UN “CHIRRETE” PRESIDENTE

«Chirrete Presidente» es el término que mejor define a Gustavo Petro desde el 7 de agosto de 2022 hasta el presente 9 de marzo de 2025. Chirrete es una palabra usada para referirse a una persona que consume mucho alcohol y se droga, especialmente alguien que suele estar borracho con frecuencia. También puede usarse de forma despectiva para hablar de alguien desaliñado o que no cuida su apariencia. En algunas regiones, también puede referirse a una persona de comportamiento desordenado o irresponsable. Y no hay mejor descripción para el desastroso gobierno del “Chirrete Presidente» que este epíteto.

Les pido disculpas, a los que la sociedad ha mal-llamado “Chirretes”, a los que han caído en las drogas, la han tenido dura en las calles, en las noches peligrosas y en el sentir del rechazo de una sociedad responsable. Conozco la vida de muchos que fueron rechazados, en mi adolescencia desde las playas del rodadero conviví y me relacione con ellos, son personas con muchas habilidades y con mentes poderosas que pueden aprender en un día lo que un ser humano en condiciones diferentes a las de ellos podría durar años. Es por eso que Gustavo Petro desarrolló esa gran habilidad de mentir y de engañar.  

Es por eso que esta columna la título de esa forma, el “Chirrete Presidente”, un tipo que no respeta ni siquiera a sus fanáticos seguidores porque a quien más engaña, es a ese que lo sigue, que lo defienden en lo indefendible y que por muchos años ha estado ahí defendiendo sus mentiras. Ese seguidor que prefirió elegir el camino que le dijo hábilmente el embaucador que eligiera, el de odiar la verdad y añorar la mentira.   

Desde el primer día de su mandato, el “Chirrete Presidente” ha estado marcado por la demagogia, las promesas incumplidas y la falta de coherencia. Sus discursos, plagados de odio y polarización, han hecho mella en la sociedad colombiana, generando divisiones profundas y una sensación de incertidumbre constante. Lo que prometió como un gobierno del «cambio» se ha convertido en un experimento fallido donde la improvisación y la falta de resultados han sido el pan de cada día.

Las mentiras han sido el sello de su administración. Prometió una economía fuerte, pero si nos fijamos solo el frutiño pasó de $400 a $1000, ese mismo que consumen a diario más de 5.000.000 de familias pobres y que no conocen los 4.000 más ricos que prometió afectar, una inversión extranjera en declive y una desconfianza generalizada en el futuro económico del país. Juró que fortalecería la seguridad, pero sus alianzas con sectores criminales y su cercanía con el régimen de Nicolás Maduro y Diosdado Cabello han demostrado lo contrario. Ha legitimado y protegido a delincuentes bajo el disfraz de «paz total», dejando a los colombianos a merced de la delincuencia y el terrorismo.

La corrupción ha tocado incluso a su familia. Su hijo, implicado en escándalos de lavado de dinero y financiación ilegal de campaña, ha dejado en evidencia los intereses oscuros detrás de su llegada al poder. Su propio gobierno, que se vendió como el más «transparente», está plagado de casos de corrupción, clientelismo y manejos turbios de recursos públicos. son tan transparentes que ni se esconden al momento de robar, saben que tienen una fiscal de bolsillo que los proteja mientras les dure.

Su vida personal tampoco ha estado exenta de escándalos. Su divorcio con la primera dama Verónica Alcocer por temas de infidelidad de ambos fue el reflejo del caos que reina en su entorno. Sus constantes desapariciones y sus trinos en X (twitter) denotan su embriaguez cada vez que escribe, todo eso ha dejado en claro su falta de compromiso con el cargo más importante del país. Un “Chirrete Presidente” que, en vez de liderar con el ejemplo, se ha convertido en una figura errática y errante.

Además, su postura internacional ha sido igual de controvertida. Su respaldo a grupos terroristas como Hamás y su afinidad con regímenes autoritarios han aislado a Colombia en el escenario mundial, poniendo en riesgo alianzas estratégicas y debilitando la posición del país en la región.

Este es el legado del “Chirrete Presidente”: un país dividido, en crisis económica y moral, con instituciones debilitadas y una desconfianza creciente hacia el futuro. Su mandato ha sido el reflejo de su propia personalidad: desordenado, errático y carente de responsabilidad. Un verdadero “Chirrete Presidente”.

 

¿Qué pasará después del Chirrete Presidente?

Cuando el “Chirrete Presidente” abandone la Casa de Nariño, el país no solo tendrá que lidiar con el desastre que deja, sino con las secuelas de su irresponsable gestión. Las instituciones estarán debilitadas, la economía en ruinas y la confianza de los colombianos en su democracia profundamente golpeada. No será fácil reparar el daño. El siguiente gobierno tendrá la difícil tarea de reconstruir lo que el “Chirrete Presidente» destruyó, restableciendo el orden, la estabilidad económica y la seguridad ciudadana.

El país deberá someterse a un proceso de limpieza institucional, donde se expongan todas las irregularidades cometidas en su gobierno y se reviertan sus políticas fallidas. Pero lo más importante será recuperar la confianza en el Estado, demostrar que Colombia no está condenada al fracaso y que el liderazgo responsable sí es posible. La historia no recordará a Gustavo Petro como un gran líder, sino como un símbolo del engaño, la ineptitud y la improvisación.

 

¿Terminará el “Chirrete Presidente” en prisión?

Si Colombia es un verdadero Estado de derecho, el “Chirrete Presidente» no podrá escapar de la justicia una vez abandone el poder. Durante su mandato, su condición de presidente puede haberlo blindado, pero como expresidente quedará expuesto a las investigaciones que revelarán la magnitud de sus delitos. Desde la financiación ilegal de su campaña hasta sus nexos con el crimen organizado y los regímenes dictatoriales, su historial de corrupción y traición a la patria podría llevarlo a enfrentar un juicio.

En una nación donde las leyes se respeten, el “Chirrete Presidente» no podrá eludir la cárcel. Su tiempo en el poder ha estado marcado por mentiras y engaños, y es posible que el destino final de Gustavo Petro sea la celda de una prisión, donde pueda «rehabilitarse» por el resto de su vida. Su legado quedará manchado por los escándalos, y el pueblo colombiano tendrá la oportunidad de ver justicia cuando el “Chirrete Presidente» pague por los daños que le causó al país.

 

Un Congreso cómplice y una falsa oposición

Quienes esperan que el Congreso detenga el plan del Chirrete Presidente están equivocados. En ese nido de corrupción, los políticos que se dicen llamar oposición no son más que actores en una farsa, mientras otros ríen apenas ven a Benedetti ofreciendo dinero y puestos. No hay salvación en quienes legislan solo para llenarse los bolsillos y, cuando todo se venga abajo, huir a Miami a disfrutar de sus fortunas mal habidas. En ese Congreso, no importa la salud, la paz ni el bienestar del pueblo; solo importa el poder y el dinero. Y aunque el Chirrete Presidente sea un drogadicto y alcohólico, su habilidad para manipular y engañar a la gente no puede subestimarse. No se equivoquen: dentro de ese Congreso solo hay miseria moral, y quien entre ahí solo verá la podredumbre pegársela en los zapatos.

Esta columna puede sonar como un irrespeto al Presidente, pero es que el “Chirrete Presidente” ha decidido no respetar a nadie que lo contradiga. Entonces comencemos a respetar para que nos respeten.

Somos más de 50.000.000 y no menos de 11.000.000.

 

Luis Alejandro Tovar

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