“sábete sancho… todas estas borrascas que nos suceden son señales de que presto ha de serenar el tiempo y han de sucedernos bien las cosas; porque no es posible que el mal, ni el bien sean durables, y de aquí se sigue que, habiendo durado mucho el mal, el bien ya está cerca” con esta afirmación del Quijote de la mancha de Miguel de Cervantes Saavedra nos alimenta la esperanza, pero debemos actuar para no quedarnos a la espera o resignarnos en el camino.
Son tantas las novedades experimentadas durante la pandemia, que nos han llevado a reflexiones de fondo y también de forma ante las respuestas colectivas frente a cada suceso. Y en el contexto local siguen aconteciendo situaciones, especialmente en lo social, que me preocupan porque pudieran evitarse simplemente con un diálogo cordial, desprevenido y objetivo; en esta oportunidad me refiero es a las protestas sociales que son, indiscutiblemente, como lo dijo una profesora reconocida mundialmente, Olga Onuch “las manifestaciones organizadas también son un recordatorio crucial de que la gente tiene tanto el poder como el derecho de pedir un cambio”. Empero los líderes y seguidores si van a emprender esta acción se deben plantear las siguientes preguntas y reflexiones para tener muy en claro ¿ a qué está jugando y a qué juego estás contribuyendo?, ¿con quién estás jugando y en qué clase de jugador te conviertes? Porque este juego puede ser estrategia de intereses personales, por ejemplo político, que a futuro podría ser perjudicial para la comunidad.
En mi Departamento, La Guajira, es preocupante lo que estamos viviendo con una huelga que nos afecta a todos no sólo económicamente, sino social, cultural emocionalmente y obviamente, en la salud.
El tema de la minería ha sido ambivalente y se encuentra tanto en la cultura popular que la misma academia en sus estudios plantea posiciones en pro y en contra. En los años 80 la riqueza de recursos naturales fue abiertamente vista como una bendición para los países en vía de desarrollo. Y los que no comulgan con esta posición crearon la tesis de la “maldición de los recursos naturales” que sugiere que la abundancia de éstos, genera una serie de distorsiones económicas y políticas, las cuales terminan por minar la contribución de las industrias extractivas del desarrollo sumado a que la minería ha sido asociada con una distribución garrafalmente desigual de la riqueza que produce.
A lo mejor algunos tendrán más razón que otros, lo que es innegable es que la explotación minera ha estado siempre acompañada de la protesta social y nuestra realidad es que la mayoría de las familias derivan su sustento de las minas del Cerrejón, e indiscutiblemente, si algo agradecemos los guajiros es que muchos hijos de nuestra tierra han tenido acceso a servicios médicos y educación de calidad en las mejores instituciones departamentales y nacionales, convirtiéndose en profesionales prestantes gracias a los beneficios recibidos por el empleo de sus padres en esta Multinacional carbonífera, un argumento más que suficiente para que todos nos unamos en una sola voz entorno el diálogo de las partes par buscar una solución inmediata y llegar a un consenso en el que no se determinen ganadores o perdedores, por el contrario, que esta sea la oportunidad de demostrar la tan renombrada resiliencia, en donde ganen las familias, la empresa y La Guajira, porque donde se aprende, se crece y se gana siempre.
Para finalizar quiero manifestar, que se podría decir los pactos entre la población y la minería son faustianos, pero al igual, al final son pactos y, aunque de forma desigual, hacen fluir beneficios hacia ambas direcciones. En palabras de jun Nash(1979), en su clásico estudio de la cultura y la economía política minera en Bolivia: “NOSOTROS COMEMOS LAS MINAS Y LAS MINAS NOS COMEN”
Misael Arturo Velasquez Granadillo