Ariza Cuello ha tenido por lo menos cuatro pasiones en la vida: escribir, enseñar, componer y, más recientemente, comerciar. Con el primero de sus oficios comenzó desde pequeña. En la primaria ya escribía, y a medida que fue creciendo, conoció los relatos y los versos, y siguió escribiendo. “Papá era un hombre que trabajó en el estudio y trabajo en el Liceo de Santa Marta. Él amaba la literatura y la historia, entonces desde pequeñita me hablaba de eso, y a mí me fue gustando el tema”, recuerda.

Comenzó con ese camino inquieto como maestra normalista, pero luego estudió y se graduó como licenciada en Filosofía e Historia, por eso en su trabajo como maestra de la sede primaria anexa de la Escuela Normal de San Juan del Cesar empezó a recopilar relatos sobre San Juan.

“En la escuela designaron un día a García Márquez, y yo era la que escribía, la que componía versos y relataba todo. Colaboré muchísimo con versos, con poesías, con lecturas alusivas a diferentes temas y uno va cogiéndole el gusto, y cuando viene a ver, está escribiendo y componiendo”, explica. “Eso te lleva a buscarle un título, a profundizar, a escudriñar, a leer más. Vas añadiendo datos y te resulta un texto que tú misma eres capaz de leerlo y criticarlo para corregirlo y darlo a conocer a las demás personas”, cuenta.

Mientras investigaba y enseñaba, se daba cuenta de que muchas de las cosas que aprendía no estaban recopiladas en ningún libro, sino sueltas, y ni los estudiantes ni los padres de familia podían acceder fácilmente a ellas. Así surgieron sus obras.

Aunque Adina acumuló un vasto conocimiento sobre la historia de San Juan del Cesar, aún dice con humildad que no sabe por qué los padres de familia y los alumnos creían que ella sabía mucho. “Venían a mi casa a buscar conceptos para tareas, entonces cuando ya pasaron unos años y yo ya había escrito bastante, un día dije: yo debo publicar todo esto”.

Así lanzó su primer libro “San Juan del Cesar. Pasado y presente”. En adelante, ha publicado tres libros más sobre la historia y la evolución del municipio, la Serranía del Perijá, la economía y la política de las comunidades.

Ahora, a sus 73 años, está dedicada al comercio de ropa, calzado y bolsos. “Me mantiene entretenida y feliz, ya que de ahí deriva mi sustento económico. Eso sí, a diario leo y escribo”, sentencia.

Beatriz Valdés correa y Ruth Mendoza

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